PARA ESTUDIO: Deuteronomio 27 – 28.
LECTURA DEVOCIONAL: Josué 8:30-35.
PARA MEMORIZAR: II Corintios 3:6.
PROPÓSITO
Demostrar que la obediencia a Dios trae recompensas, pero la desobediencia trae consecuencias negativas.
INTRODUCCIÓN
1. ESCRITURA DE LA LEY (Dt. 27: 2-4)
En el mundo Antiguo era muy común este tipo de escritura sobre piedra. Por ejemplo, del siglo XIII a. C., data el famoso código de Hamurabi rey de Babilonia que constaba de 8,000 palabras escritas sobre roca. También se ve en Egipto y la península del Sinaí piedras y rocas con inscripciones de hace 3,000 años que llevan el proceso que se les pide: “Las revocarás con cal” (vs. 29).
El propósito que llevaban para Israel era de testimonio constante para las naciones acerca de su relación con Dios. Veamos que no serían escritas en simplemente piedra, sino “Piedras grandes” (vs. 2).
2. EDIFICACIÓN DEL ALTAR A JEHOVÁ (Dt. 27:5-6)
Al pie del Monte Ebal, cerca de las rocas del testimonio, se levantaría el altar. Un altar con piedras en estado natural para conservar la pureza, así como en Éxodo 20:25).
En la cultura de aquellos tiempos los altares paganos se hacían en las rocas o se cortaban piedras adecuadas para hacer y adorar a sus ídolos. Israel debía hacer la diferencia: “De piedras enteras edificarás el altar a Jehová tu Dios” (vs. 6).
Los Holocaustos que se hacían por completo sobre el altar, representaban la absoluta entrega de Israel a Dios. Las ofrendas de paz, que expresaban la gratitud del pueblo a Dios por la salud, por la salvación o por haber sido liberados, eran ocasiones de gozo. Al presentar esta ofrenda, toda la familia y sus invitados participaban de la comida preparada con parte del sacrificio (vss. 6, 7).
El pueblo es dividido siguiendo este orden: Sobre el monte Gerizim estarían los descendientes de Raquel y Lea, las dos mujeres principales de Jacob, para pronunciar las bendiciones. En el monte Ebal, estarían los descendientes de Bilha y Zilpa con los de Rubén, quien perdió la primogenitura y Zabulón, el hijo menor de Lea, para pronunciar las maldiciones.
La ceremonia probablemente se celebró en las partes más bajas de estas montañas gemelas, donde más se acercan entre sí. La dinámica era la siguiente: Los sacerdotes rodeando el arca en el valle abajo verían hacia el Gerizim, y dirían: “Bendito el hombre que no hiciere imagen de fundición” y el pueblo responde: “AMÉN”! Entonces dirigiéndose a Ebal, dicen: “Maldito el hombre que hiciere imagen”; y el pueblo responde: “AMÉN”. Este proceso era seguido en cada pausa con las bendiciones y maldiciones. Véase Josué 8:33-34.
Los doce delitos que aquí se nombran pueden clasificarse de esta manera:
RESUMEN
B. EL PRÓJIMO
D. LA VIDA. La vida es sagrada; así que todo culpable de asesinato secreto o judicial era maldecido por Dios (Éxodo 20:13; 23:7; Números 35:16).
E. MALDICIÓN. El que no cumple con todos los detalles de los mandamientos, tenía que sufrir el castigo divino.
1. SI OYERES (Vs. 1) NO TE APARTARES (Vs. 14).
Aunque no lo merecían, Dios les promete su
favor si se esfuerzan para lograrlo. El amor y la misericordia de
Dios, la vemos en las bienaventuranzas mencionadas Dt. 28:3-6.
Del versículo 10 al 14 se repiten inversamente las bienaventuranzas que se mencionan primeramente en los versículos 3 al 6. En todo el pasaje se recalca que ello vendrá como consecuencia de la obediencia (vs. 1, 9, 13, 14).
2. SI NO OYERES (VS. 15) Y NO CUIDARES DE PONER POR OBRA (VS. 58).
Las bienaventuranzas estaban condicionadas. Entonces Moisés anuncia las maldiciones que vendrían por la falta de atención y cumplimiento a la ley. Observemos un tremendo paralelo en cada una de ellas. Sólo cambia el “Bendito” por el “maldito”.
“BENDITO” serás en tu ciudad (vs. 3). “MALDITO” serás en tu ciudad” (vs. 16). Y así se dan todas las maldiciones.
Luego se describe un terrible castigo que viene como resultado de no oír y no poner por obra el mandato de Dios.
Vss. 20-26. El hombre y la naturaleza afligidos por enfermedades, pestilencia y sequía. El cielo sería como bronce: sin nubes; la tierra sería como hierro: seca. Caerían en manos de sus enemigos, y los pájaros del cielo devorando a sus muertos. Hay quienes opinan que de aquí se desprende la causa de la esterilidad del lugar de Palestina.
Vss. 27-37. Aquí vemos cuatro formas de maldición: 1. Enfermedad (vs. 27). 2. Locura (vs. 28). 3. Opresión (vss. 29-31). 4. Frustración (vss. 32-35).
Esta es la descripción de la condición en que se encontrarían los sobrevivientes que habían de sufrir el exilio. Tumores (de Egipto) –los más terribles que lo normal-, úlceras, locura, ceguera y la confusión mental que prevalecerían. Los enemigos y los invasores les robarían y oprimirían violando a sus mujeres, confiscando sus cosechas y animales. Además, serían objetos de burla y obligados a servir a otros dioses.
Vss. 38-46. Materialmente, el pueblo estaría sin nada. Los versículos 38 al 41 indican que todo estaría en contra.
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Vs. 13b Se les promete estar encina, no debajo | Vs. 43 Esta vez el extranjero estaría muy alto |
Vs. 12b Tendrán mucho que prestar a otros naciones | Vs. 44 Aquí no podrán prestar, más bien pedirán prestado |
Vs. 13a Estarán por cabeza, y no por cola | Vs. 44 Sus enemigos estarán por cabeza, y ellos por cola. |
Estas maldiciones vendrían sobre los israelitas como señal y sorpresa, despertando asombro y terror, porque habían fracasado en su compromiso con Dios. Probablemente, estemos en este tiempo, siendo probados en nuestra fe. Por eso es conveniente hacernos una revisión de cómo andamos delante de Dios. Debemos evaluar el nivel de nuestra relación con Él, y preguntarnos ¿por qué nos está sobreviniendo ésto? No tratemos de encontrar sólo las cosas que nos están pasando, sino también busquemos las causas por las cuales están pasando algunas cosas en nuestra vida. Es mejor que nos acerquemos a Dios.
Lamentablemente, los israelitas no hicieron caso. “A partir del fin del Reino del Norte, en el 722 a. C., los israelitas hicieron todas las cosas que Moisés les había dicho que no hicieran. El juicio más terrible de los tiempos del Antiguo Testamento, en la historia de Israel, aconteció en el 586 a. C. cuando el glorioso templo de Salomón y la ciudad de Jerusalén, capital de fama davídica, quedaron reducidas a cenizas y abandono. Aunque los judíos regresaron de la cautividad babilónica para reconstruir Jerusalén, se vieron sometidos a un peor y más trágico exilio en el año 70 de nuestra era. Según la detallada descripción de Josefo, los judíos fueron asesinados por miles cuando el ejército romano de Tito suprimió, sin misericordia, la rebelión judía y destruyó Jerusalén. Lo que es irónico es que los judíos fueron llevados como esclavos a Egipto y a otras parte del mundo y no fue hasta 1948 cuando los judíos establecieron una vez más su propio estado, reviviendo el hebreo como lengua hablada. Todavía existe la gran mezquita dorada, construida por los musulmanes erigida durante el siglo séptimo de la era cristiana, en el lugar que ocupaba el templo. HORRENDA COSA ES CAER EN MANOS DEL DIOS VIVO (Hebreos 10:31).
2. Vs. 58-68. Encontramos un resumen de las condiciones que se viven a causa del incumplimiento del pacto que se suscribe: plagas (vs. 59-60), enfermedad (vs. 61), destrucción (vs. 62), dispersión (vs. 64), remordimiento y temor culpable (vs. 65), inseguridad y terror (vs. 66), aflicción y desasosiego (vs. 67), servidumbre y cautividad (vs. 68).
Esta es una de las doctrinas centrales de Deuteronomio: La obediencia trae prosperidad y la desobediencia trae desastre. Ahora bien, si lo consideramos a la luz del Nuevo Testamento, encontramos que es una verdad a medias, porque en muchos casos la fidelidad de Dios trae lo contrario a la prosperidad. “Adán Simith indica que por lo menos hay un pasaje que describe en Deuteronomio el sufrimiento en términos didácticos más que retributivos (Ver Deuteronomio 8:2-3). Sin embargo, este no es el punto sobre el cual el libro de Deuteronomio coloca el énfasis. Los israelitas, estando a punto de entrar a Canaán con todas sus tentaciones, debían considerar que la desobediencia les acarrearía el desastre.
Casi siempre tratamos de considerar este punto así: Fallamos al Señor, y nos sobreviene una crisis. Luego decimos: “El Señor me está enseñando algo”. Pero luego no lo vemos como una consecuencia natural de nuestro desvío. De esta forma minimizamos la cuestión, cuando en realidad deberíamos sentarnos y pensar que es necesario retornar pronto al camino recto. ¡Qué Dios nos guíe!