LECCIÓN No. 8  (regresar al índice)

LAS NORMAS DEL REINO

PARA ESTUDIO: I Corintios 6:1-20.
LECTURA DEVOCIONAL: I Corintios 6:1-20.
TEXTO PARA MEMORIZAR: I Corintios 6:20.

PROPÓSITO

Entender que las normas de Dios tienen implicaciones eternas, en contraste con las normas del mundo que son defectuosas y pasajeras.

I.  INTRODUCCIÓN

     Pablo acaba de hacer énfasis en la necesidad de la disciplina en la iglesia y luego pasa a tratar otro de los problemas más comunes entre los corintios, el de llevar sus litigios o pleitos ante los tribunales paganos.

     Posiblemente los de origen judío no tenían este problema como los de origen griego, pues los griegos eran por naturaleza un pueblo que gozaba tanto con los pleitos.  Estos pleitos eran utilizados por los corintios para defraudar y ofender a sus hermanos cristianos.


II.  EXPOSICIÓN

A.  EL CRISTIANO Y SUS LITIGIOS (vs. 1-8)

     El versículo uno equivale a decir: “¿Cómo pueden algunos de ustedes buscar justicia en presencia de los injustos?”  Los corintios estaban trasladando sus pleitos a los paganos.  Él quiere decirles que los problemas de la iglesia deberán resolverse en la iglesia.  Y presenta las siguientes razones:

1.  Este versículo de I Corintios 6:2 presenta mucho misterio, pero por encima de todo, se puede afirmar que los cristianos participan con Cristo en el gobierno de un mundo renovado.  Por lo tanto, deberíamos ser competentes para resolver esos problemas sin importancia, que los llevaban a los tribunales paganos.

2.  La distancia entre cristianos y las querellas en tribunales públicos son causa de escándalo, y por lo tanto, debían evitarse.

3.  El mismo hecho de tener pleitos constituye una falta (v. 7).  El hecho de que hayan tenido una disputa tal que los lleve delante de los tribunales paganos, daba la pauta de que aquellos hermanos estaban ya derrotados espiritualmente.

4.  Es cierto que Pablo dice que los pleitos deben ser tratados en la iglesia (vs. 4-5), pero en realidad esto no era lo que el Señor esperaba de sus hijos.


B.  EL MEDIO PARA TERMINAR CON LOS PLEITOS (v. 7)

     Recurrir a los tribunales y en especial hacerlo con un hermano, es caer por debajo del verdadero nivel de conducta cristiana.  Lo que la Biblia indica cuando estamos ante esta situación, es que los cristianos debemos sufrir injustamente antes que hacer el mal.  Si un cristiano tiene por lo menos un poquito del amor de Dios en su corazón, sufrirá insultos y daños antes que ofender a su hermano.

     La palabra venganza no existe en el diccionario cristiano.  Un cristiano procura arreglar sus problemas en un espíritu de amor.

     Pero el gozo del corintio era cometer el agravio y defraudar (v. 8).  Ellos gozaban cuando veían sufrir a su hermano.


C.  “Y ESTO ERAIS ALGUNOS DE VOSOTROS” (vs. 9-11)

     Pablo les recuerda que los “injustos no heredarán el reino de Dios” (v. 9).  Con esto quiere decirles que los que agravian a sus hermanos merecen ser contados entre los injustos.  Estos litigios eran muestras, no de un espíritu cristiano, sino de un espíritu mundano del que se supone habían sido liberados.

     Los versículos 9 y 10 son otra de las listas de pecados que el apóstol menciona en sus epístolas.  Lo interesante de esta lista en lo que anota el v. 11: “Y esto erais algunos de vosotros”.  Con esto, Pablo quiere recordarles el mundo pecaminoso de donde Cristo los recató, pero este recordatorio también lleva el propósito de hacerles ver que aquel mundo de maldad ya se había quedado atrás.  “Esto erais...”.  Pablo quería que al recordar esto, ellos agradecidos con Dios, comenzaran a comportarse como verdaderos creyentes, en cuyas vidas el poder del evangelio había sido evidente.

     Para nosotros esto es una de las grandes glorias del evangelio.  La mayor prueba de la veracidad del evangelio radica en su poder, que es capaz de tomar los desperdicios de la humanidad y hacer de ellos verdaderos hombres.  El evangelio toma a los hombres que están hundidos en el fango más inútil del pecado y los convierte en hijos de Dios.  Este poder todavía es el mismo.

     Resulta interesante el que analicemos esta lista de pecados para que así podamos tener un panorama de lo que era la sociedad en aquellos tiempos y ver que no ha cambiado mucho; al contrario, ha empeorado.

     Había fornicarios y adúlteros.  Los corintios paganos se jactaban de sus mil prostitutas sagradas que servían a su diosa principal: Venus.

     Había idólatras.  El edificio más grande de la ciudad era templo de Venus, la diosa del amor.  La idolatría es el resultado lamentable del esfuerzo de los hombres que quieren hacer sencilla y fácil su relación con Dios; es decir, hacer las cosas de acuerdos a sus normas mundanas, en lugar de someterse a las normas de Dios.

     Había afeminados.  Esto se refiere a los hombres que habían perdido su virilidad y también los “que se echaban con varones” (v. 9).

     Había borrachos (v. 10).  La palabra que aquí se utiliza significa bebedores.  Personas que por sus negligencias habían llegado a ser adictos al vino.

     Había estafadores y ladrones.  El estafador es aquella persona que siempre está buscando alcanzar más y apoderarse de lo que no le corresponde.  La palabra para ladrón significa el espíritu del hombre que agarra y usurpa aquello que no le corresponde, con una especie de furia salvaje.


D.  “GLORIFICAD A DIOS CON VUESTRO CUERPO” (vs. 12-20)

     La cuestión moral que Pablo enfrenta aquí es la impureza.  En la primera parte de este capítulo, Pablo les reprocha ese espíritu de injusticia que les guiaba al pleito y les recuerda que dicho espíritu se derivaba de los vicios paganos que antes los dominaban.  Luego tiene que hablarles de uno de sus más generalizados vicios.

     Si recordamos, anteriormente habíamos dicho que los corintios tenían una creencia torcida respecto del cuerpo.  Uno de ellos dijo: “Soy una pobre alma encerrada en un cadáver”.  Para ellos lo que importaba era el alma, el espíritu del hombre; el cuerpo era considerado sólo como una inservible cárcel.

     De acuerdo con esta creencia, ellos sostenían que se podía hacer lo que se quisiera con el cuerpo, sin afectar el alma.  Esto se complicaba con una mala interpretación de la libertad cristiana que Pablo predicaba.  Ellos decían: “si el hombre cristiano es el más libre de todos los hombres, puede hacer con su cuerpo lo que desea”.

     El versículo 13 era el adagio de los corintios.  Este quería decir: “El estómago ha sido creado para la comida”, y esto mismo aplicaban para decir: “El cuerpo está hecho para satisfacer sus instintos”.  En otras palabras, el cuerpo está hecho para el acto sexual y el acto sexual para el cuerpo.  Por lo tanto, había que dejar la libertad a los deseos de la carne.

     Pablo responde a este argumento diciéndoles que el estómago y la comida son cosas pasajeras, que un día serán destruidas, pero que la personalidad del hombre, o sea, espíritu, alma y cuerpo (I Tesalonicenses 5:23) no perecerá jamás.  Afirma también que el cuerpo fue creado para el Señor, o sea, para su honra y gloria.

     Él les aclara a ellos que libertad no es igual a libertinaje, y que se cae en esto último cuando nos olvidamos que cualquier hábito puede llegar a dominarnos, aunque este no sea un hábito inmoral (v. 12).

     El cuerpo no es una parte despreciable, sino que el Señor lo utiliza como un instrumento necesario.  “El Señor para el cuerpo” (v. 13); esto significa que el buen uso del cuerpo se logrará cuando permitamos que el Señor domine nuestra vida.

     ¿Cómo pueden, pues, entregar este cuerpo que es instrumento de Dios para el servicio de la impureza?

     La impureza es infidelidad a Cristo.  El versículo 16 habla del pecado de la fornicación y es tan terrible ese pecado que el que se “une a una ramera, se hace un mismo cuerpo con ella” (v. 16).  Este pecado tiene consecuencias graves que el apóstol les dice a los corintios ¡Huyan de él! (v. 18).  La libertad cristiana no ha de interpretarse como una licencia para entregarse a los deseos de la carne, ni tampoco había que descuidar el cuerpo, pues Dios nos redimió, no a la mitad, sino completos: cuerpo alma y espíritu.  Para Dios nuestro cuerpo es un instrumento santo para Cristo y morada del Espíritu Santo.

     El v. 20, nos recuerda nuevamente que Cristo no murió sólo por una parte del hombre, sino por su totalidad.  Cristo dio su vida para dar al hombre un alma redimida y un cuerpo puro.  Por lo tanto, el hombre no puede utilizar su cuerpo como le da la gana, sino que deberá utilizarlo para la gloria de Dios.