LECCIÓN No. 12  (regresar al índice)

LA PERSEVERANCIA DE LA FE

PARA ESTUDIO: Hebreos 12:1-29.
LECTURA DEVOCIONAL: Hebreos 12:1-29.
TEXTO PARA MEMORIZAR: Hebreos 12:1.

PROPÓSITO

Demostrar la importancia de la santidad como un elemento esencial para perseverar en la fe.

INTRODUCCIÓN

     Ya hemos estudiado ampliamente a los héroes de la fe, y hemos hecho sentir en los lectores la necesidad de vivir por la fe.  Ahora inicia el capítulo 12 con una expresión determinante en lo que va a decir.  Lo hace así porque Jesús es el autor y consumador de nuestra fe.

     De aquí en adelante, el centro de la fe es Jesucristo.  Es decir, después de la conversión se da la espalda a sí mismo y confiesa que todo lo que es él y lo que tiene, se lo debe a Dios.


DESARROLLO DE LA LECCIÓN

A.  JESÚS ES EL AUTOR DE NUESTRA FE (Hebreos 12:1-4)

     “Por tanto”, que traducido de otra forma diría, “bueno, entonces, nosotros también teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, estamos siendo invitados de manera inmediata a cambiar nuestra actitud y acción”.  Los testigos que nos están viendo, nos animan.  Estos espectadores que nos están viendo son todos nuestros amigos.  Estamos desafiados por ellos a triunfar en la carrera, y lo haremos si estamos dispuestos a hacer lo siguiente:

1.  Despojarnos de todo peso.  Significa deshacernos de estorbos innecesarios que sólo sirven para cansarnos y hacernos difícil la carrera.  Toma la idea de los corredores en los estadios.

2.  Despojarnos también “del pecado que nos asedia”.  “El pecado que nos rodea fácil o constantemente y del pecado que tan fácilmente nos envuelve” (LBLA).

     Lo que se tiene en mente no es la práctica habitual de pecar; es mas bien una tendencia o una falla que es difícil de sacudir, pero que si no lo hacen significará su derrota final.  La carrera del cristiano es diferente a la carrera del atleta, porque éste al terminar la carrera, puede volver a recuperar las cosas que antes se había despojado; pero el cristiano se despoja de una vez por todas.  Porque en la carrera cristiana no hay línea de llegada en este lado del sepulcro.

     Nos anima que “corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante” (vs. 1).  Paciencia significa “constancia y perseverancia”.  El premio no es para los que comienzan bien, sino para los que terminan bien.  Un arranque a buena velocidad no da derecho al cristiano para tomar una siesta o un descanso más adelante.

     Para esta carrera de la vida cristiana y para abandonar definitivamente la vida de pecado, hay gracia suficiente al poner “los ojos en Jesús” (vs. 2).

     Él debe ser el motivo para que “corramos” con éxito.  Y como la palabra está en tiempo presente, nos enseña que es una condición que debemos mantener durante todo el camino.  Cuando dejamos de ver a Jesús, nuestros pies se desvían del camino correcto.

     Ahora los invita a considerar “a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo (vs. 3).  Es decir, tan atroz oposición y tremenda hostilidad.  “Para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar”.  Las pruebas y persecuciones que estaban pasando los hermanos hebreos no eran de comparar con las que sufrió nuestro Señor Jesucristo.  “Porque aún no habéis resistido hasta la sangre, combatiendo contra el pecado” (vs. 4).  Esto tenía que hacerlos estremecer.  Estos cristianos habían sufrido mucho en que habían perdido sus posesiones (10:34), pero no habían sufrido persecución de muerte.


B. LA DISCIPLINA, UN PROCESO DE PURIFICACIÓN (Hebreos 12:5-11)

     “La tesis básica es que debieran interpretar sus sufrimientos como una purificación, y la purificación como una evidencia del favor de Dios para con sus hijos.  Por tanto, no como ocasión para el desaliento, sino para el testimonio” (Beacon).

1.  LA PREMISA BÍBLICA (Hebreos 12:5-8)

     En las circunstancias difíciles de la vida cristiana es fácil olvidar las porciones pertinentes de la Palabra de Dios que nos pueden consolar y orientar.  “Y habéis ya olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige (vs. 5).  Luego sigue refiriéndose a Proverbios 3:11-12: “Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, ni desmayes cuando eres reprendido por Él” (vs. 5).

     Es como una escuela que nos enseña, y que en algunos casos tiene que ser hasta con azotes a todo aquel que recibe por hijo.  La disciplina es como un privilegio que Dios le permite a sus hijos.  Es mejor ser disciplinados por Dios que ser halagados por el diablo.

     El que un buen padre discipline a su hijo es muy normal, por lo tanto no debe sorprendernos que Dios nos discipline.  Lo que aprendemos es lo siguiente:

a.  Los reveces y adversidades de la vida son enviadas o permitidas por Dios por su valor disciplinario.

b.  Todos necesitamos ser disciplinados, y debemos recibirla con humildad y gratitud y no con resentimiento.

c.  No estamos solos en la experiencia de la disciplina.

d.  La disciplina es la evidencia más segura de que Dios tiene un profundo interés y preocupación por nosotros.

2.  EL EJEMPLO DEL PADRE (Hebreos 12:9-10)

     Todo buen judío sabía que sus padres les habían disciplinado, pues de igual manera y con mucha más razón debemos recibir la disciplina del Padre (vs. 9).  La disciplina de nuestro Padre celestial tiene un propósito: es para que participemos de su santidad.  Este es el supremo propósito y deseo de Dios para el hombre, y objetivo de todos sus actos redentores.

3.  EL FRUTO (Hebreos 12:11)

     La disciplina parece ser uno de los métodos de Dios para alcanzar la meta que es la santidad, con una ingerencia al carácter.  La disciplina de Dios fortalece nuestro carácter cuando lo aceptamos con una actitud positiva y con humildad.

     La santidad imputada corresponde a la justificación y es dada solamente sobre la base de la sangre expiatoria y la fe que se la apropia.  No depende en lo más mínimo de las influencias purificadoras, refinadoras de los sufrimientos.


C. UN ESTÍMULO A LA SANTIDAD (Hebreos 12:12-17)

     El escritor hasta aquí ha explicado que la disciplina es motivo de exaltación, no de tristeza.

1.  LA SANTIDAD EN LA VIDA CRISTIANA (Hebreos 12:12-13)

     “Por lo cual levantad las manos caídas y las rodillas paralizadas” (vs. 12).  Levántense esas manos en oración y esas rodillas temblorosas de miedo, dóblelas en oración y pónganse de pie.  “Haced sendas derechas para vuestros pies para que lo cojo no se salga del camino”, se refiere a la debilidad personal de los pies espirituales del creyente que está en peligro de apartarse.  Las manos son figuras del servicio; las rodillas son figuras de la actitud, así los pies son figuras del caminar diario del cristiano.

2.  SANTIDAD EN EL CORAZÓN (Hebreos 12:14)

     “Seguid” es un imperativo que significa correr rápidamente para alcanzar la meta.  Ponerle toda energía que se pueda.  La meta inmediata es la paz con todos, o sea, las relaciones personales rotas en las cuales hay que buscar la reconciliación.

     “Y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor”.  Para alcanzar la santidad es necesario estar en paz con todos y con Dios.  Ver al Señor, indica los momentos de comunión con el Él, y que lo podemos sentir bendiciéndonos.

     ¿QUÉ ES SANTIDAD?  En este versículo 14, “santidad” viene del griego “hagiasmos”, es una palabra de acción, que significa el resultado de una acción santificadora, o llegar a ser santo.  Es una palabra propia de la literatura bíblica.  Sólo el cristiano tiene la posibilidad de llegar a ser santo.

     En el Nuevo Testamento, la palabra se utiliza consistentemente con referencia a un estado de gracia alcanzable por los creyentes.  Dios es santo, pero el hombre caído puede llegar a ser santo.  En Dios la santidad es original, y Él puede impartirla.  La Santidad en el hombre es derivada de Dios.  Depende de la gracia divina.

a.  La santidad es una obra definida de la gracia, como lo indicará un estudio de los tiempos del verbo.

b.  Es un estado personal realizable.

c.  Es el fruto de una entrega total del creyente (Romanos 12:1-2).

d.  Es la inmediata voluntad de Dios (I Tesalonicenses 4:3).

e.  Es una obra de gracia de Dios por la cual los creyentes son capacitados para mantener la pureza moral (I Tesalonicenses 4:4,7).

f.  Su fuente es Jesucristo y su sangre (Hebreos 13:12; I Corintios 1:30).

g.  Su logro es el ministerio primordial del Espíritu Santo (I Tesalonicenses 4:8; 2 Tesalonicenses 2:13).

h.  Esta santidad comienza en la regeneración dada:

1)  El arrepentimiento es el principio para practicar la vida santa.

2)  La regeneración y la santificación inicial van juntas, o sea, la purificación de la depravación adquirida.

3)  La vida espiritual recibida en la regeneración es santa en sí.

4)  La persona es consagrada y santificada en una forma imputada, en virtud de su relación con Dios como Padre y Cristo como salvador.  La persona se consagra, y Dios lo santifica.  De ahí que puede decirse que la persona es santa, ética, inicial y posesionalmente.

i.  “Pero la santidad del creyente no puede ser completa, es decir, cabal hasta que haya sido excluido todo lo impuro, lo incompatible y lo que compite con la santidad.  Perseguir esa santidad plena es el mandato del versículo 14; pero hay que hacerlo inmediatamente:
1)  Dejar todo peso de pecado que nos rodea (12:1).

2)  Fe perfecta en Jesús como el único consumador, así como autor de la fe (12:2).

3)  Sumisión a la voluntad de Dios para nosotros, inclusive, su disciplina (12:5-11; Romanos 6:13; 12:1-2).

4)  Corrección de nuestras actitudes, relaciones y manera de vivir (12:12-14; 2 Corintios 6:17 – 7:1).

5)  Santidad en la iglesia (12:15-17).  “Mirad bien” (vs. 15).  Es un imperativo por el cual nos damos cuenta de que la acción de “mirar” coincide con la acción de seguir.  Está en tiempo presente, y esto nos indica que la búsqueda, la obtención, su mantenimiento y su expresión en la vida de los creyentes es una obligación continua, como individuos y como iglesia.

     Mientras buscamos nuestra propia santidad, debemos estar preocupados por la santidad personal y de los demás.  Es la tarea primordial de los ancianos (I Pedro 5:2).  Como iglesia tenemos la responsabilidad los unos hacia los otros; pero en nuestras iglesias, en los últimos años no se ve ese ministerio.  ¿Qué ha pasado?  Aquí vienen algunas respuestas:  (a) Los pastores no lo enseñan.  (2) Nuestros dirigentes la han descuidado.  Bueno, podría haber muchas más opiniones; lo cierto es que tenemos que buscar personalmente la santidad, ¿Por qué?  “Sin la cual nadie verá al Señor (vs. 14).  La otra cosa es que tenemos que mirar bien para que ninguno deje de alcanzarla (vs. 15).  Será de mucha bendición personal y de crecimiento para la iglesia, si tomamos como nuestra bandera de doctrina a la santidad.

     La palabra hebrea que traducimos “Santo” generalmente se interpreta como “separado, apartado”; pero esta sólo es su segundo significado.  Su significado primordial es ser espléndido, bello, puro y libre de contaminación.  Dios es santo, puro, resplandeciente y glorioso.  Por eso es que Dios es la luz.  Jesús dijo: “Yo soy la luz del mundo”.

     La idea central del cristianismo es la purificación del corazón de todo pecado y su renovación a la imagen de Dios.  Al interpretar la palabra “hagiasmo”, verbo griego que significa santificar, Thayer incluye dos clases de purificación: a) Purificar por expiación, librar de la culpa del pecado.  b) Purificar interiormente por la reforma del alma.  Esto corresponde a las dos épocas que llamamos justificación (con el nuevo conocimiento) y entera santificación.

     Con la justificación y la regeneración va la purificación por expiación de la culpa del pecado (I Corintios 6:11; Santiago 4:8a).  Wiley se refirió a esto como la purificación de la depravación adquirida mediante el lavamiento de la regeneración (Tito 3:5).  La contaminación resultante de nuestros pecados es quitada y nosotros hechos limpios (Juan 15:3).  Esta es la razón por la cual se dice que la santificación principia en la regeneración.

     Mientras que la entera santificación purifica el corazón de la raíz o presencia del pecado, logrando o efectuando una devoción completa (de un solo ánimo) a Dios (Juan 17:17, 19; Efesios 5:26; I Tesalonicenses 5:23; Santiago 4:8b).  La entera santificación es un estado de perfección que se alcanza en el momento de la completa consagración a Dios.  Esto debe manifestarse en la vida práctica, es decir, en las acciones diarias.


D.  UN GRAN ULTIMÁTUM (Hebreos 12:18-29)

     Esta es una gran advertencia y urgente.

1.  ESTA VEZ NO ES UN MONTE SINAÍ

     Él en el Monte Sinaí Moisés exclamó: “Estoy espantado temblando” (vs. 21).  Porque aunque era temporal, la desobediencia era castigada con la muerte por lapidación.

2.  ESTA VEZ ES CON EL MONTE DE SION (Hebreos 12:22-29)

     El Sinaí fue sólo una noticia adelantada.  Allí sólo fue dada la ley; mientras que aquí fue cumplida totalmente.  Allí Dios fue el legislador, aquí es el administrador de la ley.  Por esa razón, sin santidad nadie verá al Señor.  Toda impiedad es inmediatamente rechazada.

     Aquí todas las verdades desarrolladas en la epístola están reunidas.  El lugar es la ciudad del Dios vivo, la Jerusalén celestial (vs. 22).  Es como una orquesta donde está una compañía de muchos millares de ángeles y la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos (vs. 23).


CONCLUSIÓN

      Estamos viviendo una época en que algunos se han atrevido a llamarle post-cristiana.  Los valores cristianos están siendo desafiados.  Muchas instituciones de prestigio se están derrumbando por falta de santidad en su personal.

     En medio de todo esto es bueno que el cristiano recuerde que cuando las naciones quieran destronar al mismo Dios, Él se reirá de ellos (Salmo 2:4).  Por eso nosotros debemos serle fiel hasta el último momento.

      “Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios, agradándole con temor y reverencia, porque nuestro Dios es fuego consumidor” (vss. 28-29).  Busquemos pues la santidad.