Si los padres cristianos han de entender y aplicar la disciplina y amonestación del Señor, deben estudiar con detenimiento lo que la Palabra de Dios tiene que decir en cuanto a la instrucción de los niños.
La palabra amonestación, como está usada en las Escrituras, significa instrucción y advertencia (Hebreos 8:5); hacer que se oigan las palabras de sabiduría (Eclesiastés 12:10-12); conseguir que una persona vea su error y se arrepienta (II Tesalonicenses 3:15); la amonestación trae ánimo (Colosenses 3:16); hacer recordar (Romanos 15:14-15); enseñar diligentemente, con paciencia decir una y otra vez (Isaías 28:10). La definición más detallada de amonestación que encontramos en las Escrituras está en Deuteronomio 6:6-9. (Busque y lea todas las citas).
A veces es muy fácil amonestar para algunos padres, maestros de Escuela Dominical o Superintendentes de la misma, predicadores y todos aquellos que les gusta dar “pláticas” a los niños. Pero el peligro más grande consiste en dar amonestaciones sin su acompañante escritural, la disciplina (manera de criar, educar o alimentar al niño). Toda amonestación sin disciplina puede hacer que el niño se sienta dudoso, sin interés y aun antagonista al evangelio.
La madre que amonesta a su hija para que “ame a todas las demás niñas”, pero que al mismo tiempo se muestra en actitud jactanciosa e indiferente con otras señoras de la comunidad, habla tan fuerte con esa manera de actuar que su amonestación no será recibida por su hija. Es importante que los padres vivan todos los preceptos y proverbios que tan libremente dicen a sus hijos lo que deben hacer. Viviendo lo que se dice no sólo tiene más valor y aceptación por parte de los niños, sino que también es muy probable que disminuirá el número de amonestaciones.
La sabiduría adquirida por la experiencia puede ser pasada a otros por medio de la amonestación, pero puede convertirse en regaño cuando se repite constantemente la misma cosa sin un propósito determinado. También el tono de voz debe ser tomado en cuenta.
Cuando hacemos algunas prohibiciones a los niños, debemos decirles la razón o razones de las mismas. No esperemos que el niño obedezca ciegamente sólo porque sus padres lo dicen. Él tiene una mente y necesita razones en las cuales pensar, que puede comprender y que le traigan convicción. Es muy fácil decir “no debes hacer esto”, pero es difícil explicar el por qué, y sólo nos damos cuenta de ellos cuando el niño nos pregunta ¿por qué no lo debe hacer? Nunca debemos dar como razones: “Porque en nuestra iglesia no creemos en tales cosas” o “porque lo digo yo”. Estas razones no lo convencerán.
En cualquier forma que se le dé la amonestación al niño, ya sea por medio de una plática, un mensaje, una enseñanza o por medio de consejos, ésta debe ser dada en tal forma que el niño pueda aceptarlo y sacar provecho de ella. Debemos entender que el niño no es un adulto pequeño. Él no está en vía de preparación para vivir una vida espiritual en el futuro cuando ya sea grande, él es una persona que está viviendo ahora mismo y que necesita ser enseñado hoy para que llegue a conocer y amar al Señor Jesús en una forma personal. Todas las influencias espirituales que reciba antes de su conversión son muy importantes, y su relación con Cristo en el futuro dependerá en gran parte de la actitud que él tome ahora.
La amonestación debe centralizarse en la persona de Cristo. El niño jamás se humillará y adorará a quien él nunca ha conocido como digno de confianza y amor. Muchos cristianos jamás han conocido la realidad de tener un Señor; y por no tener una experiencia más profunda e íntima con Él, luego regresan a la vida antigua o viven una vida cristiana raquítica y tambaleante todos sus días.
Sólo los padres que están dispuestos a ser amonestados por el Señor, están en condiciones de amonestar en el Señor. ¿Están ustedes aceptando las amonestaciones de Dios? ¿Está su vida en condiciones de amonestar en el Señor? ¿Están las relaciones de esposo y esposa creando un ambiente propio para la amonestación espiritual de los hijos? Dios quiere ayudar a los padres cristianos en sus relaciones mutuas, con sus hijos, en el hogar y en el trabajo para que vivan de acuerdo a las amonestaciones del Señor.
DISCIPLINA INDIRECTA
Muy pocos son los padres que están conscientes de que su actitud y conducta impresionan la mente de sus hijos de una manera poderosa y perdurable. La disciplina se necesita demostrar con hechos, pues no sólo consiste en repetir proverbios. Dar instrucciones puede ocupar sólo unos minutos al día, pero disciplinar por medio del ejemplo es un proceso continuo. Es muy importante enseñar la Palabra de Dios a nuestros hijos, pero es más importante aún demostrar la Palabra de Dios en nuestra vida diaria.
La disciplina indirecta enfatiza la influencia silenciosa del ejemplo de los padres en la vida de sus hijos. Un modelo bíblico de una influencia positiva por medio del ejemplo lo encontramos en Ana y su hijo Samuel. Ana era una mujer de oración (I Samuel 2:1-10); tenía gran fe en Dios (I Samuel 1:18); era una mujer de gran dedicación (I Samuel 1:11); era honesta (I Samuel 1:27,28). Todas estas cualidades en el carácter de Ana, fe, oración, amor, dedicación y honestidad, fueron la influencia callada que ejercía su vida sobre su hijo. Su ejemplo jugó un papel muy importante en el desarrollo del carácter espiritual de Samuel. Si estudiamos detenidamente la vida de él descubriremos las mismas cualidades que observamos en Ana.
Los niños son lo que son sus padres. De ellos aprenden por medio de su vida religiosa y espiritual durante las veinticuatro horas del día y los siete días de la semana. Es cierto que muchos niños de hogares inconversos que se convierten, incluso hay hijos que se vuelven más fuertes espiritualmente que sus padres, pero lo corriente es que los niños de hogares cristianos aprenden todas las doctrinas fundamentales de la Palabra de Dios por medio de la vida y el ejemplo de sus padres.
La fe que descansa en Cristo en vez de apoyarse en buenas obras, no puede pasar inadvertida por los hijos. Las palabras de gratitud y alabanza al Señor y las veces que se piden perdón son escuchadas por los niños. El ejemplo del padre y la madre dependiendo de Dios es demostrado por medio de la oración y el estudio de la Biblia. Los himnos y versículos que oyen de labios de sus padres y todo lo que escuchan y observan en ellos, enseña mucho en forma silenciosa en cuanto a la salvación por medio de la fe en Cristo. Los niños saben que el Espíritu Santo mora en el corazón porque ven el fruto de amor, gozo, paz, tolerancia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza.
Al preguntarle a un joven qué traducción de la Biblia prefería, contestó: “Yo prefiero la de mi madre”. Ella ha traducido la Biblia al lenguaje de la vida diaria. Nunca he encontrado porciones oscuras en su versión. Cuando leo otras versiones, es la de mi madre la que siempre esclarece mi problema.
Los padres deben demostrar a sus hijos que los aman y es bueno que no sólo lo demuestren con hechos, sino que de vez en cuando se los digan con palabras. Muchos niños se dan cuenta que se suplen sus necesidades físicas o materiales, pero no se hace con amor.
El hogar debe ser un lugar de gozo, donde reine siempre la alegría en el ambiente. Debe ser un lugar donde no existe el aburrimiento, el desorden, el bullicio, la suciedad siendo por el contrario donde todos, inclusive los niños, estén felices cumpliendo cada uno con sus ocupaciones. Los niños deben estar felices para ser buenos, y el hogar debe ser el lugar más feliz del mundo.
Si en el hogar los padres juegan con sus hijos, toman en cuenta sus deseos e intereses, hacen planes juntos, van a la iglesia como familia, tienen un tiempo devocional y de adoración en el cual los niños toman parte activa, allí habrá bendición y felicidad. Allí los niños aprenderán a orar y leer la Palabra de Dios. Si padres e hijos trabajan juntos en el hogar, si no muestran preferencias por ciertos hijos, en ese hogar los niños estarán aprendiendo muchos hábitos buenos y su ambiente será de paz y felicidad.
Recuerden que la paciencia, bondad, mansedumbre, templanza y fe serán igualmente aprendidos. Las influencias silenciosas que nutrirán y desarrollarán el carácter del niño en el Señor son el fruto del Espíritu Santo en la vida diaria de los padres cristianos. Cuan atractivo será Cristo para aquellos hijos, porque es Él quien ha dado ese espíritu de amor, gozo y paz a su hogar.
Para muchos padres disciplinar a los hijos significa, según ellos, forzar la arbitraria autoridad paternal. Creen que el hijo disciplinado es aquel que salta cuando oye el ruido del látigo; que no debe bajo ninguna circunstancia expresar una opinión o hacer una decisión; el que obedece sin hacer preguntas, aún de las órdenes más descabelladas. Pero esta no es una forma de criar a los hijos en la disciplina del Señor, ni podemos llamarle “disciplina cristiana”. Esto sería criar a los hijos en un ambiente de violencia.
El extremo opuesto es el de criar a los hijos sin ningún control paternal y por lo mismo sin ninguna disciplina. El niño hace lo que se le antoja y luego domina la vida de los adultos que le rodean. Entre estos dos extremos está el camino que se debe seguir.
Muchos problemas de disciplina surgen por causa de la ignorancia, es decir, se desconoce su verdadero propósito. La disciplina que se practica con sabiduría utilizará la voluntad del niño, enseñándole a que él obedezca porque desea hacerlo, o sea, que el niño anhela obedecer por su propia voluntad. La verdadera obediencia viene de adentro.
Las madres y padres que han renunciado a su deber de disciplinar a sus hijos también han perdido privilegios y alegrías. La disciplina tiene dos funciones principales: la de formar hábitos en el niño que le serán útiles y la de modificar o cambiar todos aquellos que son inservibles o malos. Si un niño posee un mal hábito no nació con él, lo adquirió por medio de la imitación o el aprendizaje. Todo hábito malo debe ser corregido.
Es más fácil e importante prevenir que corregir malos hábitos ya formados. Es por eso que todo padre verdaderamente cristiano se preocupará porque el niño desde su temprana edad adquiera hábitos cristianos. Todo lo que se hace repentinamente es lo que se transforma en hábito. Si deseamos que nuestro hijo se comporte debidamente en la Casa de Dios, nosotros no debemos permitirle, ni una vez que ande libre gateando o caminando por todas partes en el templo, con lo cual le enseñamos reverenciar el lugar donde adoramos a nuestro Dios. Este será un buen hábito.
Cuando los padres imponen una disciplina a base de temor, los hijos obedecen porque es su deber, pero no lo hacen porque lo desean y quieran agradar a sus padres. Tienen miedo de quebrantar la autoridad paterna. ¿Será ésta la disciplina del Señor? Como cristianos, ¿Estamos obedeciéndole por temor o porque le amamos y deseamos honrarle?
Cuando los padres hacen que sus hijos les obedezcan ciegamente y por temor, llegará un día cuando su hijo o hija se revele. La expresión: “Hazlo porque yo te ordeno” no es una razón para que el niño obedezca. Con frecuencia y honestidad los padres deben analizar lo que han dicho. ¿Les gustaría que alguien a quien ustedes necesitan obedecer tomara esta misma actitud? El problema de disciplina abarca no sólo a los hijos, sino también a los padres. Deben estar seguros que están demandando obediencia no sólo por su propio beneficio, sino por el bien de sus hijos. El padre que no practica la disciplina en su propia vida, no podrá imponerla en sus hijos. Si el padre y la madre ganan el respeto y amor de ellos, éstos les obedecerán con alegría. Todo padre que es firme en sus decisiones y cumple lo que promete ganará el respeto y admiración de sus hijos.
El mejor método de disciplinar es el de crear condiciones que evitarán que las faltas se cometan. Vale la pena y paga grandes dividendos hacer que la obediencia sea algo que traiga gozo y satisfacción a todos los miembros del hogar.
Si los padres siempre están haciendo una lista de prohibiciones y están constantemente diciendo: “No hagas esto”, “no hagas lo oro”, impresionarán al niño, y él procurará probar nuevamente. Es mucho mejor buscar el lado positivo para la corrección.
Otra cosa que es importante que los padres sepan es que el juego es algo muy real e importante en la vida del niño. Él lo considera tan serio como el trabajo para el adulto. Muchas veces la desobediencia del niño es provocada porque el padre interrumpe al niño en su juego de una manera sorpresiva y demanda obediencia inmediata. El niño necesita tiempo para hacer los arreglos necesarios en su juego antes de obedecer. Por ejemplo, un niño piensa no venir inmediatamente a comer o acostarse porque está jugando. La niña vendrá con gusto si le advertimos que es tiempo de que acueste su muñeca porque también es hora de que ella vaya a comer o a dormir. En vez de hacer que Juanito interrumpa su juego bruscamente, le podemos decir que debe estar listo para venir a la mesa durante cinco minutos. También le podemos advertir que debe venir tan pronto como termine de descargar su camión.
El castigo puede usarse con niños de cualquier edad, pero si el padre o maestro usa el castigo para cualquier falta y constantemente, su método de disciplina no sirve. Recuerde que con su ejemplo, siendo firme en sus decisiones y cumpliendo lo que promete, usted ganará la admiración, respeto y amor de sus hijos.
CUESTIONARIO