LECCIÓN No. 3 (regresar
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PRIMERAS REACCIONES HACIA JESÚS
PARA ESTUDIO: Marcos 2:1 a 3:6
LECTURA DEVOCIONAL: Efesios 1:3-14.
PARA MEMORIZAR: I Corintios 1:18.
PROPÓSITO
Mostrar que Jesús puede perdonar pecados y
también sanar la enfermedad; además, darnos cuenta de nuestra
responsabilidad de traer a otros al gran Médico del cuerpo y del
alma.
OCASIÓN
Capernaum, el lugar donde fue sanado este paralítico,
era una ciudad situada a orillas del mar de Galilea.
Después de un sábado tan ocupado (Marcos
1:21-34), Jesús se levantó muy de mañana a orar.
Era un lugar solitario, pero luego llegaron Pedro y otros, a quienes les
dijo que Él debía ir a otros lugares de Galilea para predicar.
Sus días fueron llenos de predicación y sanidad. Jesús
había sanado a un leproso, y éste regaba la noticia por todos
lados. De todas partes le seguían en busca de ayuda, y Él
tenía que pasar en lugares desiertos para enseñarles y sanar
a los enfermos. Después de algunos días en esas actividades,
regresó a su hogar en Capernaum. Todos se reunieron pronto
para verle, y entonces, un nuevo milagro surgió: Un paralítico
fue bajado por el techo de la casa, y fue levantado y sanado por Jesús.
EXPOSICIÓN DE LA LECCIÓN
Es bastante extraño que Jesús haya
afrontado la oposición desde los primeros días de su ministerio,
siendo que Él había venido para hacer el bien. Nadie
podía encontrar una sola falta en Él. Sus palabras
siempre eran llenas de gracia; enseñaba, sanaba, oraba, bendecía
a los niños y daba palabras de aliento a los necesitados.
Cristo vino para bendecir, pero pocos le comprendían. ¿Por
qué sería que los escribas, los gobernadores y todos los
dirigentes religiosos judíos no le reconocieron como el Ungido de
Dios que habría de venir? ¿Cuál es la reacción
nuestra hoy?
I. LA FE DE LOS CREYENTES RECOMPENSADA (Marcos 2:1-5)
Con mucha rapidez, al llegar Jesús a Capernaum,
se regó la noticia de que ´-el allí se encontraban,
y pronto se juntó una gran multitud para verle. Las esperanzas
de un joven paralítico se abrieron, y creyendo en el poder sanador
y salvador de Jesús, fue llevado por cuatro hombres a Cristo.
Ciertamente había tanta gente que no les fue posible entrar al lugar
donde estaba Jesús, pero eso no fue impedimento suficiente para
que Dios obrara en él. La fe siempre encuentra un camino hacia
todo, y así fue en ellos al romper el techo y bajarle para que Jesús
hiciera la obra. Jesús no necesitaba que el paralítico
entrara para hacer el milagro, pero sí era necesario que la gente
mirara para que creyera. Las casas orientales son cuadradas y planas,
y poseían una portezuela en la parte superior para penetrar a la
casa por una escalera exterior. Para hacer descender al paralítico,
los hombres descubrieron bastante del techo, lo pusieron delante de Jesús,
venciendo todas las dificultades. La credulidad de ese acto le agradó
mucho a Jesús, pues entendió que lo hicieron así en
un acto de fe. Cristo había estado predicando la Palabra,
y ahora tenía una forma de demostrarla. En este caso vemos
dos milagros: uno, el perdón de los pecados, y otro, el de la sanidad
del cuerpo. ¿Qué relación podría tener
el pecado con la parálisis? Jesús reveló la
verdadera causa general de la enfermedad. Cuando el pecado entró
en el mundo, también entró la enfermedad. Jesús
no estaba listo a sanar a nadie sin antes perdonarle sus pecados.
Su interés era más bien la salvación de sus almas.
Al sanarle, Jesús estaba a la vez comprobando a los judíos
de que Él sí tenía autoridad también para perdonar
pecados.
PREGUNTAS
-
¿Cree usted que el paralítico tenía fe, o sería
la fe de los que le llevaron solamente a la cual se refirió Jesús?
-
¿En qué forma podemos conducir a Cristo a los que padecen
de alguna enfermedad?
-
¿Tendrá algún valor el ministerio de sanidad, sin
el de la salvación?
II. INCREDULIDAD DE LOS LÍDERES RELIGIOSOS (Marcos 2:6-12)
El capítulo principia con oposición
contra Jesús, y ésta fue creciendo. Primero comenzó
la oposición en las mentes de los escribas (2:6), luego siguieron
las expresiones de ataque (2:16), y aun después, comenzaron a hacer
planes en su contra. Los escribas dudaron de la autoridad de Jesús
al perdonar los pecados, y le acusaron de decir blasfemias, acto que debía
ser castigado con la pena de muerte. “¿Quién puede
perdonar pecados, sino sólo Dios?”. Al decir esto tenían
razón, pero todo era porque no querían reconocer a Jesús
como el Hijo de Dios. Él no había dicho ninguna blasfemia.
¿Qué era más fácil decir: Tus pecados te son
perdonados, o: levántate, toma tu lecho y anda? Tanto el perdón
de los pecados, como la sanidad de un hombre eran igualmente posibles para
Cristo, y ambas cosas eran evidencia de Dios. Ahora, para nosotros
puede ser fácil decirlo, pero no podemos esperar resultados.
Porque solamente Dios puede perdonar pecados y sanarnos milagrosamente
de nuestras enfermedades. Fue un milagro doble. Le perdonó
con su gracia y le sanó con su poder. Todos los presentes
pudieron ver que tanto sus palabras como hechos llegaron a ser reales en
la vida de aquel hombre. Jesús le dijo al paralítico
que se levantara y anduviera para que todos vieran que era una realidad,
y no un sueño. El hombre con sus propias fuerzas caminó
y se llevó la camilla en la cual le habían traído.
Fue cosa inmediata, un milagro instantáneo. Se levantó
saludable y se fue, muy feliz por la doble sanidad que había recibido.
La gente se sorprendió mucho y dio gracias a Dios, pero los fariseos
se llenaron de ira y determinaron destruirle.
PREGUNTAS
-
¿Qué virtud podemos ver en los cuatro hombres que llevaron
al paralítico?
-
¿Cuál cree usted que era el interés mayor de Jesús
para este hombre?
-
¿Cuál fue la reacción de la gente y la de los escribas?
-
¿Cuál hubiera sido la reacción suya?
III. PROPÓSITO DEL MINISTERIO CRISTIANO REVELADO (Marcos 2:15-17)
Después de estos eventos, Jesús vino
a Leví, hijo de Alfeo, uno de los agentes más despreciables
de Herodes, que recogía los impuestos, y le dijo: “Sígueme”,
y él le siguió, y fueron a su casa para comer, junto con
otros publicamos. Leví es el mismo Mateo, que escribió
el primer evangelio. Los publicamos eran despreciados, porque cuando
cobraban los impuestos a las gentes, acostumbraban estafarles a beneficio
propio, pero ahora estaban buscando a Jesús para que sus pecados
fueran perdonados. ¿Por qué estaba Jesús mezclándose
con esos pecadores? Había visto su necesidad de salvación,
lo cual ellos también reconocían. Para los judíos,
comer con ellos era contaminación, pero Jesús amaba a los
pecadores porque quería rescatarles de su miseria para que sus vidas
glorificaran a Dios. Los fariseos eran ciegos al verdadero propósito
de la ley de Dios. Por eso, Mateo 9:13 nos lo dice más claramente:
“Id, pues, y aprended lo que significa: Misericordia quiero, y no sacrificio.
Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento”.
Los fariseos se sentían satisfechos con la condición del
mundo; pensaban que ellos eran justos y todos los demás pecadores,
y con eso bastaba. Pero esa, no era, ni es el plan de Dios.
“Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había
perdido” (Lucas 19:19).
PREGUNTAS
-
¿Qué significa que los sanos no tienen necesidad de médico?
-
¿Cuál es la diferencia entre el punto de vista farisaico
y el de Cristo acerca del pecado?
-
¿Cuál es el verdadero propósito del ministerio de
Cristo en nuestras vidas?
REFLEXIÓN
-
Dios siempre nos da su plenitud para que sirvamos de bendición a
otros, no para que nos vanagloriemos de su presencia.
-
Los que se creen sanos y salvos no pueden alcanzar el perdón, porque
Cristo vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.
ILUSTRACIÓN
“EL MÉDICO Y EL ENFERMO”
Un médico se acercó una vez a sus pacientes.
Se acercó al primero, y le preguntó: ¿Cómo
amaneció? – Bien, doctor –fue la respuesta. De modo
que el médico se alejó de él y pasó al segundo
enfermo a hacerle la misma pregunta. Pero éste le dijo: Doctor,
he pasado la noche muy mal; me duele mucho la cabeza. Pues, le dio
una medicina, y se fue.
Al día siguiente, el enfermo que respondió
“bien”, se sentía muy mal, y el otro estaba aliviado. ¿Por
qué? Aquel paciente, como respondió que estaba bien,
no recibió la medicina, mientras que el otro fue sincero y fue ayudado.
Todo enfermo que desea ser curado tiene que reconocer primero que se encuentra
enfermo, o no le será dada medicina para su mal.
Así es también con nosotros, si reconocemos
nuestro pecado y lo confesamos a Dios, recibiremos el perdón, pero
si no reconocemos nuestra condición, tendremos que permanecer en
ella.
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