LECCIÓN No 4  (regresar al índice)

LECCIÓN 4: “SANTIFICAD EL DÍA DE REPOSO”  Jeremías 17:22
UN DÍA DEDICADO A  ADORAR A DIOS



Propósito de la lección
:  a)  Ahondar más en la triste situación de Judá y los sufrimientos de Jeremías.
b)    Reconsiderar cómo observar en mejor forma el día de reposo. 

Capítulos para  preparar la lección
: Jeremías caps. 14-17.
Lectura antes de comenzar la clase:  Salmo 122.
Versículo para enfatizar y recordar:  “Acuérdate  del  día   de  reposo  para  santificarlo.   Seis días
trabajarás y harás toda tu obra; mas el séptimo día es reposo para Jehová tu Dios,”  Éx. 20:8-10.



-----ooooo-----
A.  La sequía en Judá. Jer. 14:1-12.
Los habitantes de Judá se sentaban en tierra afligidos como de luto por la sequía, pero no por sus pecados. Había gran clamor en Jerusalén pues la sed afectaba a pobres y acomodados. Los nobles enviaban a sus criados a traer agua, y éstos volvían con sus tinajas vacías, confundidos, y sin saber qué hacer.  Por ello se cubrían las cabezas como cuando hay duelo.
La tierra estaba rajada y los agricultores desconcertados. Las venadas parían y dejaban a la cría para ir a conseguir hierba. Al no hallar comida ya no regresaban, pues no producían leche para darles. Los asnos monteses subían a las alturas buscando el aire más fresco, y también estaban confundidos porque no encontrar alimento.
Jeremías, como lo haría después Daniel, se identificó con su pueblo y oró reconociendo sus pecados y clamando a Dios, la esperanza de Israel y  su Guardador. Pregunta a Dios por qué  les ha sido como forastero o caminante que se ha ido, aunque sabía que estaba cerca. Pide a Dios que no los desampare. Dios le responde que el pueblo se había deleitado en vagar siguiendo a otros dioses, por lo cual serían castigados. Le repite a Jeremías que no ruegue por Judá, porque no oirá cuando ayunen, ni cuando ofrezcan holocaustos y ofrendas; sino que serán consumidos con espada, hambre y pestes.

B. Jeremías denuncia a los falsos profetas que alientan al pueblo. Jer. 14:13-18.
Jeremías se queja de que los profetas afirman, en nombre de Dios, que no habrá espada ni hambre, sino que vendrá paz.  Dios le responde que han profetizado falsamente, que Él no les ha hablado ni enviado; que hablan de sus falsas visiones, de su adivinación, engaño y vanidad de su corazón.  Por ello,  tales profetas morirán a espada y por hambre, como el pueblo al que engañan.
Dios manda a Jeremías a decirles que él llorará sin cesar por el quebrantamiento de “la virgen” que nunca antes había sido conquistada por ningún pueblo, porque los profetas y sacerdotes habían vagado por todo Judá sin cumplir su labor de orientar al pueblo.

C.  El profeta intercede de nuevo por su pueblo. Jer. 14:19-22.
Como uno del pueblo él pregunta a Dios si han sido desechados y aborrecidos totalmente; por qué han sido heridos sin remedio; por qué esperaban paz y curación y en vez de ello les llegó mal y turbación. Agrega que reconocen sus pecados y el de sus padres; también ora pidiendo que por amor de Su nombre, Dios no los deseche ni deshonre, ni anule Su pacto con ellos. Sólo Él como Creador y Sustentador hace llover, y esperan que por ser su Dios hará cesar la sequía.
 
D. Ni la intercesión de Moisés y de Samuel detendrían el castigo. Jer. 15:1-9.
Dios dijo que no escucharía ni la intercesión de Moisés y Samuel. (Moisés intercedió por Israel en el desierto después que habían adorado al becerro, Éx. 32:30; y Samuel convenció al pueblo para abandonar la idolatría y oró por él, I Sam. 7:3-15). Si le preguntaban, Jeremías debía contestar que les vendría: muerte, batalla, hambre o cautiverio; y cuatro formas más de castigo: espada, perros, aves de rapiña y bestias salvajes. Todo por causa del pecado de Manases en Jerusalén. Aunque éste se arrepintió, el pueblo no lo hizo; y a pesar de la reforma de Josías, los judíos habían vuelto a la idolatría.
Dios dijo: “estoy cansado de arrepentirme”. Había retardado el castigo varias veces por Su misericordia, pero ya no lo haría más. Llega un tiempo cuando Dios finalmente aplica Su justicia. No olvidemos que así como Él es amor perfecto, también es justicia perfecta.


E. Jeremías se queja nuevamente. Jer. 15:10-21.
El profeta lamenta que su madre haya dado a luz a un hombre contencioso y de discordias, pues, aunque él era pacífico, se había envuelto en controversias por el mensaje que  predicaba y sus enemigos buscaban su fracaso. Lo maldecían como al que toma un préstamo y no lo paga, a pesar de haberse abstenido de involucrarse en los negocios de esta vida por su ministerio.  Jeremías pide a Dios que lo reivindique, y no perezca él también en esos días difíciles, pues sufría por servirlo. Él se había alegrado con la palabra que Dios le había revelado; se había alejado de burladores; no se había enaltecido por confiársele las profecías, sino se había sentido sólo, abrumado y adolorido pues sabía lo que vendría. Se queja de no hallar consuelo pronto.

Dios consuela a Jeremías y le dice que si deja de dudar de Él y de Su carácter, seguirá siendo Su profeta. Le advierte no ceder ante sus enemigos, porque son ellos quienes deben convertirse a él. Le repite que será como muro fortificado de bronce y que, aunque se le opongan, no lo vencerán, pues será guardado y defendido de los fuertes. Esto nos recuerda el ánimo que Dios  dio a Elías cuando huía deprimido y se lamentaba de la persecución de Jezabel.

F. Dios le manda a Jeremías no tomar mujer ni tener hijos. Jer. 16:1-8.
Como los judíos no oían sus palabras, Jeremías debería hablarles ahora con sus acciones. El actuaría como quien espera tiempos difíciles: Dios le dijo que no se casara, ni tuviera hijos por las tragedias que vendrían: los jóvenes morirían de dolorosas enfermedades, a espada y por hambre; serían como estiércol y no serían ni llorados ni enterrados . Además, así tendría el profeta más libertad para realizar su ministerio sin preocupación por los suyos, en los días difíciles. No debería mostrar el luto por ninguno, dar pésames ni palabras de consuelo, porque Dios había quitado Su paz y Su misericordia; todos deberían ser lamentadores no consoladores. Jeremías tampoco iría a banquetes, pues no era tiempo de alegrarse, ni de festejos nupciales.

G. Vendría un duro castigo, pero Dios anuncia misericordia para el remanente. Jer. 16:9-21.   
Pronto las gentes preguntarían por qué se anunciaba tanta tragedia; y se justificarían al decir:  “¿qué pecado es  el nuestro, que hemos cometido contra Jehová nuestro Dios?” No ver su pecado y no humillarse, era considerar injusto a Dios. La causa del castigo, que ya habían comenzado a sufrir, era que antes sus padres habían  servido a dioses ajenos y que ahora ellos habían hecho peor que sus padres, siguiendo la imaginación de sus malvados corazones.

En el exilio servirían a los dioses ajenos día y noche, talvez obligados por sus crueles  capataces, y allí se hastiarían de tales cultos. Con todo, Dios les anuncia que tendría misericordia del remanente de Su pueblo después del cautiverio. Entonces la gente ya no diría “Vive Jehová, que hizo subir a los hijos de Israel de tierra de Egipto, sino: Vive Jehová, que hizo subir a los hijos de Israel de la tierra del norte, y de todas las tierras adonde los había arrojado,” porque la esclavitud en Babilonia sería peor que en Egipto. Dios promete retornarlos a la tierra que dio a sus padres, pero antes los castigaría duramente por contaminar la tierra con su idolatría.

Esta profecía se cumplió en parte tras setenta años de cautiverio; siguió cumpliéndose en el último siglo; y se cumplirá plenamente durante el Reino Milenial de Cristo. Jeremías alabó a Dios, su fortaleza y refugio en la aflicción, al saber que un día los gentiles vendrían de todas partes, confesando su pecado al seguir la vanidad y la mentira, ya convertidos y glorificando al Mesías de Israel. Los judíos serían curados de su idolatría para siempre, y Jehová sería reconocido como el único Dios.

H. El pecado de Judá está escrito en su corazón. Jer. 17:1-18.
La maldad de Judá, más que escrita, estaba esculpida en su corazón “con cincel de hierro y con punta de diamante.”   Por ello perderían sus tesoros y su heredad de Dios, al ir al cautiverio.
En los vs. 5-14, Jeremías reflexiona sobre el corazón del hombre que es propenso a seguir a otro hombre en vez de confiar en Dios, lo cual él condena severamente. El fin del que hace esto es como el arbusto de retama en el desierto, que no ve el bien sino la desolación al marchitarse en tierra estéril y seca.  Esto contrasta con quien confía en Dios, que es semejante a árbol junto a corrientes de agua, que está verde aun en el calor y la sequía, y da fruto, como dice el Salmo 1.

El corazón humano es engañoso, ni la misma persona lo conoce, sólo Dios. Al leer Su Palabra, ella nos revela los rincones más profundos de nuestro ser interior. Según Heb. 4:12, “La palabra de Dios es viva, eficaz y más cortante que toda espada de dos filos: penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.”  Por ello  debemos exponernos constantemente a su luz reveladora para limpiarnos.
Judá gozaba de la presencia de Dios en el Templo, tenía su revelación en las Escrituras, y una misión como pueblo escogido ante el mundo. Jeremías concluye con que todos los que dejan a Dios serán avergonzados, pues dejar al manantial de aguas vivas es muerte. Ora para que Dios lo sane y salve; para ser liberado en el día malo que viene, y no ser avergonzado y abrumado.

I. El pueblo de Dios había olvidado el día de reposo. Jer. 17:19-27.
Dios mandó a Jeremías a predicar a la puerta de la ciudad de Jerusalén por donde entraban y salían los reyes de Judá, así como en las demás puertas. Debería amonestarlos para que el día de reposo no entraran carga con productos del campo para intercambiar con lo que producían en sus casas, ni hacer otro tipo de trabajo en ese día, sino santificarlo, como manda el cuarto mandamiento: “Acuérdate del sábado para santificarlo. Seis días trabajarás y harás toda tu obra, pero el séptimo día es de reposo para Jehová, tu Dios,” Éx. 20:8-10.

Dios les decía: ”guardaos por vuestras vidas.” El sábado era reservado para servir y adorar a Dios, a la vez que sus cuerpos y espíritus descansaban para reanudar las labores de la siguiente semana. Los reyes eran los primeros que debían oír esta exhortación y hacer que los súbditos lo cumplieran. En su alejamiento de Dios tampoco habían cumplido con este mandamiento. Si todavía obedecieran guardando el sábado, recibirían muchas bendiciones. Guardar el día de reposo no era solamente no trabajar ese día, sino también todo lo asociado con él: recordarse de su Dios, gozarse con Él y adorarlo. La ciudad sería habitada para siempre y, de todos los sectores alrededor: la costa, el desierto y los montes, vendrían a Jerusalén trayendo ofrendas, sacrificios, incienso y alabanza al Templo.  Si no restauraban el guardar el sábado, sería otra causa para el castigo, con fuego que consumiría las puertas de Jerusalén y sus palacios.

Los primeros cristianos, según el Libro de los Hechos, comenzaron a reunirse el primer día de la semana, en vez del séptimo, conmemorando la resurrección del Señor que ocurrió ese día. Ha habido un gran debate entre los que guardan el sábado y los que guardamos el domingo, sin embargo, guardar el sábado o el domingo no agrega nada a nuestra salvación, la cual es por gracia, por creer en el sacrificio expiatorio de Cristo, y no por obras. Ya que la ley moral contenida en el Decálogo nunca cesará su vigencia, podemos confiar en que el principio detrás del mandamiento es apartar un día y dedicarlo totalmente a adorar y servir a  nuestro Señor. De ello se derivará una gran bendición para nuestra vida espiritual y material. En lo espiritual, por recrearnos en la comunión con Dios y adorarlo; y en lo material, porque ejercemos nuestra fe al suspender nuestras labores, sabiendo que aunque no produzcamos dinero ese día, éste no nos hará falta, porque Dios nos suplirá lo que nos falte, conforme a Sus riquezas en gloria.
           
            J. El ejemplo de un empresario cristiano.
Truett Cathy, fundador de los restaurantes Chick-fil-A (Filetes de Pollo), desde niño se inspiró en Prov. 22:1, “Más vale el buen nombre que las muchas riquezas, y la buena fama vale más que la plata y el oro.” Él se ha empeñado por ser un hombre íntegro que honra a Dios con sus negocios, y por hacer una diferencia en las vidas de sus empleados y la comunidad. Dios ha bendecido su honestidad y duro trabajo haciéndolo uno de los hombres cristianos de negocios más respetados en Estados Unidos y el mundo. Desde sus humildes comienzos en 1946, Chick-fil-A ha llegado a ser una gran empresa con más de 1000 restaurantes y más de mil millones de dólares en ventas anuales, todo mientras honraba a Dios al cerrar sus tiendas los domingos.

Cuando sólo tenía un restaurante, comenzó con la misión de su vida: ayudar a la juventud. Un día preguntó a su empleado Eddie Scott, qué planes tenía para después de terminar la secundaria. Como Eddie no le mencionó ir a la universidad, Cathy decidió ayudarlo. Puso un frasco en el mostrador de su restaurante con un letrero pidiendo donaciones para que Eddie estudiara. Muchos contribuyeron y Cathy puso lo que faltaba. Eddie llegó a ser el primero de 16,500 jóvenes que Truett Cathy ha ayudado a estudiar en la universidad, muchos de los cuales han regresado a trabajar con él.  Además, fundó el campamento cristiano Winshape y 12 hogares más que han cuidado de 1600 niños. Desde 1955, Cathy ha sido maestro de escuela dominical para niños de once años, muchos de ellos de padres solteros. Ha servido de guía a muchos jovencitos, contratado a algunos y enviado a muchos a la universidad.
           Adaptado de: “En Búsqueda de la Fidelidad en su Trabajo”, por Herschel Thatcher

Un día Truett Cathy decidió probar su fe en Dios  y aprendió a cerrar su negocio los domingos para servir en la iglesia. Dios le ha dado honra y prosperidad, y con ella ha guiado espiritualmente a muchos en la Escuela Dominical, y ha ayudado a muchos otros a estudiar y proveyéndoles empleos.


El día de reposo debe observarse, pero sin olvidar la ley del amor y la misericordia. Jesús sanó en sábado Luc. 6:7-11; dijo que el sábado podía llevarse el buey o el asno que cayera en un hoyo; y que podía desatarlo para llevarlo a beber agua, Luc. 13:15;14;5; y que el día de reposo había sido instituido para bien del hombre, y no el hombre para servir ese día en una forma extrema. Es un buen consejo que el día del Señor no comerciemos, compremos cosas que podemos comprar otro día, ni nos involucremos en actividades que no contribuyan a nuestro descanso, o que no sean para la honra de Dios. Hay emergencias cuando podemos comprar comida, medicina, buscar asistencia médica, o dar ayuda a quien la necesita con urgencia. Dios dará en cada caso la sabiduría para guardar el día del Señor de modo que sea testimonio a nuestros hermanos en Cristo y a nuestros amigos y vecinos no cristianos, sin caer en los extremos que Jesús señaló.

Nuestras diferencias con los adventistas o sabáticos no es sólo sobre cuál es el día de descanso; hay muchas más y son muy serias diferencias. Sugerimos investigar al respecto.

Preguntas para discusión en clase:
1.    ¿En qué formas ha sido usted bendecido por guardar el día del Señor?
2.    ¿Ha tenido usted algunas luchas para guardar el día del Señor?
3.    ¿Qué podemos hacer en el  día de reposo para honrar mejor a Dios?