INTRODUCCIÓN
La nueva vida en Cristo enfrenta muchas interrogantes.
¿Cómo puedo estar seguro de una relación correcta con
Dios y de la salvación de mi alma? ¿Hay alguna manera
de saber que voy por el camino correcto? El apóstol Juan una
vez más nos recuerda que la única manera de asegurarnos contra
las corrientes de este mundo que marcha sin dirección es nuestra fe.
I. FE EN JESUCRISTO EL HIJO DE DIOS (I Juan 5:1-5)
En los pasajes anteriores se ha hecho énfasis en el testimonio externo,
es decir, en la acción de confesar nuestra fe (I Juan 4:2,15), que
evidencia que somos verdaderamente cristianos. En este pasaje lo que
está en cuestión es el testimonio interno de nuestra condición
de hijos de Dios. Por esto se emplea el verbo que se usa para creer.
Podemos recordar lo que dice el apóstol Pablo: “Con el corazón
se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación”
(Romanos 10:10).
Fe, en este caso es todo lo que creemos en cuanto a la persona de Jesús.
No se trata de que si tenemos fe o no. Es, más bien, en quién
tenemos fe. En nuestro caso nuestra fe debe estar puesta en la persona
del Señor Jesucristo.
“Todo aquel que cree” y “todo aquel que ama” (I Juan 5:1), son palabras que
demuestran que la fe y el amor son inseparables. Además, en
el versículo 1, el apóstol Juan demanda hacer una confesión
de fe así, por causa de los errores del gnosticismo que estaba destruyendo
la fe que tenía la Iglesia en la persona de Jesucristo.
Una vez más se presenta la cuestión de una fe correcta.
Lo que creemos íntimamente en nuestro corazón demuestra si
somos cristianos verdaderos, pues sabemos que hay también cristianos
nominales o falsos. Ninguno puede ser hijo de Dios si rechaza a Jesucristo,
o si lo deja en segundo lugar (Juan 14:1).
A. ¿CÓMO PODEMOS SABER SI PERTENECEMOS A
LA FAMILIA DE DIOS?
1. Por nuestra actitud hacia Dios y hacia nuestro prójimo.
El que ama a Dios no permanecerá indiferente ante las necesidades
del prójimo (I Juan 5:2; Lucas 10:25-28).
2. Por nuestra actitud hacia los mandamientos del Señor.
Los que aman a Dios no serán indiferentes ni desobedientes a los mandamientos
del Señor (I Juan 5:2; San Juan 14:15).
3. Por nuestra actitud hacia la voluntad de Dios para nuestra
vida. “Sus mandamientos no son gravosos” (I Juan 5:3).
¿Por qué? Porque el que está unido a Cristo por
la fe halla que su yugo es fácil y ligera su carga, Mateo 11:30.
No es una obligación sino un privilegio mostrar nuestro amor.
B. POR NUESTRA FE EN JESUCRISTO EL HIJO DE DIOS (I Juan
5:4-5)
Esta es la fe que vence al mundo (I Juan 5:4). ¿Cuál
es la fe vencedora? Es la fe en que Jesús es el Hijo de Dios.
La fe en la encarnación del Hijo de Dios. ¿Por qué
esto es tan importante para la vida victoriosa? Porque si creemos en
la encarnación, creemos que en la persona de Jesús, Dios entró
en el mundo y tomó sobre sí nuestra naturaleza humana.
Es aceptar que Jesús es “Dios con nosotros” (Mateo 1:23).
La fe en Jesús no es sólo un medio de escape del castigo eterno.
Es también un medio de escape del presente mundo pecaminoso que está
en oposición a Dios. En Jesús tenemos a uno que puede
compadecerse de nosotros y ayudarnos cuando somos tentados, porque Él
mismo padeció y fue tentado en todo, pero sin pecado (Hebreos 4:15-16).
En Jesús tenemos asegurada la victoria final porque Él es el
Cristo victorioso (Juan 16:33).
PREGUNTAS
1. ¿Cómo sabemos si pertenecemos a la familia
de Dios?
2. ¿Cuál es el medio eficaz para vencer al
mundo?
II. LOS FUNDAMENTOS DE NUESTRA FE (I Juan 5:6-11)
Después de asegurarnos que el triunfo sobre el mundo se obtiene por
la fe en Jesús como el Hijo de divino de Dios. Juan ahora da
los fundamentos sobre los que se basa tal creencia. Entre ellos tenemos:
hechos históricos, testimonios y la experiencia cristiana.
A. NUESTRA FE SE FUNDAMENTA EN HECHOS HISTÓRICOS
Estos hechos se sintetizan todos en dos acontecimientos muy significativos
en la vida de Jesús: Su bautismo y Su crucifixión. Este
es Jesús que vino mediante agua y sangre. Mientras el cuerpo
de Jesús todavía colgaba de la cruz, habiendo ya expirado,
“uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y al instante
salió sangre y agua”. Para Juan esto es una prueba de la naturaleza
divina de su Señor, y lo refiere para que sus lectores lo crean.
Aquí en la carta el “agua” y la “sangre” se presentan para referirse
al agua de su bautismo y la sangre de su muerte en la cruz del calvario.
En ambos acontecimientos Cristo se manifestó como el Salvador del
mundo.
También en el bautismo de Jesús se oyó la voz del Padre
que decía: “Este es mi Hijo Amado”. Para Juan estos acontecimientos
cumplen con la profecía referente al Cristo divino: “Mirarán
al que traspasaron”. Por tanto el bautismo y la crucifixión
son bases fundamentales de que Jesús es el Hijo de Dios que había
de venir al mundo.
Juan pone en relieve la crucifixión. “No mediante agua solamente,
sino mediante agua y sangre”. Con esto se confronta a los gnósticos,
que decían que había una distinción entre el Jesús
humano y el “Cristo” divino. Ellos creían que el Cristo divino
vino sobre el Jesús humano en Su bautismo en el Jordán, pero
que se apartó de Él antes de la crucifixión. Juan
afirma que el ser que fue bautizado es el mismo que fue crucificado; era
el Hijo de Dios tanto en Su bautismo como también en Su muerte.
B. NUESTRA FE SE FUNDAMENTA EN EL TESTIMONIO DEL ESPÍRITU
SANTO (I Juan 5:7)
1. En el bautismo de Jesús el Espíritu Santo
descendió sobre Jesús de la manera más extraordinaria
(Marcos 1:9-11; Mateo 3:16-17; Hechos 10:38). En este evento histórico
en la vida de Jesús el Espíritu Santo da testimonio de que
Jesús es el Cristo el Hijo de Dios.
2. La Iglesia recibió el bautismo del Espíritu
Santo en el día de Pentecostés. Según Juan el Bautista,
éste el bautismo con el que Jesús bautizaría (Marcos
1:8; Mateo 3:11; Hechos 1:5; 2:1-23). Estos hechos comprueban que Jesús
era verdaderamente el Cristo el Hijo de Dios. Es más, es el
Espíritu Santo quien da testimonio a nuestro espíritu de que
somos hijos de Dios (Romanos 8:16).
A estos tres hechos históricos: Su bautismo –el agua”-, su muerte
-“la sangre”-, y el derramamiento del Espíritu Santo, Juan también
le llama “el testimonio de Dios”.
3. El Testimonio de Dios. Es necesario aclarar que
en los manuscritos no están las palabras cielo y tierra de los versículos
7 y 8. En algunas traducciones se lee: “Porque tres son los que dan
testimonio (en el cielo: Padre, el Verbo y el Espíritu Santo; y estos
tres son uno. Y tres son los que dan testimonio en la tierra) el Espíritu,
el agua y la sangre: estos tres concuerdan”. Lo que está entre
paréntesis se omite. Esto no resta importancia a la doctrina
de la Trinidad (Mateo 28:19b), porque esta doctrina está respaldada
por otras partes de la Biblia.
En el bautismo de agua, Dios dio testimonio de que Jesús es el Cristo,
dejando oír su voz, y el Espíritu Santo descendió sobre
Él. En su muerte, Dios testificó que Jesús era
su Hijo haciendo que la naturaleza misma lo demostrara: el sol se obscureció
y la tierra tembló. El Espíritu Santo viviendo y dando
poder a la Iglesia desde sus comienzos. Estos tres acontecimientos
prueban que Dios ha testificado que Jesús es el Mesías el Hijo
de Dios.
4. Nuestra propia experiencia (I Juan 5:10). El que
cree en el Hijo, tiene el testimonio en sí mismo. Nuestra fe
en Cristo conlleva nuestra propia seguridad eterna (I Juan 5:11-12).
Véase Juan 5:25; 10:10; 14:6). Esta seguridad eterna, se basa
en el hecho de que Jesucristo está en nosotros. Si Jesús
habita en nuestros corazones podemos estar seguros de la vida eterna.
Los que dudan de la deidad de Jesucristo y de la eficacia de su sacrificio,
no han creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de Su Hijo,
y quienes dudan que Jesucristo es el Hijo de Dios que murió por nuestros
pecados, dudarán también de la vida eterna. Estas personas
viajan a la deriva por este mundo sin luz, sin guía y abandonados
a las circunstancias de la vida. Pero nosotros podemos estar seguros
de nuestra dirección y vivir vidas victoriosas en Cristo porque sabemos
a Quién hemos creído.
PREGUNTAS
1. ¿Cuál es el fundamento de nuestra fe?
2. ¿En qué manera el Espíritu Santo
dio testimonio acerca de Jesucristo?
3. ¿Qué les sucede a los que dudan de la
deidad de Jesucristo?
APLICACIÓN
Cuando Jesús celebró
la Pascua con sus discípulos, reinterpretó el significado del
pan y del vino, y así estableció con la Iglesia el Nuevo Pacto
basado en el sacrificio de Su santo y perfecto cuerpo y el derramamiento
de Su santa sangre. Él dijo que recordáramos ese glorioso hecho
efectuado por Él como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo,
el cual compró nuestra salvación. Al decir, haced esto en memoria
de mí, significa más que la mera ceremonia visible y material,
el rememorar en nuestra mente y corazón su sacrificio expiatorio.
Por razones que no comentaremos hoy, los
“Amigos” han acostumbrado ir más allá del mero ritual con pan
y vino, para gozarnos en la profundidad del significado del sufrimiento y
la muerte de Jesucristo en nuestro lugar para reconciliarnos con Dios.
Los cristianos en lo individual y como
congregación debemos recordar con frecuencia la muerte de Jesucristo,
la base de nuestra nueva vida, leyendo la Palabra, ofreciendo acción
de gracias y cantando sobre el tema.
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PREGUNTA PARA CONSIDERAR
¿Con qué frecuencia recuerda usted el sacrificio
de Cristo y el derramar de Su sangre para presentarlo salvo ante el
Padre?
CONCLUSIÓN
¿Está usted viviendo una vida cristiana
en victoria? Si no, la Palabra de Dios tiene buenas noticias para usted:
hay vida en el Hijo de Dios.
Por eso es necesario procurar que las personas que todavía
no han tomado una decisión en cuanto a Jesucristo, lo hagan recibiéndolo
por la fe.