LECCIÓN No. 2  (regresar al índice)

“HE VISTO LA AFLICCIÓN DE MI PUEBLO”
(Éxodo 3:7)

PARA ESTUDIO: Éxodo capítulos 1 a 4.
LECTURA DEVOCIONAL: Hechos 7:17-34.
TEXTO PARA MEMORIZAR: Éxodo 2:24.

PROPÓSITO

 Esta lección nos enseña:

a.  Que Dios siempre cumple sus promesas.
b.  Que debemos actuar en el tiempo de Dios, no en el nuestro.
c.  Que Dios nos prepara para desempeñar nuestra misión.


A.  ESCLAVITUD EN EGIPTO (Éxodo 1:1-22)

      El libro comienza con los nombres de los hijos de Jacob, patriarca de las doce tribus, que se establecieron en Egipto (vs. 1-5).  Toda esa generación murió, incluyendo a José (vs. 6).

      Cuando sufrían una gran hambre en Canaán, Jacob –llamado también Israel- y sus descendientes, que eran setenta personas, según Génesis 46:26, 27 y Éxodo 1:5, descendieron a Egipto, donde José era el segundo en el poder después del Faraón.  Se les asignó para habitar la tierra de Gosén, al este del río Nilo.  Allí “se multiplicaron, y fueron aumentados y fortalecidos en extremo, y se llenó de ellos la tierra”, (Éxodo 1:7).  Aquí cumplió Dios su promesa a Abraham de hacerlo fructificar (Génesis 17:6), “Y te multiplicaré en gran manera, y haré naciones de ti, y reyes saldrán de ti”.  Esta promesa también le fue dada a Jacob (Génesis 28:14; 48:4).

      Los israelitas que salieron de Egipto aproximadamente 215 años más tarde, eran, según se ha calculado, una multitud de casi dos millones de personas.  Sólo los hombres de guerra eran 603,550, (Éxodo 12:37; Números 1:44-50).  El período de 400 años, mencionado por el Señor en su pacto con Abraham en Génesis 15:13, posiblemente está calculado desde el día en que ese diálogo tuvo lugar.

      En Éxodo 12:40 leemos, “El tiempo que los hijos de Israel habitaron en Egipto fue cuatrocientos treinta años”.  Gálatas 3:16-17 parece confirmar que los 430 años de Éxodo 12:40 deben comenzarse a contar desde la fecha de la primera promesa hecha a Abraham en Génesis 12:2.  Según la Septuaginta, o versión griega del Antiguo Testamento, en los 430 años se incluye el tiempo que los hijos de Israel y sus padres, los patriarcas, vivieron en Egipto.

      Los hebreos fueron tratados con bondad mientras vivió José.  Pero al morir éste y todos los de su generación, una nueva dinastía tomó el poder.  El nuevo Faraón, quien ya no conocía a José, se inquietó al ver cómo habían crecido en número y en fuerza, (Éxodo 1:8,9).  Temiendo que éstos se unieran con un enemigo extranjero para atacarlos, y que luego abandonaran Egipto, los cargaron de impuestos y los obligaron a construir las ciudades de almacenaje, Pisón y Rameses, (vs. 11).  Sin embargo, mientras más agobiaban los egipcios a los hebreos, éstos “más se multiplicaban y crecían, de manera que los egipcios temían a los hijos de Israel”, (vs. 12).

      La opresión aumentó y llegó a ser muy dura.  Debían fabricar ladrillos de barro, trabajar en el campo y en labores de servidumbre muy difíciles, (vs. 14).

      El método más terrible al que recurrió el Faraón para quebrar la fuerza de los israelitas, fue ordenar a las parteras que al atender a las hebreas, mataran a los varones y preservaran la vida de las mujeres, (vss. 15-16).  Sin embargo, las parteras tuvieron temor de Dios y no lo obedecieron.  Como excusa dijeron que las hebreas eran mujeres fuertes y daban a luz sin su ayuda.  Dios bendijo a estas mujeres y prosperó a sus familias, mientras el pueblo continuaba creciendo, (vss. 18-21).  La orden dada primeramente a las parteras, ahora se dio a todo el pueblo, (vs. 22).


B.  NACIMIENTO DE MOISÉS (Éxodo 2:1-10)

      Dos descendientes de Leví se casaron y les nació un niño.  Éste fue escogido por Dios como instrumento para liberar a su pueblo.  El niño era hermoso y sus padres lo escondieron por tres meses, (Éxodo 2:1,2).  Hechos 7:20 dice que “fue agradable a Dios”.  Hebreos 11:23 agrega que “fue escondido por sus padres por tres meses, porque le vieron niño hermoso”.  Considerando que era peligroso esconderlo durante más tiempo, la madre del niño decidió hacer una cesta de juncos, impermeabilizada con asfalto y brea.  Colocó al niño en la cesta, la cual dejó flotando en el río, entre un carrizal, cerca al lugar donde solía bañarse la hija del Faraón.  Todo era observado por la hermana del niño.  La princesa descubrió la cesta y pronto supo que era un niño hebreo, (vss. 3-6).

      María –la hermana del niño- quien vigilaba la escena, se ofreció para buscar a una nodriza hebrea que amamantara al bebé.  La niña llamó a la misma madre, y ésta, por encargo de la princesa, lo crió.  Al crecer el niño, fue traído a la hija del Faraón, la cual lo adoptó y lo llamó Moisés, por haberlo rescatado de las aguas, (vs. 7-10).

      ¿Cuánto dejó la madre de Moisés en la mente y corazón del niño durante el tiempo que lo crió?  No lo sabemos.  ¿Cuán profundo penetró en Moisés la educación en la corte de Egipto?  Tampoco lo sabemos.  Sólo podemos conjeturar.

      Hechos 7:20-39, Esteban presentó, antes de su martirio, el relato de Moisés y el Éxodo.  En Hechos 7:22 leemos: “Y fue enseñado Moisés en toda la sabiduría de los egipcios; y era poderoso en sus palabras y obras”.  Durante casi cuarenta años la educación de Moisés en medio de la familia real incluyó toda la historia, arte, medicina, religión, leyes, costumbres, filosofía, etc., de la antiquísima cultura egipcia.

      Y como príncipe, debió haber realizado conquistas y proezas que lo hicieron famoso.  Sin embargo, algo quedó de su educación temprana.  No perdió la sensibilidad en su ser interior.  Hechos 7:23-25, dice: “Cuando hubo cumplido la edad de cuarenta años, le vino al corazón el visitar a sus hermanos, los hijos de Israel. Y al ver a uno que era maltratado, lo defendió e hiriendo al egipcio vengó al oprimido.  Pero él pensaba que sus hermanos comprenderían que Dios les daría libertad por mano suya; mas ellos no lo habían entendido así”.

      En el momento, Moisés se identificó con su pueblo y decidió actuar.  Éxodo 2:11, dice: “En aquellos días sucedió que crecido ya Moisés, salió a sus hermanos, y los vio en sus duras tareas, y observó a un egipcio que golpeaba a uno de los hebreos, sus hermanos”.  Moisés mató al egipcio y lo escondió en la arena.

      Al día siguiente Moisés vio a dos hebreos que peleaban.  Al reprender al opresor, éste lo amenazó con divulgar su homicidio del día anterior.  Moisés tuvo miedo.  Como príncipe tenía autoridad sobre sus súbditos; podía aún matar para imponer justicia.  El problema era que al haberse identificado con los esclavos hebreos, se había hecho traidor al Faraón y a los egipcios.  No podía quedarse más en Egipto.  Huyó a Madián, región posiblemente situada al suroriente de Sinaí y Arabia occidental central, a ambos lados del Golfo de Acaba, (vss. 12-15).

      La región de Madián tomó su nombre de quién descendía: uno de los hijos de Abraham, de su segunda esposa, Cetura (Génesis 25:2).


C.  MOISÉS HUYE DE EGIPTO (Éxodo 2:11-25)

      Aunque Moisés había tomado partido con su pueblo, quiso hacerlo en sus propias fuerzas, en su propio tiempo e iniciativa, y no de acuerdo con los planes de Dios.  Debía pasar aún un proceso de enseñanza en su formación.  Le faltaban aún cuarenta años de entrenamiento en la escuela de Dios, antes de estar listo para su gran obra.

      Dos tercios de la vida de Moisés fueron invertidos en preparación para la magna tarea que habría de desempeñar.  Lo cual nos enseña que Dios tiene un tiempo para que realicemos Su obra.  Y también tiene un proceso formativo al que debemos someternos antes de emprender un ministerio.  Juan el Bautista se preparó unos treinta años para actuar uno o dos años.  Jesús se preparó también treinta años para un ministerio de tres años y medio.

      ¿Está usted entrenándose y equipándose en la escuela de Dios para la misión de su vida?  ¿Aprovecha bien cada oportunidad de aprender, para realizar mejor la tarea que le será encomendada?

      El Faraón pronto oyó lo que había hecho Moisés y trató de matarlo.  Pero Moisés ya se hallaba a salvo en Madián, (Éxodo 2:15).  De manera providencial Dios puso a Moisés junto al pozo de Madián, cuando siete hijas de Reuel (Éxodo 2:18), -llamado también Jetro en Éxodo 3:1 y Ragüel en Múmeros 10:29- llegaron para dar agua a las ovejas de su padre.  Moisés las defendió de unos pastores que les disputaban el agua, (vss. 16-17).  Y así conoció a quien sería su esposa.

      Al oír el padre de las jóvenes la gentileza del extranjero, le ofreció su hospitalidad y a su hija Séfora por esposa, (vss. 18-21).  Como parte de su proceso formativo, Moisés constituyó pronto una familia, (vss. 21-22).  Además de Séfora, Moisés ganó a un suegro sabio y tuvo a su primogénito, llamado Gersón, porque dijo: “Forastero soy en tierra ajena”.

      Después de un largo reinado, posiblemente unos cincuenta y cuatro años, murió el Faraón Thotmes III, quien había oprimido a los hebreos.  Los hijos de Israel “gemían a causa de la servidumbre, y clamaron”, (vs. 23).  Esta vez era ya el tiempo de Dios, y Él decidió cumplir la promesa hecha a Abraham, Isaac y a Jacob, (Vss. 24-25).


D.  LLAMAMIENTO DE MOISÉS (3:1 – 4:1-17)

      Pastoreando las ovejas de su suegro Jetro –que significa “Su excelencia”-, Moisés llegó hasta el Monte Horeb –que significa “Desolación”-, donde se le apareció el Ángel de Jehová, (vs. 1-2).

      Según el Diccionario Ilustrado de la Biblia, de editorial Caribe: “Muchos teólogos creen que el Ángel del Señor, mencionado varias veces en el Antiguo Testamento, es una teofanía, o sea, una manifestación de Dios en forma visible y corpórea, antes de la encarnación de Cristo...  Puede concluirse que el Ángel del Señor es el Hijo de Dios, quien revela corporalmente la divinidad, (Juan 1:18)”.  Otros se oponen a esta idea diciendo que diluye el carácter de la encarnación de Jesucristo, y reduce lo dicho en Hebreos 1:4, que fue “hecho tanto superior a los ángeles”.

      El Ángel de Jehová se apareció en una llama de fuego, en medio de una zarza.  Lo curioso era que el arbusto no se consumía mientras ardía.  Esto atrajo la curiosidad de Moisés.  Pero al acercarse a investigar, fue detenido por la voz de Dios que le ordenó quitarse el calzado, pues aquel era un lugar santo, (vss. 2-5).

      Dios se le reveló a Moisés como el Dios de sus antepasados los patriarcas Abraham, Isaac y Jacob.  El miedo lo sobrecogió y se cubrió la cara porque tuvo temor de mirar la gloria de Dios, (vs. 6).  Se creía que ver a Dios cara a cara ponía a quien lo hacía en peligro mortal.  Así se lo dijo Dios mismo más adelante, (Éxodo 33:20), “No podrás ver mi rostro; porque no me verá hombre y vivirá”.  El Señor le dijo a Moisés que el tiempo de liberar a los israelitas de la esclavitud en Egipto había llegado ya.  Le reveló su plan de llevarlos a una tierra buena y de abundancia, (vss. 7-9).  La expresión “tierra que fluye leche y miel”, es la descripción tradicional de la región llena de colinas de Canaán en su estado pastoral original.

      El elegido para la gran tarea de liberar a los hebreos era Moisés, (vs. 10).  Sin embargo, después de cuarenta años cuidando ovejas, caminando a solas por los desiertos, con una familia y un hogar establecido en Madián, Moisés ya no era el líder animoso que una vez había querido libertar a su pueblo por su propia iniciativa.  Tal vez ya había olvidado mucho del lenguaje refinado de la corte egipcia, y hablaba sólo el idioma madianita.  Ahora era un Moisés maduro, más sabio y calculador, era más prudente y por ello presentó una serie de excusas:
1.  Se sintió pequeño para tal misión. Cuarenta años antes lo había echado a perder todo al matar imprudentemente al egipcio.  Moisés preguntó: “¿Quién soy yo?”  Dios le respondió: “Ve, porque yo estaré contigo”, (vss. 11-12).

2.  Dijo que no sabría qué responder cuando le preguntaran: “¿Cuál es su nombre?”  Dios le contestó: “YO SOY EL QUE SOY...  Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros”, (vss. 13-15).  Con este nombre Dios se revela a Moisés como un Dios real, personal, inmutable y todopoderoso.

3.  Moisés argumentó que no le creerían que Dios se le había aparecido.  Dios le mostró que su vara de pastor al dejarla caer al suelo se transformaba en culebra; y que al meter su mano en sus ropas se volvía leprosa, y al meterla de nuevo, se volvería sana de nuevo, (Éxodo 4:1-9).

4.  Pretexto aún más: “Nunca he sido hombre de fácil palabra”.  Dios pacientemente le ofreció: “Yo estaré en tu boca y te enseñaré lo que hayas de hablar”, (Éxodo 4:10-12).

5.  Continuó negándose hasta enojar a Dios, (Éxodo 4:13-14).  Aún así, Dios le ofreció que su hermano Aarón lo ayudaría, y que Él les daría palabras y los guiaría en lo que debían hacer, (vss. 13-17).  Finalmente, Moisés accedió y decidió cumplir la tarea que el Dios de Abraham, Isaac y Jacob le había encomendado.


PREGUNTAS PARA CONSIDERAR

1.  ¿Cuál es la gran tarea que Dios lo ha llamado a hacer en su vida?

2.  Está ya preparado o está preparándose para realizarla?

3.  ¿Qué obstáculos ve adelante para efectuar su llamamiento?