LECCIÓN No. 11 (regresar
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PUEDE HABER PAZ EN LA TIERRA
PARA ESTUDIO: Miqueas 4.
LECTURA DEVOCIONAL: Isaías 11:1-9.
TEXTO PARA MEMORIZAR: Miqueas 4:3.
PROPÓSITO
Darnos cuenta de que en medio de la inquietud del mundo que nos rodea,
todavía hay esperanza para el cristiano; que la paz es establecida
primeramente por Dios en el corazón; y que mucho antes de tratar
de conseguir la paz en la tierra, es nuestra responsabilidad llevar a las
gentes a conocer al Príncipe de Paz, quien muy pronto reinará
sobre este mundo.
OCASIÓN
Las palabras de Miqueas también se encuentran
en el libro de Isaías 2:2-4, porque ellos eran profetas contemporáneos.
No hay manera de saber quién de los dos lo dijo primero. Miqueas
era el predicador del campo, mientras que Isaías era un príncipe,
y sus mensajes se dirigieron especialmente a los grandes centros de habitación,
en donde la vida era mucho más agitada. Su mensaje se oyó
en templos, palacios, mercados, en las cortes, etc. Tanto los ricos
como los pobres, los instruidos como los iletrados, todos oyeron su mensaje.
Miqueas también tenía un mensaje para los gobernadores.
Él creía que éstos eran responsables por los pecados
de la gente. También tenía un mensaje para aquellos
que ignoraban indiferentemente a Dios, tanto en el reino del norte como
el del sur. Él sabía que el pueblo sería llevado
en cautiverio; claramente pudo ver que se acercaban Asiria y Babilonia
para cautivarlos, pero su visión fue aun mucho más adelante,
cuando el pueblo de Dios disfrutaría nuevamente de los privilegios
de ser escogidos viviendo en su propia tierra, y el tiempo cuando Cristo
reinará sobre la tierra en un Reino de Paz.
DESARROLLO DE LA LECCIÓN
Los magos citaron a Miqueas cuando llegaron a Jerusalén
buscando al niño Jesús (Mateo 2:5-6; Miqueas 5:2).
Cuando Jesús envió a los doce (Mateo 10:35-36), Él
hizo referencia a Miqueas 7:6. Tanto Isaías como Miqueas vieron
muy adelante en el futuro, a aquellos días de paz que están
por venir, y de eso estaremos tratando en nuestra lección de hoy.
En la actualidad, ¿cuál debe ser nuestra actitud referente
a la guerra y la paz?
I. LOS REDIMIDOS VOLVIENDO (Miqueas 4:1-2)
Vss. 1-2. Decir que Jerusalén sería
arada como un campo no era aún la última palabra; todavía
había un día más brillante en la historia del pueblo
escogido por Dios. Ya hemos visto un cumplimiento parcial, al ver
a Israel convertida en nación una vez más; pero esta porción
de seguro va más allá en su mirada mesiánica, hasta
el tiempo cuando Jerusalén será capital de la nación
redimida, con Cristo al frente. Entonces Jerusalén será
el centro religioso de la humanidad, y muchas naciones acudirán
a ella. Tiene que establecerse un reino contra el cual las puertas
del infierno jamás puedan prevalecer. Esto incluye a un reino
de todas las naciones. En la actualidad muchos peregrinos van a la
Tierra Santa anualmente desde varios países; pero en aquel día
de todas las naciones habrá quienes caminarán en sus sendas.
“La senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento
hasta que el día es perfecto” (Proverbios 4:18). Las naciones
están siendo preparadas para ese día venidero. El Evangelio
se ha llevado ya a varios miles de lenguas en todo el mundo, en medio de
guerras, incredulidad y ateísmo. Los miles que están
estudiando la Palabra de Dios se están multiplicando cada día.
El Evangelio del Cristo Resucitado fue predicado primeramente desde Jerusalén
el día de Pentecostés. Luego, se llevó a toda
Judea, Samaria y ha venido hasta nosotros en lo último de la tierra.
Pronto será Jerusalén nuevamente el centro de donde salgan
las buenas nuevas de Cristo. Judíos y gentiles, todos nos
regocijaremos en aquel día.
PARA DISCUTIR
Después de leer Zacarías 8:2-9; 14:8-11; e Isaías
35:8-10, busquen en esas porciones una bella descripción de ese
día cuando Cristo reinará sobre todas las naciones en Jerusalén
como el Príncipe de Paz y Rey.
II. DESCANSO DE LA NACIÓN (Miqueas 4:3-5)
Vss. 3-5. La época de paz que deseamos
no vendrá a ser una realidad hasta que Cristo haya venido y que
haya compañerismo entre las naciones, deseando andar en los caminos
de Dios. Al llegarse esos días no habrá necesidad de
armas bélicas, porque las naciones arreglarán sus dificultades
de acuerdo con principios justos; por eso preferirán convertir sus
espadas en azadones. En nuestros días no podremos hacer paz
por medio de tratados o alianzas militares. Cuando Cristo venga como
Príncipe de Paz y Rey de reyes, las dificultades se arreglarán
sin guerra. Entonces, ¿no debemos hacer algo por la paz en
nuestros días? Podemos imaginarnos los resultados si todo
el dinero que se gasta en acciones militares se utilizara para ayudar a
los pobres, para mejorar la educación, y aun mejor, para el esparcimiento
del Evangelio en todo el mundo. ¡Qué gran diferencia
veríamos! Debemos reconocer que las guerras son un producto
del corazón lleno de avaricia, codicia, orgullo, odios y una completa
ausencia del amor. El Evangelio es el camino a la paz, porque éste
trata con todos esos factores que causan la dificultad. Entonces,
¿por dónde debemos principiar? Ciertamente, con el
individuo. Cuando se haga una realidad la paz en el corazón
también lo será entre las naciones. ¿Puede haber
paz en la tierra? ¿Será malo defender nuestras casas
de los obradores de maldad? ¿Qué podríamos decir
acerca de los tiempos en la historia cuando Dios defendió a los
suyos de sus opresores. Debemos reconocer que Dios usó a veces
la guerra para llevar a juicio a una nación desobediente, pero que
al mismo tiempo Él era contrario a la guerra, ése no era
su plan, aunque algunas veces le permitió a causa de las circunstancias.
Jesús declaró que aquellos que tratan de obtener lo que quieren
por medio de la guerra también perecerán en la guerra (Mateo
26:52). Además, afirmó que en el mundo continuarían
las guerras; pero Él vino a principiar un reino de paz, cuyo fundamento
era amor y verdad. Él enfatizó la necesidad de un cambio
en los corazones de los hombres, un cambio que nos haga amar a nuestros
enemigos, cosa que es totalmente imposible mediante la guerra. ¿Cuál
es nuestra tarea, entonces? Primero, obrar juntamente con el Príncipe
de Paz para que sea cambiada la condición interna de los corazones
de los hombres. Esta es la tarea de Cristo. A nosotros nos
corresponde llevar su Evangelio de paz en nuestras vidas y testimonio,
la cual es sólo una figura muy pequeña de nuestro andar con
Dios cuando Cristo venga a reinar.
PREGUNTAS
Lea Isaías 40:2, 43:5-6; 44:26, y note cómo esta profecía
fue parcialmente cumplida cuando los judíos regresaron de Babilonia
después de los 70 años de exilio. Pero, al mismo tiempo,
note cómo será su más completo cumplimiento, cuando,
al fin de esta era, la Palabra del Señor saldrá de Jerusalén
a los demás países y disfrutaremos de los mil años
de paz ofrecidos por Cristo al reinar sobre los suyos.
-
¿Cree usted que la paz mostrada en estos versículos es posible
por esfuerzos humanos?
-
¿Qué podemos hacer nosotros para promover mejor la paz?
III. REINADO DEL PRÍNCIPE DE PAZ (Miqueas 4:6-7)
Vss. 6-7. El ideal más grande de Dios
para la paz es la limpieza del corazón por su gracia. Miqueas
pudo ver la paz venidera por medio de Jesús, cuando las guerras
terminarían, cuando las naciones llegarían al monte del Señor
y caminarían en sus sendas para siempre. Al terminar la cautividad
del pueblo de Dios, muchos de ellos regresaron a su tierra; pero el cumplimiento
total de esta profecía todavía está por venir.
Su verdadero significado espiritual se cumple en Cristo. Su reino
ya está entre nosotros, gentiles y judíos; Él reina
en los corazones de todos los que le permitimos entrar en nuestras vidas.
Y, ¿qué haremos hasta que Él venga? Debemos
reconocer el valor de la vida humana, amar a Dios y a nuestros semejantes,
siempre perdonando a aquellos que pequen contra nosotros, viviendo vidas
de paz y armonía, y haciendo nuestra parte para que Cristo venga
a reinar en los corazones de los hombres. Necesitamos orar por los
dirigentes de la nación y, especialmente, por los de nuestras iglesias,
y habitar en Cristo hasta que Él venga en forma visible a esta tierra.
PREGUNTAS PARA DISCUTIR
-
¿Qué cosas específicas puede hacer un cristiano para
que haya paz en la tierra?
-
¿Cómo y por qué debemos orar ante la situación
actual?
-
¿Ha invitado usted a venir a Cristo a aquellas personas que rechazan
toda bondad y dedican sus vidas al crimen y terrorismo de toda naturaleza?
REFLEXIÓN
-
La paz conquistada sólo por medio de un compromiso es un triunfo
de poca duración.
-
La presencia del Santo de Dios siempre está acompañada de
paz.
-
Coloque a Cristo entre su pecado y Dios, y su obra de justicia resultará
en paz.
-
Jamás habrá paz entre las naciones hasta que el Príncipe
de Paz haya llegado a reinar en los corazones de los individuos.
ILUSTRACIÓN
“DECLARACIÓN DE PAZ”
Las iglesias Evangélicas de los Amigos han
sobresalido siempre por su testimonio de paz. Su “Declaración
de Paz”, elaborado en 1887 en Richmond, Indiana, puede traducirse de la
manera siguiente:
“Nos sentimos explícitamente ligados a confirmar
nuestra persuasión de que toda guerra es plenamente incompatible
con los preceptos de nuestro Señor y Legislador, y todo el espíritu
de su Evangelio; y que ninguna causa ni sistema, por muy urgente ni peculiar
que sea, puede soltar a individuos ni naciones de la alianza suprema que
le debemos a Él, quien nos dijo: “Amad a vuestros enemigos” (Mateo
5:55; Lucas 6:27). Al ligarnos a ese amor y perdón ante toda
injuria, Jesús no está prescribiendo para el hombre preceptos
que no sea capaz de llevarlos a la práctica, o cuya práctica
deba ser pospuesta hasta que toda la raza humana esté convencida
de ellos. No podemos dudar de que éstos están en vigor
ahora, y que según las Escrituras proféticas tienen su aplicación
no sólo para los individuos sino también para las naciones
(Isaías 2:4; Miqueas 4:1). Cuando las naciones ajusten sus
leyes a esta enseñanza divina, las guerras tendrán que cesar
necesariamente.
Con toda humildad y fidelidad a nuestro Señor
queremos expresar nuestra firme convicción de que todas las exigencias
del gobierno civil y orden social pueden dirigirse bajo la bandera del
Príncipe de Paz, en conformidad estricta a sus mandamientos”.
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