LECTURA PARA PREPARAR LA LECCIÓN: Jueces caps. 4 y 5.
LECTURA DEVOCIONAL ANTES DE INICIAR LA CLASE: Salmos 106:34-48.
VERSÍCULO PARA RECORDAR: Salmos 106:44-45.
PROPÓSITO DE LA LECCIÓN
Enfatizar que Dios también usa a las mujeres santas y valientes, como Débora, para guiar y librar a su pueblo.
A. INTRODUCCIÓN (Jueces 4:1-3)
Los israelitas vivían atemorizados porque el enemigo tenía “novecientos carros herrados”, o sea con ruedas protegidas por aros de hierro. Esta cruel opresión llevaba ya veinte años y los hijos de Israel afligidos clamaron a Jehová.
Vs. 5-6. Débora, también profetisa, impartía justicia bajo una famosa palmera entre Ramá y Bethel, en el monte de Efraín, llamó a Barac, de la tribu de Neftalí, para que con diez mil hombres de Neftalí y Zabulón fuera al Monte Tabor (ver mapa).
Vs. 7-10. Dios le dijo a Barac, a través de Débora, que Él atraería a Sísara al arroyo de Cisón, con sus hombres y sus carros de guerra para entregarlo en sus manos. Pero, a pesar del mensaje de que vencería, Barac puso como condición que la jueza lo acompañara. ¿Qué confianza tenía Barac en Débora para poner como condición que él participaría si ella lo acompañaba? ¿Pensaba que ella garantizaría la bendición de Dios? ¿O que ella merecía el respeto del pueblo y podía ejercer autoridad sobre él? Débora le hizo saber a Barac que la gloria de la victoria sería para una mujer, en cuyas manos Dios entregaría a Sísara. Así pues, la profetiza y jueza acompañó al líder y a los diez mil hombres.
V. 11. Este es un paréntesis con información adelantada para entender lo que sucedería después. Heber, ceneo, pariente de Hobab o Jetro (suegro de Moisés), aunque su pueblo vivía al sur en el desierto de Judá, se había separado de éste y se había trasladado hasta al norte, cerca de Cedes (ver mapa), en la proximidad donde habría de desarrollarse la batalla entre los israelitas y los cananeos.
Vs. 12-14. Al saber Sísara que Barac ya había subido al MonteTabor, reunió a todos sus hombres y sus carros de guerra. Débora repitió a Barac que ese día Dios le entregaría a los cananeos en su mano. Entonces él descendió del monte para la batalla. Jueces 5:4, 5, 20 y 21, indican que una lluvia torrencial, fuera de estación, impidió el desplazamiento efectivo de los carros de guerra de Sísara. Débora posiblemente ordenó a Barac que atacara, cuando vio que una tormenta se aproximaba. En Cap. 5:21, se dice que el torrente de Cisón también creció y arrastró a muchos de los enemigos.
V. 15. Y, como fue profetizado, Jehová derrotó a las fuerzas de Sísara, quien abandonó su carro para huir a pie.
V. 17-21. Sísara se refugió en la tienda de Jael, esposa de Heber ceneo, porque éste y Jabín el cananeo habían concertado un tratado de paz un tiempo antes. Jael recibió con amabilidad al exhausto Sísara. Cuando éste pidió agua, ella le dio leche y lo arropó. Sísara pidió a Jael que vigilara la puerta y que negara que escondía a alguien. Sin embargo, ella lo asesinó atravesándole ambas sienes con una de las estacas que servían para asegurar las tiendas de campaña, y lo clavó en el suelo. La tarea de levantar y desmontar las tiendas de campaña era tarea de las mujeres nómadas, lo cual explica su habilidad para manejar la estaca y el mazo.
V. 22. Cuando Jael salió a encontrar a Barac, quien llegaba en persecución de Sísara, ella le mostró lo que había hecho con su enemigo.
Frank Boyd dice: “La acción de Jael al matar a Sísara, y la alabanza de Débora hacia ella por haberlo hecho (5:24-27), han sido objeto de crítica por parte de algunos. Hay que decir, primero, que aunque Débora y Barac exaltan el hecho, la Biblia no lo aprueba ni lo encomia, simplemente lo registra. Por otro lado, debemos tomar en cuenta el hecho de que la época en vivió Jael difería de la nuestra en cuanto a costumbres y normas. Citamos a un comentarista inglés: ‘ Jael por su acto justo y valiente salvó su vida, defendió el honor de su marido ausente, su propio honor y el de muchos cientos de mujeres (5:30). Al entrar a la tienda de Jael, Sísara fue culpable de una acción muy cruel y pagó muy bajo por la hospitalidad y bondad que se le habían brindado. Él sabía muy bien que la ley del desierto condenaba a muerte a una mujer en cuya parte de la tienda entraba un hombre. Ella podía salvarse solamente matándolo. Tal era la ley del desierto; y Jael era una hija del desierto, y no de Israel’ ”.
Vs. 23-24. Después de esta contundente victoria, los israelitas continuaron reduciendo el poder de Jabín hasta obtener su total derrota. Ya no hubo otra confrontación de esta magnitud con los cananeos, excepto pequeñas luchas contra grupos aislados de éstos.
la sinonimia, en la que un pensamiento se repite con diferentes
palabras
V. 2, “Por haberse puesto al frente los caudillos en Israel,
por haberse ofrecido voluntariamente el pueblo,
load a Jehová”.
y la antítesis, en la que dos ideas opuestas se contrastan:
V. 31, “Así perezcan todos tus enemigos, oh Jehová:
Mas los que te aman, sean como el sol cuando sale en su fuerza”.
Vs. 6-7. Los caminos principales estaban desiertos, porque la gente usaba los atajos escondidos para evitar ser molestados por los cananeos, mientras que las aldeas y la agricultura habían decaído. Todo esto ocurrió hasta que Débora cumplió con su papel histórico como jueza, como profetiza y como madre de Israel.
V. 8. Habían de nuevo dejado a Jehová y escogido a nuevos dioses y como consecuencia la guerra había vuelto a azotarlos. No tenían armas, pues sus opresores, especialmente los filisteos, se las habían quitado, I Sam. 13:19-22. Las pocas que tenían las tenían escondidas. Esto contrastaba con la derrota que sufrió Sísara y los cananeos, porque Dios peleó por Israel contra ellos.
Vs. 9-11. Débora exaltó la participación decidida de los jefes: ancianos y jueces. Instaba a los viajeros a testificar de la paz que ahora había para movilizarse y conversar en los lugares de reunión: los abrevaderos, o pozos, sin oír ya más el ruido de los arqueros. Ahora se podía cantar de la victoria en los pueblos.
V. 16-17. Este es un reclamo para las tribus de Rubén, Galaad, Dan y Aser por no haber acudido a ayudar a sus hermanos.
Vs. 20-22. Dios había movilizado los elementos naturales para derrotar a los cananeos: la lluvia y la creciente de Cisón barrieron con ellos y sus carros.
Vs. 23-27. Se maldijo a la tribu de Meroz por no haber auxiliado a Israel, que aquí se tomó como no haber ayudado al mismo Dios. Mientras, Débora bendijo a Jael.
Vs. 28-30. Mientras la madre de Sísara esperaba ansiosa a su hijo, ella misma y sus damas pensaban que el capitán y sus soldados estarían repartiéndose el botín: las ricas ropas y hasta las doncellas vencidas. Esto justifica la acción de Jael al matar a Sísara, para evitar ser parte del botín y convertirse en una esclava concubina.
V. 31, Débora concluyó con una oración por que los enemigos de Dios perecieran, mientras que los que lo amaban resplandecieran como el sol.