LECTURA PARA PREPARAR LA LECCIÓN: Jueces caps. 6-8.
LECTURA DEVOCIONAL ANTES DE INICIAR LA CLASE: Salmos 83:1-18.
VERSÍCULO PARA RECORDAR: Lamentaciones 3:22, 23.
PROPÓSITO DE LA LECCIÓN
Considerar la misericordia de Jehová, su milagro de liberar a Israel con sólo trescientos soldados escogidos, y Su gran paciencia al guiar al vacilante Guedeón a aceptar el gran reto de guiar a su pueblo.
A. INTRODUCCIÓN (Jueces 6:1-6)
Vs. 1-2. De nuevo los israelitas cayeron en la apostasía. La milagrosa victoria sobre los cananeos fue pronto olvidada e Israel hizo lo malo ante los ojos de Jehová. En consecuencia, Él los entregó en mano de Madián por siete años. La situación era tan dura que los israelitas tuvieron que refugiarse en cavernas y en lugares fortificados.
Vs. 3. En el tiempo de la cosecha llegaron los invasores: Madián, pueblo al norte del golfo de Acaba, donde Moisés se había refugiado al huir de Egipto, Ex. 2:15-16; Amalec, pueblo al sur de Judá que ya antes había invadido a Israel aliado con Moab y había sido derrotado por Aod, Jueces 2:13-30; los hijos del oriente, un grupo nómada del desierto de Siria. Primera vez que en una campaña militar se mencionan camellos, los cuales constituían un transporte rápido.
La tribu de Manasés fue la principal afectada, pero también Aser, Zabulón, Neftalí y Efraín, Jue. 6:35; 8:1. Los invasores llegaban al estilo de los nómadas: con sus ganados y tiendas, para devastar la tierra como langostas. Los israelitas tenían que vivir pobremente en cavernas y regiones montañosas inaccesibles.
Vs. 6:7-10. Antes de dar respuesta y liberación de sus enemigos, Dios demanda arrepentimiento, reenseñanza y renovación del pacto. Cuando Israel clamó a Dios, Él les envió un profeta que les habló en nombre de Jehová quien los había sacado gloriosamente de Egipto y los había introducido en la Tierra Prometida. Él les recordó que lo habían desobedecido al temer y al servir a los dioses cananeos.
V. 11. El juez escogido esta vez fue Gedéon, hijo de Joás, descendiente de Abiezer de la tribu de Manasés, cuya heredad estaba al oriente del Jordán. Fue llamado mientras limpiaba su escaso trigo en el lagar: un hoyo labrado en la roca, donde se pisoteaban las uvas para extraer el vino, esto describe bien la opresión de Madián.
Vs. 12-16. El ángel de Jehová le dijo: “Jehová está contigo, varón esforzado y valiente”. Al preguntarle Gedeón por qué sufrían opresión y desamparo, Dios le aseguró que él salvaría a Israel con Su divina ayuda. Gedeón insistió en que no tenía medios para hacerlo, que su familia era pobre y él era el menor de ella. Dios le reiteró que estaría con él y que derrotaría a los invasores como a un solo hombre.
Sólo cuando un hombre es plenamente consciente de su debilidad y de las dificultades de la situación, el Señor puede usarlo. Quien confía en sí mismo y en sus propias fuerzas, posiblemente no recibirá la gracia de Dios para ser usado, pues no podrá agradecérselo. Dios vio en Gedeón no solo al hombre débil y timorato, sino al hombre que podía ser: fuerte, resoluto y valiente.
Vs. 24-27. Dios comisionó a Gedeón para corregir a su propia familia de la participación en la idolatría. Debía derribar el altar de Baal y también el pilar sagrado de madera que simbolizaba a Asera. Luego habría de edificar un altar a Jehová y ofrecer un toro en holocausto, quemándolo con aquella madera. Gedeón no era tan pobre como había pretextado, pues tomó a diez de sus siervos para cumplir el mandato de Dios, lo cual hizo de noche por temor a su familia.
Vs. 28-32. Por la mañana, cuando los de la ciudad vieron lo ocurrido con el altar de Baal y la imagen de Asera, pronto averiguaron que el culpable era Gedeón y demandaron a Joás, el custodio de los ídolos, que su hijo fuera ejecutado. La respuesta de Joás muestra que talvez comenzaba su restauración espiritual. Les dice que si Baal era dios él mismo debía defenderse de quien había derribado su altar.
Vs. 33-35. Cuando los madianitas, los amalecitas y los hijos del oriente acamparon en el valle de Jezreel, Gedeón fue investido con el poder de Dios. Tocó el cuerno y los de su familia se le unieron, lo cual evidencia que la valiente acción de Gedeón contra los ídolos no había causado división entre sus parientes. Convocó a los de Manasés y éstos se le unieron, y luego también a los de Zabulón y los de Neftalí. No se atrevió a llamar a Efraín porque talvez se sentía indigno de pedir a la tribu más fuerte que se pusiera bajo su mando, siendo él de una tribu menos poderosa. Esta omisión sería causa de un reclamo después.
Vs. 36-40. Gedeón todavía le demanda a Dios más prueba de que él era el llamado a librar a Israel: dejaría un cuero de oveja a la intemperie y la señal sería que amaneciera empapado y seca toda la tierra alrededor. Dios se lo concedió. Temiendo incurrir en la ira de Dios, le pide aun otra prueba: dejaría de nuevo el vellón a la intemperie y la señal sería que amaneciera seco y húmeda la tierra. De nuevo la paciencia divina le confirmó su llamado. La fe no es un salto a ciegas; la fe ve las posibilidades y las consecuencias. La fe en el Nuevo Testamento se basa en los hechos del Evangelio, Juan 20:31; la fe viene por oír la Palabra de Dios, Rom. 10:17.
Vs. 8-9. Gedeón tomó provisiones y, además, cántaros y trompetas hechas con cuernos de carneros o reses. Por la noche Dios le ordenó que atacara, aseverándole nuevamente que le entregaría al enemigo en sus manos.
Vs. 10-15. Dios mostró una vez más su gran paciencia a Gedeón. Le dijo que para asegurarse que vencería, descendiera con su siervo hasta el campamento enemigo. Allí escuchó a uno de los invasores contarle a su compañero un sueño: un enorme pan de cebada rodó hasta el campamento de Madián y derribó una tienda de campaña, símbolo de los nómadas. El compañero pronto interpretó el sueño: el pan era la espada de Gedeón en cuyas manos Dios había entregado a los madianitas. Cuando Gedeón escuchó esto de boca de los paganos, se dio cuenta que Dios le había hablado aun usando a los invasores. Abrumado por la bondad y paciencia del Señor, allí mismo lo adoró: su corazón fue elevado en fe y se postró ante la majestad de Dios, quien pacientemente le había prometido su ayuda. Con esta seguridad se dispuso a guiar a su pueblo hacia la victoria.
Vs. 19-25. Al cambio de centinelas, a media noche, los israelitas sonaron las trompetas, quebraron los cántaros y tomaron sus antorchas gritando: “¡Por la espada de Jehová y de Gedeón!”. Los que dormían despertaron repentinamente y, al ver a los guardias relevados moviéndose entre ellos, los tomaron como sus enemigos. La confusión fue tanta que comenzaron a matarse entre sí y a huir despavoridos, mientras los hijos de Israel los alumbraban. Luego los persiguieron, mientras Gedeón pidió a los de Efraín que bloquearan su huida tomando los vados de los ríos que cruzarían. Así lo hicieron y capturaron a dos de los príncipes de Madián.
Vs. 18-21. Los reyes madianitas habían matado a los hermanos de Gedeón por lo cual éste ordenó a su primogénito que los ejecutara. Cuando Jeter se negó a hacerlo, ya que era muy joven y tenía miedo, el mismo Gedeón lo hizo.
V. 28-34. Madián nunca se recuperó de su derrota y los israelitas disfrutaron de muchos años libres de invasiones. Pero, cuando Gedeón murió, de nuevo se olvidaron de Jehová y se prostituyeron tras los baales.