Capítulo II
Sacramentos Espirituales Sagrados
“Les mandó... que esperasen la promesa del Padre...
Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis
bautizados con el Espíritu Santo... pero recibiréis poder, cuando
haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo... y me seréis
testigos. -Hechos 1: 4- 8
Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: “Si no coméis
la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis
vida en vosotros... Como me envió el Padre viviente, y yo vivo
por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá
por mí.” -Juan 6: 53- 57
¿Qué creen los Amigos respecto al bautismo y a la comunión?
Aquellos que están familiarizados con los Cuáqueros saben que
no practicamos las "ordenanzas externas," pero con frecuencia no se entiende
el por qué. Desafortunadamente muchos Amigos tampoco lo entienden.
Es el entendimiento superficial acerca de una muy importante enseñanza
del evangelio y de la fe y práctica de la iglesia el que debe ser considerado.
Nuestras lealtades a la iglesia, así como nuestros desacuerdos con
ella, si es que existen, se deben basar sobre un entendimiento exacto de
las Escrituras en la naturaleza de la iglesia y en una doctrina sólida.
Alguien ha dicho “La Verdad, debe llegar a ser nuestra propia verdad,
o de lo contrario no es real para nosotros.” Es tan importante saber con
precisión lo que creemos así como que es lo que no podemos
creer.
El descubrir que una experiencia Cuáquera del bautismo y la comunión
es crucial para nuestra fe, es tan importante como respirar. La llenura
del Espíritu Santo a través de la gracia y el poder de Dios
es una parte vital de la vida diaria; este hecho hace que el tema por entero
tenga un significado especial.
Las reflexiones que a continuación se exponen sobre el tema son compartidas
reverentemente en humildad. Esto no es ni un debate, ni una argumentación.
Es un testimonio. Así como las experiencias más preciosas
e íntimas que tenemos con nuestras familias y seres amados, los sentimientos
emocionales que vienen de lo más profundo del ser confirman la profundidad
de esta preciosa práctica y enseñanza.
Al revisar las Escrituras que estaremos examinando, uno quiere arrodillarse
en gratitud y adoración. Los Sacramentos son sagrados, ellos
son parte del plan divino de salvación a través de la sangre
de Cristo derramada en el Calvario. Ellos son considerados en un espíritu
de ternura y de reverente adoración a Dios.
Este asunto es discutido positiva y no negativamente, también es
un problema planteado sin apología. Cuando nuestra fe como Cristianos
descansa firmemente sobre las Escrituras como resultado del trabajo redentor
y revelador de Cristo, nosotros podemos libre y abiertamente expresar nuestras
convicciones, no defensiva, sino vigorosamente. Como misionero y pastor
por muchos años, me ha sido posible probar la validez de estas verdades,
las enseñanzas de Jesús respecto a los sacramentos, no sólo
desde una experiencia personal, sino a través de la observación
de Su trabajo y poder en las vidas de otros.
La Verdad no se alcanza por voto mayoritario. Ni nadie en absoluto
toma una posición sabia sólo para ser simplemente diferente,
ni para enjuiciar a la comunidad Cristiana más amplia en la práctica
de la adoración o en el vivir Cristiano. Debido a que los Amigos creemos
tan profundamente como lo hacemos, sería deshonesto o mal dirigido
perder la oportunidad de dar testimonio a aquellos quienes no entienden como
nosotros las enseñanzas de la Biblia sobre el significado de los sacramentos.
Se ha encontrado, especialmente en esta generación, una búsqueda
genuina por encontrar una verdad más profunda y creencias básicas.
Lo que esta siendo rechazado por jóvenes pensantes y Cristianos nuevos
es la superficialidad, así como el seguir a personalidades religiosas,
el “iglesismo” popular o tradicional, o el seguimiento ciego de un denominacionalismo
como fin en sí mismo.
Esto es bueno. Proporciona un lugar y una oportunidad para un testimonio
positivo y radiante de nuestra fe. Por qué, entonces, los Amigos
asumen una posición apologética o negativa con referencias
rápidas e inadecuadas, tales como, “Los Amigos no practican las ordenanzas,”
ó “Los Amigos no bautizan, ni participan de la comunión.”
Uno debe exclamar inmediatamente: “pero los Cuáqueros practican la
adoración y los procedimientos del discipulado enseñados en
la Biblia. Creemos en el bautismo. Nosotros vivimos en comunión
con el Señor y en comunión en la fe uno con el otro.” Sin estas
experiencias sagradas y hermosas, nuestras vidas están vacías
y sin poder. El partimento diario del “Pan de Vida” proporciona la energía
para testificar a aquellos cerca de nosotros.
La “evidencia externa” de la gracia de Dios en nuestras vidas es cuidadosamente
explicada por nuestro Señor: “En esto conocerán que son mis
discípulos, si tuvieses amor los unos por los otros.” Juan 13: 35 Esta
es la característica distintiva de los Cristianos, no un símbolo,
no una señal, no un acto público. Es una forma de vida,
una manera de vivir hecha posible solamente por el poder de Dios, la limpieza
interior, la presencia permanente, y la sumisión diaria de nosotros
al Espíritu Santo. “Juan ciertamente bautizó con agua,”
Jesús dijo esto antes de su ascensión, “más vosotros
seréis bautizados con el Espíritu Santo.” Hechos 1: 5 Y ellos
fueron bautizados, y nosotros también lo seremos, si es que “esperamos
la promesa del Padre” Hechos 1: 4.
Aparentemente esto es lo que Pablo tenía en mente al escribir a los
Cristianos en Efeso al hablar de “un Señor, una fe, un bautismo, un
Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos.” Efesios
4: 4- 6 ¿“Un” bautismo? Felizmente es el bautismo de Jesús
con el Espíritu Santo como Él lo prometió, en vez del
bautismo de Juan el cual había concluido.
Aparentemente esto es lo que nuestro Señor tenía en mente
al dar el mandamiento misionero: “Por tanto, id, y haced discípulos
a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo,
y del Espíritu Santo.” Mateo 28: 19 Luego Jesús añade
el resultado específico, lo que antes había urgido. “Este es
mi mandamiento, que os améis los unos a los otros. Todos los
hombres conocerán que son mis discípulos si se aman los unos
a los otros.” De manera que, la comisión completa de la Gran Comisión
es “enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado.”
Mateo 28: 20.
Una iniciación bautismal, por definición, es justamente
eso – un nuevo principio. ¡Ser: “lavados ... santificados ... justificados
en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro
Dios.” 1ª de Corintios 6: 11 es ciertamente una maravillosa iniciación!
Pablo le recordó a Tito el mismo hecho de fe, diciendo: “nos
salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho,
sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por
la renovación en el Espíritu Santo, el cual derramó en
nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador.” Tito 3: 5 - 6
Una explicación singularmente clara y de mucha ayuda se encuentra
en Hebreos 8: 10. Revisando varias características de la adoración
Judía en el tabernáculo, la función de los sacerdotes,
y el “Lugar Santo”, la epístola concluye diciendo: “Lo cual es símbolo
para el tiempo presente, según el cual se presentan ofrendas y sacrificios
que no pueden hacer perfecto, en cuanto a la conciencia, al que practica ese
culto, ya que consiste sólo de comidas y bebidas, de diversas abluciones,
y ordenanzas acerca de la carne, impuestas hasta el tiempo de reformar las
cosas.” (Hebreos 9: 9 – 10)
¿El nuevo orden? La iglesia. Principió en el día
del Pentecostés cuando la promesa acerca del bautismo del Espíritu
Santo dada por Jesús, realmente sucedió. Todavía
estamos disfrutando del nuevo orden hasta el siguiente, hasta que Jesús
venga de nuevo para instituir un nuevo orden -un nuevo cielo, una nueva tierra,
con todos nosotros en cuerpos nuevos “¡semejantes al suyo!”
Dios parece haber escogido el uso de signos, símbolos, señales,
insignias como cosas importantes para identificar a su pueblo escogido.
Por ejemplo, cuando Dios apareció a Abram en Ur de los Caldeos Él
le dijo que iba a dejar su vida antigua y sus lazos con el hogar.
Por la fe Abram lo hizo. Él comenzó un movimiento completo,
hacia la “tierra prometida.” Pero Dios entonces hizo algo curioso. Él
insistió en sellar su llamado con una señal, señal que
permanece hasta el día de hoy entre los “hijos de Abraham.” Dijo de
nuevo Dios a Abraham, “en cuanto a ti, guardarás mi pacto, tú
y tu descendencia después de ti por sus generaciones. Este es
mi pacto, que guardaréis entre mí y vosotros y tu descendencia
después de ti: será circuncidado todo varón de entre
vosotros.” Génesis 17: 9- 11 Esta señal continuó como
un pacto de una relación especial entre este hombre escogido y su Dios.
Otra insignia dada mucho después ocurrió con los hijos de
Abraham, contados en aquel entonces por cientos de miles. Ellos habían
sido liberados de la esclavitud en Egipto bajo el liderazgo de Moisés.
Por supuesto la señal de la circuncisión, seguía
siendo utilizada. Ahora, vino otra señal: “Acuérdate del
día de reposo para santificarlo. Seis días trabajarás,
y harás toda tu obra; más el séptimo día es reposo
para Jehová tu Dios.” (Éxodo 20: 8 – 10).
Esto fue insistido en su cultura vez tras vez. “El Señor habló
a Moisés diciendo, habla también a los hijos de Israel diciendo,
ciertamente guardaréis mis días de reposo: porque esto es una
señal entre yo y ustedes a través de las generaciones.” Dios
fue específico, aún más específico que con respecto
a lo de la circuncisión. Éxodo 31 da los detalles.
No es sino hasta el ministerio de Juan el Bautista cuando se menciona otra
señal identificadora en la nación de Israel. El ministerio
de Juan fue al mismo tiempo nuevo y único. Él predicó
a la gente que profesó creer las promesas del Antiguo Testamento.
Muchos lo aceptaron como otro profeta enviado de Dios. Sus públicos
en términos generales fueron Judíos, y ellos, desde luego, -fueron
gente que guardaba el sábado- la circuncisión fue practicada
religiosamente- y ahora una tercera señal de identificación
era establecida, la señal del bautismo con agua en el río Jordán.
Este acto indicaba que ellos creían que Dios iba a enviar al Mesías,
el Redentor que ellos habían estado esperando, y se prepararon para
recibirlo arrepintiéndose de sus pecados. Esta fue una señal
de preparación y de expectación.
Aquí tenemos otra escena. La cual ha sido pintada y reimpresa
más que cualquier otra de las narraciones del Nuevo Testamento.
Es la “Última Cena,” Jesús juntamente con sus doce discípulos
celebrando la fiesta de Pascua alrededor de una mesa. El evangelio de
Juan en su capítulo 13 la describe. Antes de citar palabra por
palabra, debe ser mencionado que Judas apenas había abandonado la
habitación. Su salida originó un momento tenso. Los otros
discípulos estaban tratando de asimilar las implicaciones del
drama que se desarrollaba, escucharon a Jesús decir:
“Hijitos, aún estaré con vosotros un poco.
Me buscaréis; pero como dije a los Judíos, así os digo
ahora a vosotros: A donde yo voy, vosotros no podéis ir.
Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os
he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán
todos que son mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.”
¿No es esto lo que los Cristianos supuestamente deben hacer “en memoria”
de Él?
Esta señal, de amor Cristiano, es la “marca del Cristiano” (Francis
Schaeffer) La señal de la circuncisión del pacto de Abram significó
que su vieja vida fue cambiada, su cultura pasada fue reemplazada con otra.
La instrucción de Moisés para ordenar la observancia del sábado
fue una señal de obediencia y respeto para Dios. Ambas han sido
observadas hasta el día de hoy por los Judíos. Juan el
Bautista quien con reticencia bautizó a Jesús en el río
Jordán, puesto que Jesús no necesitaba arrepentirse, fue instruido
respecto a que él, Juan “menguaría,” mientras que Cristo “crecería.”
“Sobre quien veas descender el Espíritu y que permanece sobre él,
ése es el que bautiza con el Espíritu Santo.” Juan 1: 33 Hasta
donde es de nuestro conocimiento, Jesús jamás bautizó
a ninguno con agua.
El amor de los creyentes por sus compañeros Cristianos fue y es una
nueva marca de identificación del verdadero discipulado. Se ha
dicho lo siguiente de los Cristianos después de su bautismo con el
Espíritu Santo y por Cristo en el día del Pentecostés:
“He aquí vean como ellos se aman” Esto es una buena señal.
Tal y como un hijo de Abraham jamás sería reconocido como verdadero
Israelita si no estuviera circuncidado, y cualquier Israelita que fallara
en observar el sábado, sería excluido, o una persona no
sería contada como discípulo de Juan sin el bautismo de agua,
nuestro Señor dijo que Sus discípulos serían identificados
con esta señal: “Amaos los unos a los otros.”
Esto debe ser profundizado. Todas las ordenanzas del Antiguo Testamento
y aquellas que se desarrollaron por varias iglesias y denominaciones (éstas
varían de acuerdo a la práctica y preferencia de cada uno) pueden
ser administradas por una persona, o preparadas por la gente. Sólo
Cristo puede producir amor dentro de nuestros corazones; esto es sólo
posible a través del poder del Espíritu Santo. Nadie
puede ser intimidado o regañado o aún dirigido al amor; sólo
Dios, al derramar Su Espíritu dentro de nuestros corazones, al limpiar
nuestras vidas interiores, puede habilitarnos para mostrar la genuina señal
de la marca de un amor- Cristiano.
¿Ves el por qué es bastante crucial que entendamos el significado
del bautismo- del verdadero bautismo, el bautismo que Juan vio cuando dijo:
“Yo bautizo con agua, pero ustedes serán bautizados con el Espíritu
Santo.”?
Cristo fue circuncidado, observó el sábado, fue bautizado
por Juan, y murió en una cruz, pero Sus discípulos no estuvieron
dispuestos a seguirle en cualquiera de estas cosas por más tiempo.
En vez de ello, ellos fueron llamados a ser lo que Jesús era, - Amor.
“Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced
en mi amor.” Juan 15: 9.
Pablo expresó bellamente esta prioridad, en el “Capítulo del
Amor.” Al hablar de todas las gracias y cualidades de “fe, esperanza y amor...
la más grande de éstas es el amor.” 1ª de Corintios
13: 13.
Esto trae a colación la Escritura que los Amigos usan con frecuencia
y de la cual se deriva nuestro nombre “Amigos.” “Este es mi mandamiento: Que
os améis unos a otros, como yo os he amado. Nadie tiene mayor
amor que éste, que uno ponga su vida por sus amigos. Vosotros
sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando.” Juan 15: 12 – 14. Un
Amor de esta profundidad es una señal externa de un trabajo de gracia
interno. Esto se expresa asimismo en nuestro entendimiento de trabajar
a favor de la paz, y en nuestro testimonio del Evangelio como misioneros,
en asuntos sociales, y en todos los aspectos de fe y práctica.
Lo cual es enfatizado urgentemente en el escrito de Pablo: “Yo pues,
preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación
con que fuisteis llamados.” Pablo lo explica a los Cristianos Efesios y a
nosotros. “Con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con
paciencia los unos a los otros en amor.” Todos nosotros somos parte de un
cuerpo, todos tenemos el mismo Espíritu y todos hemos sido llamados
a un futuro glorioso. [Efesios 4: 1 – 4]. Así se mantienen las
ordenanzas, las prácticas de adoración del Nuevo Testamento
en las relaciones humanas y en la conducta. El amor es el camino por excelencia.
¿Por qué entonces es sumamente importante y aún urgente,
que aquellos que son Amigos por convencimiento y entendimiento de la verdad
de Dios revelada en las Escrituras, estén completamente seguros en
su entendimiento de un “cumplimiento apropiado de las ordenanzas”? A la larga,
cada persona es responsable delante de Dios de su aceptación o rechazo
del Evangelio. Cada individuo creyente construye la vida Cristiana sobre
su propia relación personal con Dios. (“Ocupaos en vuestra salvación
con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce así
el querer como el hacer, por su buena voluntad.” Filipenses 2: 12- 12) Pero
Dios trata con cada uno a través del Cuerpo de Cristo, la Iglesia y
sobre el terreno bíblico; el papel del Cuerpo de Cristo y la conexión
denominacional de uno es rechazada poniéndose en gran riesgo nuestro
crecimiento espiritual y nuestra efectividad. Cuando estamos honesta
e inteligentemente buscando, podemos descubrir los valores esenciales que
subyacen bajo las posiciones sostenidas. Debemos descubrir que -los
valores- tienen una fe sustancial. Por lo tanto, necesitamos aprender
qué es la verdad básica para incorporarla a nuestra fe y práctica
como seguidores maduros de Cristo. Negarnos a hacer esto nos deja
con una fe superficial, sometidos a un Cristianismo cultural, o lo que sería
peor, vulnerables a cualquier culto o práctica popular de religión
siendo presentada como si fuese una iglesia.
Cuando Pablo escribió a los Gálatas diciendo, “porque en Cristo
Jesús ni la circuncisión vale algo, ni la incircuncisión,
sino la fe que obra por el amor.” Gálatas 5: 6. Él delineó
la actitud correcta, no de una denominación, sino de la Iglesia por
entero, dirigida hacia todas las ordenanzas externas. Una denominación
no tiene valor si llega al extremo de no manifestar su testimonio concerniente
a las cosas que la hacen diferente de las otras denominaciones. Esto
pone el dedo en la llaga sobre la importancia de una conexión denominacional
específica. Nuestra fe distintiva descansa sobre una cuidadosa
interpretación de la Escritura y los conceptos implícitos en
ella. Aquí son descubiertas ciertas marcas doctrinales que hacen
de los Amigos un grupo distintivo y vital.
Con toda probabilidad algunos de los que han leído hasta esta parte
estarán impacientes por leer una examinación adicional, para
estar convencidos y dejar el asunto o ir con prisa a algo más.
Otros pueden temer el incomodar prácticas sostenidas anteriormente
o a la persuasión o simplemente encuentran más sencillo evitar
cualquier indagación posterior sobre el asunto.
Sin embargo, dada la importancia de la verdad que se está considerando,
es obligado contar con un estudio, paciente, cuidadoso, y detallado.
Esto puede compararse a un copiloto en un avión verificando el curso
de su nave, el cual ¡tiene que ser correcto! O también puede
compararse a un médico cirujano preparándose para una operación,
un acercamiento despreocupado o desinteresado a su tarea es inimaginable.
De esta misma manera abordamos los temas de bautismo y comunión.
Es importante meditar con detenimiento en el significado de los pactos.
En el Antiguo Testamento hay pactos antiguos, y en el Nuevo Testamento hay
pactos nuevos. Pablo señaló muy bien el contraste: Cristo
nos ha permitido ser “ministros de un nuevo pacto, no de la letra sino del
espíritu, porque la letra mata y el espíritu vivifica.” 2ª
de Corintios 3: 6. La práctica de la adoración en el Antiguo
Testamento en tabernáculos y templos, así como las ceremonias
y las funciones sacerdotales fueron absolutamente observadas de acuerdo a
la letra de la Ley. Ellos mataron un cordero, pusieron sangre
sobre los dinteles de las puertas de sus casas, observaron la Pascua en el
tiempo y la manera precisas. Sólo los sacerdotes y los Sumos
Sacerdotes podían oficiar en muchos de los ritos ceremoniales.
“Ahora bien, aún el primer pacto tenía ordenanzas de culto y
un santuario terrenal.” Hebreos 9: 1 En el pasaje mencionado continúa
una descripción de todo el mobiliario en el tabernáculo.
El sacerdote oficiaba, utilizando el mobiliario del templo de una manera específica.
La iglesia del nuevo pacto tiene un Sumo Sacerdote mucho mayor que oficia
como “ministro del santuario, y de aquel verdadero tabernáculo que
levantó el Señor, no el hombre.” (Hebreos 8: 2).
Vemos que la naturaleza de la iglesia es la de un organismo espiritual,
compuesto por un pueblo espiritual, que llegó a ser espiritual por
la llenura del Espíritu Santo. Puesto que “lo que es nacido
de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu
es.” Juan 3: 6. Es imposible que como pueblo espiritual debamos estar
producidos o nutridos por cosas materiales. Ya no es más un
acto físico; el nuevo pacto es una relación espiritual del
"ser interior.” Las referencias al agua, al fuego, a la puerta, al camino,
a la luz, ya no son literales sino figurativas. La vida espiritual
para el Cristiano en la iglesia no es para ser sostenida con las ceremonias
literales del tabernáculo como en el pasado, sino sostenida y nutrida
sólo cuando “comemos la carne del Hijo del Hombre y bebemos de su
sangre” en el sentido en el que Jesús lo dijo. Juan 6: 53, 63:
“El Espíritu es el que da vida, la carne para nada aprovecha; las
palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida.” (Es digno
de mencionarse este dicho posterior de Jesús, reportado en el versículo
66, “desde entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás,
y ya no andaban con él.”)
Atribuir valor espiritual a una ordenanza externa es sustituir el trabajo
del Espíritu en nuestras vidas, y por lo tanto conduce fácilmente
a una forma de idolatría en la cual estas cosas y prácticas
reciben el honor y la importancia que sólo le pertenecen a Dios.
“Mas la hora viene, y ahora es cuando los verdaderos adoradores, adorarán
al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales
adoradores busca que le adoren.”
Podemos ver que el Cristiano es quitado de actuaciones ceremoniales del
pasado cuando se da cuenta de la posición que tiene en Cristo. En
la medida que uno depende de la ceremonia, o de la manera particular en que
se desarrolla la ceremonia, se originan muchos peligros y preguntas.
Por ejemplo, con respecto a la ordenanza del bautismo con agua, la pregunta
surge ¿Qué persona (sacerdote, pastor, o quien sea) es elegible
para hacerlo? ¿Cuándo debe hacerlo? ¿Cómo es que...
la inmersión, el rociamiento, el bautismo de infantes hacen que alguien
se una a la iglesia? Estas son preguntas serias que desconciertan a
muchos. Una respuesta alentadora es encontrada en Colosenses 2: 10-
12: “y vosotros estáis completos en Él, que es la cabeza de
todo principado y potestad. En Él también fuisteis circuncidados
con circuncisión no hecha a mano, al echar de vosotros el cuerpo pecaminoso
carnal, en la circuncisión de Cristo; sepultados con él en el
bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con Él, mediante
la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos.”
Nuestro nacimiento natural dentro de nuestras familias nos imputa el castigo
del pecado de Adán. De la misma manera nuestro nacimiento espiritual,
el cual es totalmente mediante la fe, nos hace estar “en Cristo”, para que
todo lo que Él hizo ya sea justo o ceremonial se nos atribuya.
En el versículo justamente mencionado de Colosenses, sólo
el bautismo y la circuncisión se mencionan. Cristo cumplió
ambos, así como todos los otros ritos. La circuncisión
de Cristo, hecha al octavo día (Lucas 2: 21), cumple tal obligación
para todos los que están en Cristo. El bautismo de Jesús
por Juan en el río Jordán cumple la obligación de tener
la ceremonia realizada por cada miembro de la iglesia, que está en
Él. Jesús, en sí mismo, no necesitaba ninguna de
las dos ceremonias. Pero, como nuestro sustituto, observó estas
ceremonias para que nosotros fuéramos liberados de ellas y conociéramos
la realidad de cada acto.
¡En vez de que los Cristianos sean bautizados, porque Cristo fue bautizado,
el hecho de que Él haya sido bautizado es la razón por la cual
nosotros no necesitamos serlo! En realidad, una vez que comprendemos
la amplitud de lo que Jesús hizo por nosotros al exclamar en la cruz
“Consumado es” parece una burla intentar hacer algo en nuestra carne para
añadir a lo que Él ha hecho a tan grande precio. Hacerlo
sería cuestionar si lo que Él ha hecho es realmente suficiente.
¿Qué es lo que se tiene que hacer con la declaración
de Jesús encontrada en Marcos 16: 16: “El que creyere y fuere bautizado,
será salvo; más el que no creyere, será condenado? ¿Recuerdas
los dos bautismos: el de Juan y el de Jesús? Puesto que el agua
no se menciona en este texto, es evidente que Jesús habla de
Su propio bautismo y no del bautismo de Juan. Es importante distinguir
el tiempo del verbo “fuere” en lugar de “ha sido”. ¡Si esto fuese un
bautismo con agua teniendo como método la inmersión equivaldría
a mantenerse en el agua por un tiempo muy prolongado! El bautismo de
Jesús es un proceso, no un acto; es un bautismo permanente, obrando
un cambio continuo y duradero.
Por supuesto que nos acordamos de las varias referencias que nos indican
la práctica del bautismo con agua en formas y tiempos diferentes
en la iglesia primitiva tal como está descrito en el libro de los Hechos
de los Apóstoles y en otros lugares. En las 14 cartas de Pablo,
incluyendo la epístola a los Hebreos, la palabra “bautismo” es encontrada
3 veces, bautizar 1 vez, bautizado 12 veces, y bautismos 1 vez. Esto
quiere decir que en las cartas de Pablo se encuentra 17 veces, y una vez
en las cartas de Pedro.
Ciertas observaciones sobre esto pueden ser útiles. Si de 21
cartas, 14 se encuentran totalmente en silencio respecto al asunto, podríamos
asumir que el bautismo no es un asunto prioritario en la enseñanza
de ellas. Sin embargo, si estas pocas referencias muestran que el bautismo
de agua es esencial para la salvación o necesario para ser obediente
al Señor, debemos considerar seriamente el asunto. Una cosa es
que la palabra “agua” no es utilizada en conexión con la mención
del bautismo en cualquiera de estos pasajes. Esto por sí mismo
es significativo. La examinación de los textos uno por uno revela
lo siguiente: De las seis veces que las palabras aparecen en 1ª
de Corintios 1: 13 – 17 la inferencia es muy evidente en referencia a que
Pablo está hablando del bautismo de agua como una explicación
del uso de la ordenanza y no como una vindicación del mismo,
o la definición del bautismo como un requisito. Él agradece
a Dios que no bautizó más de lo que había hecho, y concluye
el asunto por completo al decir que Dios no lo envió a bautizar sino
a predicar el Evangelio. Esto podría indicar que él pensó
que el bautismo de agua no tenía ninguna parte en el Evangelio
de Cristo.
Ya se ha mencionado antes que en Efesios 4:5 es claro que uno podría
concluir razonablemente que “un Señor, una fe, un bautismo..."
se refiere al bautismo de Jesús y no al bautismo de Juan.
La única referencia de Pedro al asunto en 1ª de Pedro
3: 21, conduce la atención al diluvio “el bautismo que corresponde
a esto ahora nos salva.” Leyendo el contexto de este pasaje, uno descubre
que Pedro se protege contra la interpretación de que el agua es un
elemento de regeneración al decir en el mismo versículo “no
quitando las inmundicias de la carne” lo cual resultaría del lavamiento
con agua “sino como la aspiración de una buena conciencia hacia
Dios por la resurrección de Jesucristo.”
Es interesante leer nuevamente la historia de la visita de Pedro a la casa
de Cornelio. Después de repetidas visiones sobre cierta clase
de manta que descendía del cielo con toda clase de comida prohibida
a un Judío comer, a Pedro se le ordena comer. Esto lo preparó
a él para su visita a casa de Cornelio y su comida con él. (Hechos
10). Después del episodio, Pedro lo reportó a otros en
Jerusalén, señalando ¡lo notable que fue que el
Espíritu Santo viniera sobre ellos aún en la casa de un Gentil!
Al llegar a este punto Pedro repentinamente añadió “Juan
ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados
con el Espíritu Santo.” Hechos 11: 16. Parece que Pedro en ese instante
entendió lo que fue la completa transición de las prácticas
Judías del Antiguo Testamento a la nueva era de la iglesia. Vale
la pena distinguir que después de Hechos 11, no hay referencia a que
Pedro usara o alentara a otros a bautizar con agua.
Esto conduce a una evaluación respecto a la cantidad de material
y al énfasis prestado en el Libro de los Hechos concerniente al bautismo
con agua y a la comunión. En el Antiguo Testamento cuando una
ordenanza era instituida, se daban instrucciones específicas en cuanto
a cómo y cuándo debía hacerse. Por ejemplo, el
cordero de la Pascua. A ellos se les ordenó el tipo de cordero
que tenía que ser, cuándo debía ser seleccionado, y matado,
así como los lugares precisos en que la sangre iba a ser colocada y
el tipo de hierbas con las cuales la sangre iba a ser transportada en los
dinteles de las puertas, etcétera. En el Libro de Levítico,
de los capítulos del uno al siete se detallan cinco tipos diferentes
de sacrificios. Si las ordenanzas externas de la iglesia fuesen tan
explícitas y presentes como éstas, seguramente se dedicaría
más tiempo y especificación al asunto en los escritos del Nuevo
Testamento.
Sabemos que en algunas ocasiones los apóstoles y otros Cristianos
primitivos bautizaron con agua a los nuevos convertidos. También
sabemos que el libro de los Hechos es una historia del periodo de transición
entre las dos dispensaciones de la Ley y la Gracia. El día que
Jesús murió el velo del Templo se rasgó en dos,
y en lo que concierne al valor práctico, en aquel día el sistema
ceremonial del Antiguo Testamento perdió su poder. El libro de
los Hechos abarca casi medio siglo de historia, un tiempo en el que
tanto las dificultades emocionales como las teológicas jugaron un
papel importante en la transición. Los apóstoles aparentemente
en una buena parte de este periodo continuaron observando las fiestas Judías
y las ordenanzas en el templo. La circuncisión fue practicada.
El argumento de la circuncisión se convirtió en una gran discusión
en el Concilio de Jerusalén. (Hechos 15 - 16).
¿Por qué Jesús no dio más instrucciones respecto
a estas cosas a sus discípulos, o los instruyó a no continuar
en ellas? En Juan 16: 12 – 13 Él explicó: “Aún
tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar,
pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará
a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino
que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que
habrán de venir.” Mucho del contenido del Libro de los Hechos es una
narración del proceso por el cual el Espíritu Santo dirigió
a los apóstoles en la iglesia primitiva a la formulación de
gobernar y a las prácticas de la nueva iglesia. Aún cuando
sabemos que uno es regenerado a través del perdón de sus pecados
y acepta a Cristo como Salvador en un instante, y también que uno recibe
la llenura del Espíritu Santo por fe, sabemos que estos actos no remueven
instantáneamente restos de prejuicios, ni traen instantáneamente
formas correctas de prácticas religiosas. La madurez viene paso
a paso al añadir conocimiento a la fe.
La epístola a los Gálatas nos indica que había un esfuerzo
decidido por parte de algunos de los Judíos que se habrían hecho
Cristianos, para imponer sobre la iglesia todas las ordenanzas del Antiguo
Testamento, y que Pablo tuvo una de sus luchas más persistentes contra
la gente que trató de retener las mismas en la iglesia.
Otro comentario sobre la doctrina del bautismo es tomado de la (Constitution
and Discipline of Northwest Yearly Meeting of Friends Church, 1979, p.
21) (Constitución y Disciplina de la Junta Anual del Noroeste
de la Iglesia de los Amigos, 1979, p. 21) “Expresaríamos nuestra continua
convicción con respecto a que nuestro Señor no escogió
ritos o ceremonias para que fuesen observadas en su Iglesia. Nosotros
aceptamos cada mandamiento de nuestro Señor en lo que creemos es su
significado genuino, como algo absolutamente concluyente. La pregunta
sobre el uso de las ordenanzas externas es para nosotros una pregunta, que
no cuestiona la autoridad de Cristo, sino Su verdadero significado.” Una declaración
posterior reitera nuestra convicción de que el bautismo de Cristo
con el Espíritu Santo es plan de gracia de Dios para darle poder
al creyente para vivir una vida santa, de poder y limpiada en Su poder santificador.
Íntimamente conectada a la convicción ya expresada se encuentra
la postura sostenida por los Amigos en cuanto a la verdadera “cena del Señor.”
Al abordar nuevamente el tema nuestra actitud intenta ser afirmativa, no negativa.
La Eucaristía, misa, o comunión no debe ser ridiculizada sino
reemplazada. La presencia de Cristo con Su Iglesia, dibujada históricamente
en la pintura Cuáquera conocida como la Presencia Entre Nosotros,
no está diseñada para ser simbólica ni para ser una
representación con vino y ostias, sino una comunicación real
de Su propio Espíritu. “Y yo rogaré al Padre, y os dará
otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre.” Juan 14:
16. Convenciendo de pecado, testificando de Jesús, y tomando de las
cosas de Cristo, el bendecido Consolador comunica la presencia real del Señor
al creyente y a la iglesia, en una manifestación de gracia permanente.
Es recordando y experimentando la realidad de Su cercanía y Su poder
condenador y a la vez restaurador, que la adoración con compañeros
Cristianos o bien solos nos permite entender las palabras del apóstol
como la expresión de la más dulce y más auténtica
realidad: “La copa de bendición que bendecimos, ¿No es la bendición
de la sangre de Cristo? El pan que partimos ¿no es la comunión
del cuerpo de Cristo? Siendo uno solo el pan, nosotros, con ser muchos,
somos un cuerpo; pues todos participamos de un mismo pan.” (1ª
de Corintios 10: 16 – 17.)
La enseñanza Católica Romana respecto a la Eucaristía
insiste en que en un proceso llamado “transubstanciación” el verdadero
cuerpo de Cristo está presente al participar de la ostia y el vino.
¡Para comprobarlo se ha intentado aún la operación quirúrgica!
En tanto que los Amigos no creen en el milagro químico de tal posibilidad,
creemos en el milagro espiritual de ese hecho que ocurre cuando estamos en
adoración, en comunión con Dios. Para nosotros esta
es una verdad vital y sagrada, ya que sin la comunión los Amigos no
tenemos nada. Nuestra comunión es participar de Aquel que dijo
“Yo soy el Pan de Vida.” Fue Robert Barclay quien escribió “Nuestra
comunión con Cristo es y debe ser nuestro mas grande trabajo”.
El principio básico de la posición de Barclay es que si una
persona tiene la realidad, no se requiere de nada más, y si no se tiene
la realidad, nada será suficiente. Robert Barclay también
opinó que muchas de las iglesias habían degenerado en
el uso de los sacramentos como si estos fueran un cierto tipo de magia religiosa.
No es muy difícil entender lo que le preocupaba al ver a aquellos que
frenéticamente preparaban la ceremonia de un bautismo infantil cuando
el niño al que se bautizará está a punto de morir.
Ya que se ha hecho referencia a la Iglesia Católica Romana, es interesante
recordar que en los primeros siglos de nuestra era, la pregunta en boga era
si se deberían observar siete o dos sacramentos. En el tiempo de la
Reforma este debate condujo a amargas divisiones. Los argumentos giraron
en torno a cuál de las ceremonias Cristo había realmente instituido.
Lo que hizo Barclay al representar el punto de vista Cuáquero fue llevar
este argumento a una profunda esencia de examinación. Es infructuoso
discutir qué ceremonias fueron las que Cristo instituyó si
Su propósito real fue conducir a la iglesia más allá
de las ceremonias hacia algo más fundamental. Sin llegar a la
pregunta de si “haced esto en memoria de mí” es traducido con exactitud
o no [las versiones inglesas Revised Standard Versión (Versión
Revisada Standard) y New English Bible (Nueva Biblia Inglesa) no lo incluyen,
excepto en sus márgenes.] La pregunta práctica para el Cristiano
no es si la comunión debe ser efectuada, sino más bien cómo
es que la comunión tiene que ser efectuada. Desde luego que la
referencia hecha, es a la “última cena” de Cristo cuando celebraba
la Fiesta de Pascua con Sus discípulos. El evangelio de Juan
se enfoca más bien en el acto del lavamiento de los pies. Relacionando
eso a la declaración “Esto es mi cuerpo...” la ambigüedad esta
aparentemente contemplada. Esto puede significar identidad, igualdad,
inclusión o existencia, y tal vez podría ser utilizado en el
contexto de otra declaración de Jesús cuando Él dijo
“Yo soy la puerta,” y en analogías similares. En Apocalipsis
3:20 también se declara lo que la maravillosa promesa nos dice: “He
aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la
puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él
conmigo.” Nosotros contemplamos la declaración como una invitación
que proporciona esperanza al mundo entero, incluyéndose en ella a aquellos
que no tienen a la mano ningún elemento como el pan y el vino que
han sido bendecidos por un sacerdote o un líder religioso. Robert
Barclay al reflexionar en ello hace una observación posterior
muy provocativa a los Católicos y a los Anglicanos, “su comunión
es demasiado pequeña.”
Recordando nuevamente que mucho del contenido del libro de los Hechos es
una transición además de ser un período de aprendizaje
para aquellos primeros Cristianos, una idea significativa se deriva de la
conclusión alcanzada en el Concilio de Jerusalén reportado en
Hechos 15. (Este mismo ejemplo será utilizado en el capítulo
referente a la toma de decisiones.)
Se había desarrollado una discusión seria, la cual tenía
que ver con la pregunta del uso de las tradiciones y prácticas Judías
en la iglesia. ¿La fiesta de la Pascua que Jesús observó
con sus doce discípulos fue un cumplimiento de la ley del Antiguo Testamento
o el establecimiento de un nuevo rito para la iglesia? Se había
puesto una atención especial en la práctica de la circuncisión.
Escuchemos la súplica de Pedro:
Y después de mucha discusión, Pedro se levantó
y les dijo: Varones hermanos, vosotros sabéis como ya hace algún
tiempo que Dios escogió que los gentiles oyesen por mi boca la palabra
del evangelio y creyesen. Y Dios, que conoce los corazones, les dio
testimonio, dándoles el Espíritu Santo lo mismo que a nosotros;
y ninguna diferencia hizo entre nosotros y ellos, purificando por la fe sus
corazones. Ahora, pues ¿por qué tentáis a Dios,
poniendo sobre la cerviz de los discípulos un yugo que ni nuestros
padres ni nosotros hemos podido llevar? Antes creemos que por la gracia
del Señor Jesús seremos salvos, de igual modo que ellos. Hechos
15: 7-11
Después de este discurso, Pablo, Bernabé y Silas dan sus reportes
de cómo el Señor está bendiciendo los distintos campos
misioneros. Tras de la deliberación del Concilio la conclusión
obtenida es dada en los versículos 28 y 29 “Por que ha parecido bien
al Espíritu Santo, y a nosotros, no imponeros ninguna carga más
que estas cosas necesarias: que os abstengáis de lo sacrificado a ídolos,
de sangre, de ahogado y de fornicación; de las tales cosas si os guardarais,
bien haréis. Pasadlo bien.”
Si la práctica de la comunión observada en diferentes formas
y ocasiones por muchas iglesias sugiere que la práctica es más
una forma cultural que una orden escritural, por ejemplo la práctica
de la comunión en bodas, en días festivos, y en eventos especiales
de la iglesia. La práctica puede relacionarse más a formas
contemporáneas de adoración que a algo más esencial,
de la misma manera que distintas personas y congregaciones tienen gustos diferentes
en música, en estilo de liderazgo y en ambiente para adorar.
Si esto es así, uno dudaría en desalentar una práctica
que trae bendición, tal como contar con un coro o alguna otra experiencia
familiar de adoración parecida. Que los Amigos han aprendido a reconocer
el valor de la comunión silente en reverente contemplación de
la expiación de nuestro Señor, escuchando Su voz interior, siendo
espiritualmente dirigidos y alimentados en la experiencia, es un hecho mucho
más profundo que la cultura o que cualquier otro ejercicio religioso
utilizando los elementos y las manos.
En mi propia experiencia como misionero, el uso del pan y del vino como
símbolos fue inmediatamente identificado con un pasado irrelevante
entre un pueblo donde su mayor orientación religiosa estaba en una
mezcla de Catolicismo Romano y creencias animistas. Al encontrar al
Señor Jesús y experimentar la llenura del Espíritu Santo,
sus necesidades espirituales fueron cubiertas en una fresca y maravillosa
revelación de verdad y realidad. Esta experiencia profundizó
mi aprecio por una comunión espiritual, demostrando además
el peligro que constituye depender en las formas externas intentando proveer
un substituto por el cuerpo roto y la sangre derramada en el Calvario.
Tal y como con el rito del bautismo, nos viene la pregunta respecto
a quién está calificado para impartir la comunión; cuándo
y quién debe participar. Diferentes denominaciones han tenido
diversas prácticas y conclusiones, lo cual nos sugiere que el asunto
de si son necesarias no es lo suficientemente claro en las Escrituras.
Respecto a este asunto el período de la Reforma es muy instructivo
ya que durante el mismo las muchas divisiones, produjeron muchas interpretaciones.
La Iglesia Católica Romana no llegó a su dogma sobre este asunto
sino hasta muchos siglos después de que la misma se inició.
La iglesia primitiva pareció combinar varias costumbres Judías
con un entendimiento cada vez mayor de lo que la adoración Cristiana
iba a ser. Nosotros creemos que el uso del vino y el pan es más
una continuidad de adaptación de la Pascua Judía que un mandato
de Cristo, para esta dispensación.
El simbolismo del lavamiento de los pies, de expresarse amor como la marca
de las relaciones Cristianas- al igual que otros actos de Cristo son un reto
más al sacrificio y a la obediencia.
Recordemos una ilustración proveniente de uno de los primeros escritos
de los Amigos. Cuando dos jóvenes están enamorados, comprometidos
a casarse, sucede con frecuencia que ellos intercambian fotos, especialmente
si ellos viven por un tiempo lejos el uno de la otra. Estas fotos son
puestas en un lugar prominente y vistas con mucha frecuencia debido
al anhelo de ambos. Pero una vez que se casan, rara vez miran
las fotos. ¿Por qué deben hacerlo? Ellos se ven todo
el tiempo. Así sucede con nuestra fe. La Pascua y otros
símbolos y ordenanzas fueron utilizados para ayudar a los Judíos
a recordar la venida del Mesías. ¡Pero Él vino!
Más aún, ha enviado a su Espíritu para estar no sólo
con nosotros sino en nosotros. De manera que podemos disfrutar de Su
propia presencia todo el tiempo. El utilizar sólo los símbolos
o los elementos puede convertirse en un sustituto frívolo para celebrar
al Pan de Vida.