El éxito del maestro en su tarea depende en gran parte del entusiasmo que ponga en el aula, el amor a sus alumnos y la dedicación en su preparación. Todas estas cualidades pueden adquirirse, por lo tanto, no podemos creer lo que alguien ha dicho: “El maestro nace, no se hace”. La herencia aporta su contribución a cada vida, pero no tanto que no pueda neutralizarse por el ambiente y la personalidad. Al enseñar una lección, se encontrará que la buena presentación acertada es, en gran parte, el resultado de la buena preparación. Si estamos dispuestos a dejarnos guiar y corregir por los principios pedagógicos, podemos estar seguros del éxito en la enseñanza.
No deshonramos al Espíritu Santo al estudiar las leyes que gobiernan el funcionamiento de la mente humana. Nadie estuvo más sujeto al Espíritu Santo que el Señor Jesucristo, sin embargo, nadie observó más cuidadosamente las leyes de la pedagogía. Aunque Él no escribió un tratado sobre la técnica de la enseñanza y hasta donde sabemos, no existía ninguno en esa época; Jesús y los que enseñaban en Su día eran verdaderos maestros en el arte y la práctica de la enseñanza.
El Dr. John Milton Gregory nos da siete reglas de la enseñanza que encierran los principios de pedagogía usados por nuestros Señor y nos ayudan a valorar el trabajo de un maestro. Estas leyes son:
I. LA LEY DEL MAESTRO
En la enseñanza laica es de gran importancia el conocimiento de la materia, que llega a ser el corazón mismo de la preparación, y nosotros no nos atreveríamos a sugerir que la enseñanza religiosa es de tan poca importancia que el conocimiento de la Biblia no sea esencial. El conocimiento es la materia prima con que el maestro trabaja, por lo tanto ha de ser completo. El conocimiento incompleto se reflejará en la enseñanza incompleta. Lo que el hombre no sabe no puede enseñar con buen éxito.
La señorita L. Flora Plummer dice: “En nuestro estudio de las Escrituras debemos procurar ser cabales. Debemos excavar hasta muy hondo; las mejores joyas no se hallan en la superficie. La exactitud es necesaria siempre. Los libros del contabilista deben ser exactos al centavo. Las junturas del carpintero no cumplen su propósito si no calzan con exactitud. Cada lección que se domina a fondo da mayores fuerzas para la siguiente, pero una lección tratada superficialmente nos debilita para las futuras”.
El maestro debe saber más de lo que ha de enseñar. No basta saber lo suficiente para llenar el tiempo. Para lograr un perfecto dominio de la lección, se requiere estudio tesonero e investigación amplia. A diferencia del predicador, el maestro debe estar suficientemente bien informado sobre el tema para contestar cualquier pregunta que los alumnos quieran hacerle. El maestro que realmente domina su materia puede observar el efecto de sus palabras sobre los niños y dirigir sus pensamientos con facilidad y soltura.
El Dr. A. H. Mckinney dice: “Al prepararse para enfrentarse a su clase el domingo, el maestro que interesa a los alumnos se prepara con oración para cumplir con tres propósitos. Su primer esfuerzo será conseguir la atención de los niños. Luego se esfuerza por retener esa atención durante toda su clase. Su tarea más difícil es convertir esa atención en interés”.
A. ATENCIÓN
La habilidad de interesar dependerá de:
El maestro podrá tener un vocabulario más amplio que el alumno, pero deberá recordarse que solamente mientras el primero limite su lenguaje al vocabulario del segundo, serán comprendidas sus lecciones por éste. El lenguaje a emplearse necesariamente será diferente en cada clase según la edad de los niños.
Con este fin se le hacen al maestro las siguientes sugerencias:
Toda enseñanza deberá empezar en algún punto conocido de la lección. Si el tema es completamente nuevo deberá buscarse algún punto de partida a fin de que lo nuevo se comprenda mediante la comparación con algo conocido y familiar. Esta ley de asociación o contacto es fundamental en toda enseñanza y básica en el desarrollo mental. Lo nuevo puede ser conocido solamente en relación con lo que ya se conoce.
El Señor Jesús fue un verdadero maestro en el arte. Sus oyentes conocían bien el Antiguo Testamento. Por esta razón edificaba verdades nuevas sobre los hechos ya conocidos. Para cumplir con esta ley, el maestro debe:
CUESTIONARIO - LEYES DE LA ENSEÑANZA