PASAJE PARA ESTUDIO: II Tesalonicenses 2:13-17.
LECTURA DEVOCIONAL: I Pedro 1:13-25.
TEXTO PARA MEMORIZAR: II Tesalonicenses 2:15.
PROPÓSITO
Explicar que la santidad es una de las doctrinas fundamentales de la Biblia. Tiene que ver con el carácter de Dios y con sus atributos. Es una de las demandas de Dios para su pueblo que lo ama y lo sigue. Por tanto, hoy veremos algunos puntos fundamentales acerca de la santidad.
INTRODUCCIÓN
El individuo santificado cultiva cada día las virtudes de Cristo: La vida de gozo, la fe, la paz y la vida victoriosa. Aprovecha las oportunidades de servir en la Iglesia, proclamando el amor de Dios a los demás. La santidad glorificada será cuando nuestros cuerpos sean semejantes al cuerpo de Cristo, cuando resucitemos o que seamos glorificados por medio de la transformación.
2. Pablo da gracias a Dios porque Él había elegido a los creyentes para la santidad desde antes de la fundación del mundo. No fuimos nosotros quienes elegimos a Dios, sino que Él nos eligió a nosotros (Juan 15:16; Efesios 1:4; I Tesalonicenses 1:4; II Tesalonicenses 3:13).
3. También la acción de gracias es por la salvación de los Tesalonicenses y por todos los que han creído en Cristo en cualquier parte del mundo (I Tesalonicenses 5:8,9).
4. También la acción de gracias es por la santificación de los hermanos de Tesalónica, que también es una doctrina especial para nosotros hoy en día (I Tesalonicenses 5:8,9).
5. Pablo también da gracias porque los Tesalonicenses habían aceptado la verdad de Dios con un corazón sincero (I Tesalonicenses 1:3; II Tesalonicenses 1:3, 4 y 11).
6. Pablo da gracias porque los Tesalonicenses andaban fieles en la verdad del Evangelio que habían recibida por medio de los misioneros de Dios, encabezados por Pablo mismo (II Tesalonicenses 2:10, 10, 12).
7. La acción de gracias tiene que ver con el llamado que Dios hace a las personas a recibirlo a Él como Salvador y Señor (I Tesalonicenses 1:5; 2:12; 4:7; 5:24, y II Tesalonicenses 1:11).
8. Otro motivo de acción de gracias es por el propósito con que Dios nos llama, o sea, para la salvación (I Tesalonicenses 5:9).
9. Por último, la acción de gracias es porque Dios ha compartido su gloria con nosotros. Por eso debemos estar siempre muy agradecidos (I Tesalonicenses 2:12).
2. En la regeneración Dios nos limpia con la sangre de Cristo su Hijo. Nos quita la suciedad de lo malo que hicimos voluntariamente. En la santificación, Dios por medio de la sangre de Cristo, nos quita el origen del pecado. Endereza los motivos torcidos y deseos perversos del corazón del creyente. La limpieza de los pecados en el momento cuando aceptamos a Cristo se llama santidad inicial. La parte del creyente es creer en Cristo y aceptarlo; y la parte de Dios es perdonar sus pecados. En la entera santificación, la parte del creyente es consagrarse totalmente a Dios; y por parte de Dios, si el creyente llena los requisitos, lo santifica por completo. Aunque no debemos confiar en lo que hacemos nosotros, sino en lo que Dios hace. La santificación es por la obra de gracia efectuada por Dios en nosotros, purificándonos el corazón.
3. Ser salvo es ser santificado. Sin embargo, no debemos dar por concluido el proceso, pensando que ya aceptamos a Cristo, que Dios ya nos perdonó, y que eso es todo. Debemos avanzar en el proceso y buscar que Dios tome y controle todo nuestro ser. El apóstol Pablo les dice a los tesalonicenses que la salvación es mediante la santificación. Por eso es necesaria la segunda obra de gracia.
2. Después hay seguridad en el creyente de que Dios lo ha limpiado y lo ha aceptado como su hijo legítimo. Después de la experiencia de la santificación el cristiano ya no tendrá deseos de seguir pecado. Al contrario, desea obedecer voluntariamente a Dios en todo lo que Él le pide. La razón de esto es porque en el creyente ahora existe una nueva naturaleza.
3. También, el creyente santificado tiene sed por hacer las cosas santas. La voluntad de Dios es hecha en él porque sólo quiere hacer lo que le agrada a Dios. Abandona todo lo que pudiera desprestigiar al evangelio de Dios. Procura no dar mal testimonio, y por eso se aparta de las actividades ilegítimas. Abandona, también, aquellas actividades, aunque legítimas, pero que limitan la expansión del reino de los cielos.
El creyente que no ha sido santificado debe buscar la segunda obra de gracia, mediante una decisión determinada de consagrarse totalmente a Dios. Debe entregar a Dios todo su ser, tiempo, amor, dinero y todos sus bienes. Cuando se entrega a Dios en una entera consagración, entonces es lleno de la plenitud del Espíritu Santo.
4. La santificación progresiva es el crecimiento en la gracia de Dios; es andar en la luz de Dios, reconociendo que somos para alabanza de su gloria. Por lo tanto, debemos reconocer cualquier fracaso, con el fin de rectificar, enmendar o arreglar el asunto que nos hizo fracasar. Esto es para que la obra de Dios no sea estorbada por nuestros fracasos no superados. Cuando el Espíritu Santo nos indica que debemos corregir algo, debemos corregirnos de la misma manera que lo hizo el rey David cuando fue amonestado por el profeta Natán (II Samuel 12:7).
5. La santidad glorificada es el regalo de Dios de un cuerpo glorificado después de la resurrección de los santos. Es una restauración completa para estar en la presencia de Dios.
Esta lección nos enseña que estamos en la obligación de dar gracias por el crecimiento de los hermanos en la fe de nuestro Señor Jesucristo. La razón es porque cada hermano fue escogido por Cristo para salvación cuando pagó el precio por nosotros en la cruz del Calvario.
La salvación es por medio de Jesucristo. Pero para retener la salvación es necesario vivir en santidad. La Biblia dice claramente que sin santidad nadie verá al Señor. Por lógica, sin santidad, nadie podrá llegar a la presencia de Dios. De hecho la santificación es operada por el Espíritu Santo; pero tenemos que buscarla a través de nuestra entera consagración. Es aquí donde tenemos que poner en juego nuestra fe en la verdad, la cual es Cristo.
Toda la verdad es para alcanzar la gloria de Dios.
El único medio es por aceptar el Evangelio. También
se necesita que estemos firmes en la doctrina que hemos aprendido.
Cuando vienen los problemas, nos consuela la esperanza y la seguridad de
nuestra salvación que hay en Cristo.