LECTURA PARA PREPARAR LA LECCIÓN: Jueces caps. 19-21.
LECTURA DEVOCIONAL ANTES DE INICIAR LA CLASE: Romanos 3:9-22.
VERSÍCULO PARA RECORDAR: Romanos 5:1.
PROPÓSITO DE LA LECCIÓN
Mostrar cuán bajo puede caer el hombre cuando se olvida de Dios y de sus leyes, y cuánto mal causa el pecado a la paz social.
A. EL LEVITA Y SU CONCUBINA (Jueces 19:1-30)
Vs. 4-9. El suegro también le dio la bienvenida con gozo, pensando que la desgracia de su separación ya no caería sobre él. Después de tres días, al disponerse el levita a regresar a casa con su mujer, el suegro amablemente lo convenció para que se quedara un día más y así lo hizo. Al quinto día, ya tarde, el suegro le sugirió que se quedara otro día más, pero el levita ya no accedió y partió con su mujer y su siervo.
Vs. 10-19. Al llegar a Jebús (Jerusalén) ya se acercaba la noche, y el siervo aconsejó al levita que pernoctaran allí. Este respondió que sólo posarían en una ciudad de israelitas, por lo que siguieron hasta llegar a Gabaa de Benjamín, a la puesta del sol.
Se sentaron en la plaza esperando ser invitados a posar en algún hogar; pero nadie los invitó. Un anciano de la tribu de Efraín, morador de Gabaa, quien regresaba de trabajar, les preguntó de dónde venían y hacia dónde iban. El levita dijo que venía de Belén e iba a la casa de Jehová, pero que nadie le había dado posada aún. ¿Iba de veras a la casa de Dios a agradecerle por haber recuperado a su mujer? ¿O decir que iba con un fin religioso le ayudaría a conseguir posada más fácilmente? ¡Quién sabe! Dijo que llevaba forraje para sus asnos y comida para ellos y no pediría nada.
Vs. 20-22. El anciano ofreció darles todo lo necesario, con tal que no se quedaran en la plaza por la noche. Ya en casa, sus huéspedes se lavaron los pies, comieron y bebieron, y sus asnos fueron alimentados. Pero, cuando ya se hallaban contentos por haber bebido, los hombres de la ciudad, que eran pervertidos, llegaron a golpear la puerta demandando que el anciano sacara al levita para abusarlo sexualmente. Esta terrible escena de inmediato nos recuerda lo sucedido en casa de Lot, Gén. 19:4-11.
V. 23. El anciano trató de disuadirlos para que no cometieran tal pecado, ni violaran las sagradas leyes de la hospitalidad. Les ofreció a su hija virgen y a la concubina para que hicieran con ellas como quisieran, para evitar que “sodomizaran” a su huésped. La baja estima en que se tenía, y aun se tiene, a la mujer en el Medio Oriente, fue una de las causas de tal ofrecimiento. Pasarían aún treinta siglos antes que la mujer gozara de algunos derechos de entre los muchos que aún se le niegan. Recordemos que la Iglesia Evangélica Amigos fue una de las pioneras en darles a las mujeres el reconocimiento que la sociedad les negaba. Los Amigos permitieron desde el inicio de su movimiento, en el siglo diecisiete, que las mujeres participaran en las diversas facetas del liderazgo, como maestras, predicadoras y misioneras.
Vs. 25-26. Aquellos hombres perversos no atendieron razones. El levita les sacó a su concubina, la cual fue abusada toda la noche. Al amanecer, ella se dirigió a la puerta de la casa y allí cayó muerta. El levita no hizo esfuerzos por exponer su vida para defender a la mujer a quien pretendía amar; para salvar su propia integridad les entregó a la indefensa mujer. Esto golpea duramente nuestra mentalidad cristiana del siglo veintiuno, que respeta a la mujer como hecha también a la imagen de Dios.
Vs. 27-28. Al día siguiente, el levita fríamente se alistó para seguir su camino. Cuando vio a su mujer tendida a la puerta, le pidió que se levantara y lo acompañara. Pero, al ver que estaba muerta, la puso sobre su asno y partió. No se registran ni comentarios ni lamentos de parte de nadie, sino el breve y frío relato de un hombre que se lleva a su muerta a su hogar.
V. 29. El levita partió el cadáver en doce pedazos y los envió por todo Israel, por medio de mensajeros que posiblemente llevaban el encargo de contar acerca del horrendo crimen y decir: “Considerad esto, tomad consejo y hablad”. Quienes veían aquel macabro mensaje decían: “Jamás se ha hecho ni visto tal cosa, desde el tiempo en que los hijos de Israel subieron de la tierra de Egipto hasta hoy”, aludiendo al Éxodo como el gran evento que había dado origen a la nación de Israel.
Vs. 10-11. El no haberse presentado los de Benjamín a la convocatoria, implicaba que habría una larga campaña contra ellos; tendrían que organizar muy bien la provisión de víveres, pero todos estaban unidos en el propósito de hacerles pagar por su abominable crimen.
Vs. 12-17. La congregación de Israel envió hombres a todo Benjamín para conminarlos a entregar a los culpables de Gabaa, para ser ejecutados y borrar así el mal de Israel. Pero los de Benjamín no los escucharon sino se solidarizaron con los criminales; prepararon a veintiséis mil guerreros, además de setecientos hombres escogidos de Gabaa, quienes eran zurdos muy hábiles para tirar con sus hondas.
Vs. 18-25. La congregación consultó a Dios preguntándole qué tribu pelearía primero contra Benjamín, y Él les respondió que Judá. Así, por la mañana los de Israel atacaron, pero los de Benjamín les hicieron veintidós mil bajas. La congregación volvió a prepararse para combatir por segunda vez, porque había llorado y consultado a Dios la noche anterior y Él le había mandado hacerlo. Los de Benjamín les causaron otras dieciocho mil bajas.
Vs. 26-28. La congregación lloró nuevamente y esperó en la presencia de Dios, ayunó y ofreció holocaustos y ofrendas de paz. El Arca del Pacto se hallaba allí en Mizpa en esos días. Al preguntar a Dios si debían pelear otra vez más, la respuesta fue que continuaran, porque entonces sí les serían entregados los de Benjamín.
Vs. 29-48. Los de Israel sufrieron aún unas treinta bajas antes de usar una estratagema efectiva, con la cual consiguieron matar a veinticinco mil hombres de Benjamín, e hicieron que seiscientos hombres se atrincheraran en la peña de Rimón por cuatro meses. Mientras continuaron con su acto de ajusticiamiento: quemaron las ciudades de Benjamín, mataron a sus hombres, las bestias y todo lo que hallaron.
Al día siguiente se levantaron temprano, levantaron un altar y ofrecieron holocaustos y ofrendas de paz.
Los de Israel habían también jurado que castigarían con la muerte a quienes no acudieran a su convocatoria en Mizpa, y averiguaron que los de Jabes de Galaad no lo habían hecho. Aquí hallaron una solución al problema de cómo hallar mujeres para los de Benjamín.
V. 10-18. La congregación envió a doce mil hombres a matar a todos los de Jabes, excepto a las mujeres vírgenes. Lo hicieron así y trajeron hasta Silo a cuatrocientas doncellas. Luego se llamó en paz a los atrincherados en la peña de Rimón y, al llegar, les dieron por mujeres a las vírgenes de Jabes, pero no eran suficientes. Se compadecieron de nuevo por ellos y por la ruptura de la unidad, mientras los ancianos pensaban qué harían, pues las mujeres de Benjamín habían muerto.
V. 19-22. Los ancianos sugirieron a los de Benjamín que fueran al festival anual en Silo, para emboscar a las chicas que salían a danzar y llevárselas a su tribu. Los ancianos prometieron decir a los padres de ellas que no habían obtenido suficientes mujeres en Jabes, y que ellos no eran culpables de romper el juramento, porque no se las habrían dado por su gusto, sino les habrían sido robadas.
Vs. 23-25. Los hijos de Benjamín lo hicieron así. Secuestraron a las chicas que danzaban, reedificaron sus ciudades y las habitaron. Los demás volvieron a su casa.
Hay que admitir que en medio de tanta maldad y sangre, se distinguen algunos rasgos de misericordia, solidaridad y consideración, al recurrir a soluciones algo extrañas, y hasta cómicas para nosotros, para restaurar a la tribu de Benjamín.
El Libro de los Jueces termina con la observación de que “no había rey en Israel; cada uno hacía lo que bien le parecía”.