Capítulo IV
Permitiendo que Prevalezca la Paz
“Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual
nadie verá al Señor." Hebreos 12: 14
El desquitarse ocupa la energía, el tiempo, y el pensamiento de mucha
gente. En un momento dado todos hemos tenido esta experiencia. ¡
Es posible que algunos sigan batallando al respecto!
La palabra venganza es una palabra sofisticada que describe muy bien este
proceso, en realidad la venganza es una forma de vida, que se da en las relaciones
internacionales. Por ejemplo las olas del terrorismo que diariamente
aparecen en los encabezados de los periódicos contienen una grande
y terrible lista, para ser verificada y así ver como los enemigos
tratan de desquitarse. Existen otras palabras que todos utilizamos
para describir esta triste, y con frecuencia trágica parte, de las
relaciones humanas – palabras tales como: disputa, retribución y revancha.
En un nivel personal puede darse en la forma de un desaire, cuando nos negamos
a hablar con alguien. Aún el evitar dar una sonrisa o
seguir las más elementales reglas de cortesía que caracterizan
a una conducta civilizada, están enraizadas en el problema de
la venganza.
Como Cristianos, esto llega a ser un punto básico de conducta.
Principia en nuestros corazones, toca cada aspecto de los mismos en el hogar,
la iglesia, y el mundo. Jesús fue muy explicito sobre esto al
decir: “Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas
que tu hermano tiene algo contra ti,”dice nuestro Señor, asumiendo
que cualquiera conocería que es imposible para un Cristiano “tener
algo en contra” de otro creyente, “deja allí tu ofrenda delante del
altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven
y presenta tu ofrenda.” Mateo 5: 23 – 24.
Antes de continuar elaborando el asunto de la paz, veamos otro punto importante
hecho por Jesús en el mismo discurso, en el cual nos instruye respecto
a como relacionarnos, no sólo con nuestros compañeros Cristianos
sino con quienes no lo son. “Oísteis que fue dicho: ojo por
ojo y diente por diente. Pero yo os digo: No resistáis al que
es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele
también la otra.” Mateo 5: 38 – 39.
En este pasaje conocido como el Sermón del Monte se añaden
más cosas. Algunas veces estos versículos son explicados
como si estuviesen relacionados principalmente a la cultura Romana de la
época. Tal vez, pero como dice la digamos – no pía -
observación de Mark Twain sobre la Biblia, “Lo que me preocupa no
son las partes difíciles de entender, sino más bien, las partes
que son imposibles de no entender esas partes son las que me molestan.” El
significado obvio de estas expresiones de Jesús no deja posible margen
de error.
La séptima Bienaventuranza (Mateo 5: 9) no debe ser extraída
de las otras bienaventuranzas como la más importante, para nuestras
vidas hoy, o como irrelevante. “Bienaventurados los pacificadores, porque
ellos serán llamados hijos de Dios,” se aproxima al auténtico
carácter del Cristianismo. Como las otras bienaventuranzas,
ésta es una clara descripción de Jesús Mismo y
también del verdadero discípulo del Señor. No
es más importante que las otras bienaventuranzas, sino tan importante
como todas, y encaja dentro del mosaico espiritual completo de lo que es
el verdadero Cristianismo.
Esto nos conduce a la observación respecto a como nuestra Iglesia
de los Amigos no es descrita precisamente con simplemente decir que es una
“iglesia pacifista,” sino más bien como una denominación que
toma seria y literalmente las enseñanzas de Jesús concernientes
a la paz, como nosotros lo intentamos hacer con las otras doctrinas que se
nos han enseñado.
Tal vez también debe decirse que al considerar las Escrituras especialmente
el mensaje de Jesús según se encuentra en el Evangelio de Mateo,
que no estamos permitiendo hablar a la Biblia de política, paz y guerra.
Sino más bien estamos tratando de no ignorar aquellos pasajes que
nos enseñan sobre la paz. Esto es parte de ser una iglesia “Cristiana.”
Yéndonos más a fondo diremos que, nuestro entendimiento de
la doctrina de la paz está unido a nuestro concepto de santidad.
“Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al
Señor.” Hebreos 12: 14. Sin el poder del Espíritu Santo es
consistentemente imposible ser pacífico o santo.
Al contar con una profunda convicción central como ésta, es
difícil que uno se imagine que exista una enseñanza o
verdad más relevante para considerar. Estas no son vistas como
metas, sino como cualidades, principios y descripciones de lo que el carácter
Cristiano es. Alguien cínicamente ha dicho: “La doctrina ha sido la
maldición de la iglesia.” Esto no es cierto. El problema ha sido,
la falta de doctrina, la vaga enseñanza, la ambigüedad, o el
comprometer un pensamiento acomodaticio sobre lo que Jesús dijo
y aseguró.
Otra razón que da relevancia a este asunto es que la dolorosa práctica
de la venganza y la retribución es una raíz del en el rompimiento
de matrimonios, y de las dificultades en las relaciones que con mucha frecuencia
encontramos en las iglesias y dentro de otros círculos Cristianos,
por no decir que en la sociedad en general. Nosotros sabemos que esta
tendencia carnal afecta muy temprano a los niños.
Mientras que lo deslumbrante, lo raro, o la demostración físicamente
injuriosa de actitudes vengativas entre los adolescentes y los adultos proporcionan
las noticias a los medios, también existe lo sutil, los tipos de guerra
que por debajo de la superficie se examinan bajo el escrutinio de las
Escrituras. Vengarnos en una situación “proporcionándole
a alguien un espacio en nuestras mentes,” como por ejemplo, renunciando
a un comité con resentimiento, o a otras responsabilidades, vengándonos
de una situación (o utilizando la influencia de alguien para manejar
a otra persona)- estas situaciones tienen que ser consideradas.
Esto no es un problema nuevo. Ya era un problema añejo cuando
Jesús lo enfrentó, no sólo una sino en muchas ocasiones.
Sus oyentes entendieron inmediatamente como nosotros lo hacemos ahora
de lo que se trataba cuando habló acerca del sistema del “ojo por
ojo...” ¿Se acuerdan? Caín se vengó de Abel su
hermano, y se convirtió en el primer asesino. Aparentemente
aquel fue el primer eslabón de una cadena diabólica de eventos,
de un sistema pecaminoso de resolver diferencias que condujo a la formación
de la Ley Mosaica como está elaborada con sumo detalle en Éxodo
21, y en Deuteronomio 19. “ojo por ojo, diente por diente, mano por mano,
pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, golpe por golpe.”
Éxodo 21: 24- 25 “Y no le compadecerás, vida por vida, ojo
por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie.” Deuteronomio 19:
21.
En tanto que este principio prevalece en la cultura de Oriente Medio, y
en el mundo Occidental es debatido, la enseñanza de Jesús fue
una explicación de la iglesia. Esto podría muy bien referirse
a las comparaciones del “antes” y “ahora” utilizadas por el Señor.
“Oísteis que fue dicho: ojo por ojo y diente por diente, pero yo os
digo...” Mateo 5: 38 – 42. Moisés fue elegido para impartir los principios
predominantes para controlar los excesos en los arranques de ira, de violencia,
y en la urgencia por vengarse. Esta tendencia familiar de vengarse
no necesita elaboración. Inmediatamente que una persona es levemente
lastimada se desquita. El modelo de lucha de los animales de “diente
y garra,” se desarrolla, pero los animales en raras ocasiones humillan a
un hijo o abusan de un compañero en un arranque de ira. ¡Lo
que la Ley del Antiguo Testamento pidió fue un mejoramiento sobre
un sistema que degenera muy pronto en una demanda de dos ojos a cambio
de uno, o de la boca completa con sus dientes y una mandíbula rota
a cambio de un diente! La justicia exacta es mejor que vivir en una
jungla en medio de una guerra de guerrilla o que estar en un tribunal
desautorizado.
Jesús enseñó y demostró “un camino más
excelente,” y en el Día de Pentecostés bautizó con el
Espíritu Santo a aquellos que obedientemente estuvieron esperando
en oración, dándoles poder para vivir como testigos (pacíficos.)
El Cristiano es levantado a un plano, a un camino de vida mas allá
de a las habilidades e inclinaciones humanas. “Mía es la venganza,
yo pagaré dice el Señor.” La teología Cristiana esta
principiando a tomar forma. Jesús dijo: “Yo soy el camino, la
verdad y la vida...” Juan 14: 6.
¿El Camino? El Evangelio de Cristo es visto por muchos Cristianos
como un camino hacia la vida. Los Amigos insisten en que Jesús
también está diciendo, que el evangelio es un camino de vida.
Es fácil perder esta distinción doctrinal. El discipulado es
costoso tanto como un camino de esperanza, especialmente en un mundo dominado
por el principio de venganza. El camino de paz es una alternativa válida
a pesar de ser frecuentemente ignorado y rechazado en el mundo.
Como siempre, las doctrinas enseñadas por Jesús, también
son demostradas en la iglesia primitiva. El Apóstol Pablo lo
pone de manifiesto con una clara perspectiva en su discurso sobre fe
y práctica (¿Cuáquera?): “No paguéis a nadie
mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres. Si es
posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres.
No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar
a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza,
yo pagaré, dice el Señor. Así que, si tu enemigo
tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo
esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza. No seas vencido
de lo malo, sino vence con el bien el mal.” Romanos 12: 17- 21.
Así es como funciona el trabajo por la paz. Uno se pregunta
lo que haría por la paz una política nacional de dar de comer
al hambriento, de dar cuidado médico a los enfermos, proporcionar
asistencia para el campo y capital para los negocios de los pobres, comparado
con la exportación de municiones y armamentos que se hace a países
pequeños y grandes. Cualquier acción de buena voluntad
perdurable que nuestra nación ha establecido internacionalmente se
origina en esta clase de esfuerzos, y no a través de una intervencion
militar. ¡Que tristeza nos da al enterarnos que nuestra nación
se encuentra muy por abajo en la lista de bienes y servicios otorgados a
los países del tercer mundo en comparación con lo que otros
países del mundo menos pudientes que el nuestro dan!
El principio descrito por Pablo al escribir a la iglesia de Roma en Romanos
12 es aparentemente lo que la iglesia primitiva en todas partes entendió
sobre la enseñanza de Jesús respecto a la venganza. Esto
muestra el espíritu y la letra de la nueva ley para los Cristianos.
Tal y como ha sido dicho, “Dios no sólo nos perdona el
pecado, sino que continua supervisandolo.”
El Sermón del Monte y el registro completo de las enseñanzas
de Jesús son más que meros sermones del sábado, o conversaciones
ocasionales que Jesús tuvo con Sus discípulos cuando iban por
el camino. Las enseñanzas de Jesús son cursos de Seminario
sobre una teología de la conducta. Deben ser tomadas con seriedad,
no como algo fuera de nuestro alcance, ni como algo irrelevante ya que vivimos
en un mundo que no acepta las enseñanzas de Cristo. Las enseñanzas
de Jesús no son ideas “extrañas” de una denominación
periférica o radical. Ni son verdades para ser utilizadas para
juzgar o como una amenaza, ni para atribuirnos “culpabilidad,” ni para
desanimarnos. Las enseñanzas de Jesús más bien son direcciones
que nos muestran “el camino.” ¿Cómo es que un Cristiano va
a actuar, responder, manejar y enfrentar situaciones difíciles con
gente difícil? El mundo intenta otras formas, y así también
cada uno de nosotros. El Cristiano toma otra dirección a través
de su orar, sus actitudes, sus acciones y su razón de vivir.
Jesús nos dice que una de las mejores formas de saber si una persona
es verdaderamente Su discípulo es observándola como reacciona
ante un trato injusto ante las groserías de la gente, ante el orgullo
de otros y ante los malos tratos.
Nuevamente nos encontramos con una enseñanza del Nuevo Testamento
en nada diferente al asunto de los sacramentos, en la cual la iglesia encontraba
una transición de las leyes Mosaicas y los rituales del tabernáculo
hacia una nueva dispensación de gracia. Nos encontramos en la
era de la Iglesia. Nuestra ciudadanía está en el Reino
de Dios.
El que sea difícil, inclusive confuso, no es de sorprender.
Los Judíos de los días en que Jesús vivió
lamentaron Su venida como un siervo humilde en lugar de un poderoso
líder militar. El Domingo de Ramos lo representó. Desde
Su nacimiento en un pesebre hasta Su vocación como carpintero,
Jesús decepcionó a aquellos que querían un gobernante
diferente. Aún y cuando Su ministerio fue profetizado mucho antes
como el de un “siervo sufriente,” éste vino como una sorpresa total
y una decepción para aquellos que "no lo siguieron más" sabedores
de que Su mensaje era acerca de la autonegación y el servicio.
El día de hoy el ministerio de Jesús sigue siendo sorprendente.
Y para muchos inaceptable. En lugar de quitar los grilletes de la persecución
tal y como lo esperaban los Judíos, Jesús les dijo a
Sus discípulos que la persecución aumentaría. Y así
fue. En el tiempo cuando pensaron que al fin ganarían el poder
para vengarse de sus opresores, se les advirtió “no resistir al que
es malo” Mateo 5: 39. Si eligieron ser Sus discípulos, Jesús
les advirtió que serían arrestados, golpeados, maldecidos,
odiados, maltratados, relegados, traicionados, insultados, y muertos.
Cuando todo esto sucediera, no debieran sorprenderse ni decepcionarse,
sino debieran estar alegres. (Lucas 6: 23) Cuando el mundo se dispone
a seguir los principios de guerra y venganza, este será el trato normal
para los Cristianos. Aún más, mirando cuidadosamente
dentro de los corazones de los Cristianos mismos, Jesús les dijo que
aún los pensamientos malignos y de odio son tan malos como el asesinato,
y que los Cristianos no deben dar cabida al desprecio en sus corazones. (Mateo
5: 22).
Creemos que si Jesús hubiese elegido ser un Mesías militar,
lo hubiese sido. Satanás le ofreció todos los reinos
del mundo con su esplendor. (Mateo 4: 8-9). Pero Jesús conscientemente
se opuso a cambiar Su dirección. Él pudo haberse convertido
en un momento dado en un rey de este mundo. Cuando Jesús habló,
todos escucharon. Todas las circunstancias para una guerra santa o
“justa” estaban dadas. Jesús sabía que los Romanos fueron
opresores de pueblos victimados. Él supo que los que asesinaron
a los niños en Belén fueron soldados Romanos. Él supo
que ellos adoraban a César, un falso dios. Él supo de
la existencia de la inmoralidad sexual que se suscitaba en los grandes centros
de concentración de población. Él sigue sabiendo
acerca de los problemas de nuestro mundo, y nosotros seguimos creyendo
que algún día Dios reinará y cambiará todas las
cosas. Pero nuestra comisión claramente explicada en las enseñanzas
de Cristo consiste en ser fieles “en el Camino,” hasta que Él venga.
Sus prioridades y Su tiempo permanecen. Dividir los principios de paz
entre un mandato individual y una respuesta nacional, o de políticas
internacionales, demanda el alejarse de la enseñanza de Jesús
y de lo que está en las epístolas Paulinas.
Esto es una verdad difícil y atemorizante. Verdad nada popular,
que puede explicar el por qué nuestra iglesia permanece más
pequeña que otras. Dicho en humildad y tristeza, sin arrogancia,
ya que no hay nada más contradictorio que un pacifismo militante.
Mantengámonos cerca de la Escritura al considerar esta doctrina de
la paz. Después del Día de Pentecostés, el estilo
de vida de los discípulos de Jesús fue formado y ejemplificado
admirablemente en sus vidas, lo cual concuerda con estas líneas [Lucas
6: 32- 37]:
‘Porque si amáis a los que os aman, ¿Qué
mérito tenéis? Porque también los pecadores aman
a los que los aman. Y si hacéis bien a los que os hacen bien
¿Qué mérito tenéis? Porque también
los pecadores hacen lo mismo. Y si prestáis a aquellos de quienes
esperáis recibir, ¿Qué mérito tenéis?
Porque también los pecadores prestan a los pecadores, para recibir
otro tanto. Amad, pues, a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad, no
esperando de ello nada; y será vuestro galardón grande, y seréis
hijos del Altísimo; porque él es benigno para con los ingratos
y malos. Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre
es misericordioso. No juzguéis, y no seréis juzgados;
no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis
perdonados.’
No solamente los doce discípulos, sino también los primeros
Cristianos creyeron lo que Jesús dijo. Lo vivieron. ¿No
debe ser esto una verdad integral para nuestra iglesia hoy?
La mayoría de los académicos Cristianos aceptan que la iglesia
Cristiana primitiva siguió las enseñanzas de Jesús sobre
la no violencia por cerca de trescientos años, lo cual puede citarse
substancial y extensamente. Cierta documentación es mencionada
en Waging Peace, por Ralph Beebe y John Lamoreau (Barclay Press, 1980.)
Haciendo La Paz. Nos interesa dar un rápido recorrido en relación
a las desviaciones y separación de la iglesia primitiva de su entendimiento
de las enseñanzas de Cristo respecto a la paz y a la guerra. Como
lo señalan Beebe y Lamoreau, los conceptos de “guerras rectas” y
“guerras justas” principian a surgir, convirtiéndose en una influencia
significativa para la iglesia bajo Agustín. Quien dijo:
“No piensen que es imposible agradar a Dios estando enrolado en el servicio
miliar activo,” también dijo: “La guerra no debe ser peleada si no
existe una causa justa, pero cuando la guerra es peleada en obediencia
a Dios, quien podría reprochar, humillar, o aplastar el orgullo del
hombre, existiendo una causa justa una guerra santa debe ser permitida.”
De manera que la teoría de una guerra justa se convirtió en
una interpretación, de una parte “permitida” dentro del Cristianismo.
Este concepto contribuyó al proyecto Católico de las Grandes
Cruzadas. En 1095 el Papa Urbano II determinó unir a la Cristiandad
en una guerra en contra de los Musulmanes. “Ustedes avanzarían
a través del don de Dios y el privilegio de San Pedro, absueltos de
todos sus pecados... todos los que mueran entraran al Reino de los Cielos.
¡De verdad, que ésta es la voluntad de Dios! Dejen que estas
palabras constituyan su grito de guerra, cuando desenvainen sus espadas en
contra del enemigo. Ustedes son soldados de la cruz...”
Este pronunciamiento ha sido tomado en múltiples ocasiones como un
permiso Cristiano para ser soldados e ir a la guerra.
En el tiempo de las Cruzadas y desde entonces por muchos siglos, el pueblo
en general no podía estudiar las Escrituras por sí mismo. Ciertamente
el rápido acceso a la enseñanza de la Biblia, a los libros
Cristianos, y a la literatura no fueron conocidos por aquellos que se fueron
a la guerra sin familiarizarse con las auténticas enseñanzas
de Cristo. Debido a las estructuras jerárquicas de la iglesia,
en aquel tiempo y ahora, en muchos casos, los laicos y los miembros de la
iglesia asumieron su conducta Cristiana mayormente en base a la tradición
o a los pronunciamientos clericales. Nosotros ahora tenemos una oportunidad
amplia para investigar en las Escrituras y buscar la sabiduría del
mismo Espíritu Santo quien las dio.
Pudo haber sido Martín Lutero quien estableció la posición
de disuasión como un medio Cristiano para mantener la paz (Nota: mantener
la paz y construir la paz son dos conceptos diferentes.) Lutero consideró
la guerra como necesaria para mantener la obediencia de los campesinos y
para mantener la paz. “La mano que empuña la espada y mata,
no es la mano del hombre, sino la mano de Dios; y no es el hombre, sino Dios
quien cuelga, tortura, decapita, mata, y pelea. Todas estas cosas son
obras y juicios de Dios...” (Waging Peace) (Haciendo la Paz).
Los ejércitos Puritanos de Oliver Cromwell mataron miles de Católicos
utilizando básicamente el mismo punto de vista de “un justo juicio
de Dios sobre aquellos bárbaros pecadores...” Su ejército editó
la primera “Biblia de Bolsillo para el Soldado.”
Mientras tanto, los Puritanos en América, como lo reporta Ralph Beebe,
estaban agradeciendo a Dios el haber mandado la viruela a los Indios, la
cual mató a cientos de ellos, lo cual facilitó a los Cristianos
tomar posesión del nuevo mundo. Cuando más Indios estuvieron
en el camino y “Dios” falló al no enviar nuevamente otra epidemia
de viruela, los Puritanos ejecutaron la matanza. “Dios” dijeron, “fue el
comandante en nuestras guerras santas contra los Católicos Romanos,
la Iglesia de Inglaterra, los Indios, los Cuáqueros, y los infieles.”
La misma dicotomía persiste. En la guerra de 1812, el Comandante
Naval estadounidense Stephen Decatur acuñó la frase que desde
entonces ha sido utilizada cuando exclamó: “Nuestro país; en
sus negociaciones con naciones extranjeras puede estar siempre en lo correcto;
pero correcto o equivocado, es nuestro país.” La Primera Guerra Mundial
encontró al Kaiser Wilhelm explicando la entrada de Alemania a la
guerra al decir, “somos inspirados por la voluntad inalterable de proteger
el sitio que Dios nos ha dado para nosotros y las generaciones por venir...
con una clara conciencia y una mano limpia, levantamos la espada.”
Con frecuencia la noción de guerra es expresada en la comunidad Cristiana
diciendo que una respuesta literal a esta enseñanza de Jesús,
ignora la pecaminosidad de la naturaleza humana. Si cada uno fuese
perfecto, entonces la enseñanza de Jesús funcionaría,
pero en el mundo real no funcionará. Realmente esta posición
es bastante extraña para que un Cristiano la adopte. Si
cada uno fuese perfecto, entonces el pacifismo y las Buenas Nuevas del Evangelio
mismo de donde los mandamientos de amar al enemigo, y volver la otra mejilla
surgen, serían innecesarios.
El camino de la paz enseñado por Jesús es precisamente el camino
para vivir en un mundo pecaminoso donde la violencia está tan cerca.
Esto nos hace llegar al fondo, a luchar a brazo partido contra la injusticia
encontrada en un mundo pecador, capacitándonos en el poder del Espíritu
Santo para dar testimonio orientados a una verdad profunda que puede sacarnos
de la oscuridad a la Luz y al Amor de Dios. El Sermón del Monte
no es meramente un conjunto de palabras idealistas, sino el consejo práctico
sobre cómo vivir y dar testimonio en un mundo bastante real.
La pregunta continúa. El llamamiento y las lealtades nacionales
en amor a nuestro país, del que sentimos es medido inteligentemente
por las enseñanzas Cristianas y por la actitud enseñada por
Jesús en el Evangelio. Nuestro juicio es hecho en oración,
no sólo basándonos en el horror que una guerra nuclear
podría ocasionar con las armas que se poseen. Lo que es correcto
es la inmutable verdad de Dios con respecto a Su plan para con los Cristianos
en el mundo. Estamos para ser: “ irreprensibles y sencillos, hijos
de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa,
en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo.” Filipenses
2: 15.
El líder negro John Perkins, fundador de los Ministerios La Voz del
Calvario en Mississippi, escribe sobre sus experiencias cuando era severamente
golpeado por los oficiales de la Policía del Estado. “Algunos
de los de mi gente dijeron, ¡Pelea! ¡Utiliza la violencia!
Arma para la Revolución... Pero yo sabía que la justicia de
Dios se sazona con el perdón. El perdón es lo que hace
que Su justicia sea redentora. ¡Perdón!” (A Quiet Revolution,
a publication of the VOC Ministries) (Una Revolución Silenciosa,
publicación de los Ministerios VOC).
Pero no todos los Cristianos y todas las denominaciones lo entienden así.
Algunos hacen del nacionalismo una obligación Cristiana. Esta
es otra razón por la cual escribí este libro, intentando que
el mismo nos permita identificar las convicciones centrales que nos sostienen
como Amigos. Más que ampliar los argumentos políticos
o internacionales sobre el trabajo por la paz, o darnos cuenta de los
alejamientos por parte de algunos de la enseñanza de Cristo como está
originalmente sostenida por todos en la Iglesia primitiva, nosotros con toda
certeza debemos regresar al lugar de nuestro entendimiento fundamental
de verdad. Con esto nuevamente viene el concepto de que el Cristianismo
es un camino de vida así como el camino a la vida. “Predicamos
a Cristo.” 1ª de Corintios 1: 23 Aceptamos confiadamente la declaración
de Jesús de que “todo poder me es dado en el cielo como en la tierra.”
Esta es nuestra adecuada respuesta a las amenazas nucleares, a las divisiones
en la iglesia, o a la fragmentación de las familias. Jesús,
el “Príncipe de Paz,” como es visto por Isaías, y el “Cordero
de Dios,” como es visto por Juan, es nuestra esperanza y nuestra Paz.
Pablo vio a Cristo como el reconciliador de todas las cosas “haciendo la
paz, mediante su sangre derramada en la cruz.” Colosenses 1: 20.
Al conectar el concepto de paz con la doctrina de santidad y con el llamamiento
para evangelizar tenemos una verdad que es claramente vista. La paz
y el evangelismo van de la mano, tanto como: “Seguid la paz y la santidad
sin la cual nadie verá al Señor,” también van de la
mano. Estas cosas nos indican una reorientación interna de la vida
hacia el servicio a otros y hacia la gloria de Dios. La Salvación
reemplaza alienación por reconciliación, odio por amor, y
maldad por rectitud. Una de esas verdades no negociables es que al
penitente le han sido perdonados sus pecados. Es entonces cuando nuestras
vidas están encaminadas a la imitación de Cristo. Nuestra
tarea en el cuerpo de Cristo es llamar la atención hacia esta verdad
a los nuevos en la fe. Es importante abrirnos paso con conciencia hacia
esta enseñanza hasta que estemos seguros en ella. Esto puede
significar leer y estudiar la gran cantidad de escritos, incluyendo algunos
de los clásicos Cristianos. Si al haber logrado esto, uno encuentra
imposible aceptar la interpretación de la Escritura sobre este particular
de trabajar en pro de la paz, será mejor encontrar otro compañerismo
que se conforme a otro punto de vista. Existen ciertos aspectos dentro
de la doctrina de los Amigos en los cuales hay una gran libertad de conciencia,
pero este aspecto no es uno de ellos, puesto que ilumina nuestro entendimiento
sobre el trabajo y el poder del Espíritu Santo en un santo vivir.
Dios se describe Asimismo con una palabra: Dios es amor. Esto es una
parte central de nuestro entendimiento del Evangelio.
Los cambios angustiantes que esta doctrina trae a nuestro entendimiento de
fe y práctica Cristiana no pueden ser minimizados. Nos encontramos
ante preguntas difíciles. Tal vez una palabra de testimonio
personal es apropiada. Como objetor de conciencia durante la Segunda
Guerra Mundial, las presiones de tomar tal posición son recordadas
vívidamente. No hay respuestas preparadas respecto a las soluciones
políticas que son requeridas, pero uno debe regresar a su relación
con Cristo. ¿Puede uno ser responsable de tomar la vida de otro? ¿Especialmente
en una guerra en donde con frecuencia aquellos que son asesinados, mutilados,
o lesionados son tan inocentes como tú? El vivir fuera de los
Estados Unidos por varios años me ha dado un sentido profundo de patriotismo
y amor por los valores de las libertades y por las bendiciones disfrutadas
de las cuales no me había percatado. Más allá
de esto se encuentran las implicaciones en cuanto a la consistencia en el
pago de los impuestos destinados a la guerra, participando directamente con
las industrias relacionadas con el ejército y con todo el involucramiento
dentro de una sociedad no gobernada enteramente por principios Cristianos.
La iglesia no está en posición de imponer reglas rígidas
con respuestas detalladas a cualquiera de estos factores, sino más
bien urge a esperar en el Señor en el espíritu de obediencia
para buscar Su guía en nuestro vivir Cristiano. Algunos con una clara
conciencia, toman una posición diferente. No estamos para sentarnos
y juzgar, sino para aceptar y orar por todos los que honestamente están
tratando de servir al Señor.
Ha sido mi responsabilidad enfrentarme a juntas de reclutamiento de
Servicio Selectivo al lado de otros, presionados a responder
a preguntas tales como: ¿Qué harías sí tu casa
fuese atacada y tu hermana o tu madre fuesen violadas? “¿Te mantendrías
al margen permitiendo que tu familia fuese asesinada?” Mi única
respuesta es que no lo sé, que sólo puedo confiar en el Señor
para darme fuerza cuando sea necesario. Ciertas experiencias como misionero
se asemejan a estas espantosas amenazas, y la paz de Dios en tales experiencias
fue preciosa y poderosa. También sé que otros misioneros
han sido asesinados. Desde luego que es bastante importante que nuestra
respuesta provenga de nuestra fe Cristiana, y no sea producto de la cobardía.
Se ha hecho más obvio en nuestros días el que nosotros y nuestra
nación hacemos bien en regir nuestras vidas por principios Cristianos
y por la verdad. Sin embargo, el pecado y la virtud son términos muy
abstractos. Consecuentemente algunas veces los pecados tienen que ser
escritos en formas específicas. Los pecados tuvieron este tipo
de trato en el Antiguo Testamento: lenguaje sucio, abuso de los días
santos, falta de respeto a los padres, asesinatos, adulterios, robos, mentiras,
falsos testimonios. Yendo al Nuevo Testamento encontramos la lista
de pecados que el Apóstol Pablo describe, la cual es conocida por
la iglesia: fornicación, impureza, indecencia, idolatría, y
brujería, disputas, contenciones, envidia, odio, ambición egoísta,
intrigas, celos, borracheras, orgías, y cosas semejantes. Gálatas
5: 19- 20. Los portavoces de Dios a través de los años desde
el profeta Jeremías hasta Juan el Bautista han sido específicos.
Las preguntas que hoy en día enfrenta la iglesia al leer la carta
y sentir el espíritu de la enseñanza de Jesús, son con
respecto a si la lista de pecados es completa y congruente o no. Estos no
parecen ser tan claros en el Antiguo Testamento, más la venida de
Cristo, tal y como fue profetizada, parece haber hecho más claros
el intento y los planes de Dios para la humanidad. Dada la mentalidad
que hoy tiene un gran segmento de la iglesia evangélica en el fuerte
espíritu nacionalista, tenemos que regresar a la Palabra y al testimonio
de Cristo. Existe una mejor forma de expresar nuestro patriotismo
que dependiendo en la fuerza de los mísiles militares; en verdad existe
una forma mejor de expresar nuestra fe que el intento de “venganza” en nuestras
relaciones personales y en la iglesia. “El evangelio de paz y el poder
de Dios,” son realidades significativas para ser incorporadas dentro
de nuestra manera de vida.
Un pacificador es uno de quien se pueden decir dos cosas: primero que, él
piensa como Cristiano, y en semejanza a Cristo. Lo cual se pone
de manifiesto al contar con una amorosa disposición, con una mentalidad
de apertura a Dios y con amor para nuestros prójimos... y para nuestros
enemigos. Para ser este tipo de persona se requiere en primer lugar,
tener una nueva visión de uno mismo o una misma, porque sólo
con un corazón puro, unido y limpio podemos ser aptos. ¿No
es éste el problema frecuente? ¿Qué me ocasionará?
¿A mis derechos? ¿A mi felicidad? ¿A mi familia? ¿Es
esto justo para mí? En estas reacciones se encuentran los ingredientes
de guerra. El pacificador es aquella persona que diariamente es gobernada
por el Señor. No tenemos que preguntar más el por qué
las cosas son como son en el mundo. Lo sabemos. “El espíritu
que ahora opera en los hijos de desobediencia” está en control.
Segundo, el pacificador no solamente tiene una nueva visión de sí
mismo, sino una nueva visión del mundo. Esto llega a ser la
mayor preocupación del pacificador, no sólo para trabajar en
pro de la paz, sino para ver a Dios glorificado en el mundo. Esto sucede
en muy variadas formas. Se da en el cumplimiento de la Gran Comisión
“enseñándoles todas las cosas que os he mandado.” Y esto es
solamente posible “recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros
el Espíritu Santo.” (Hechos 1: 8) Solo con Su presencia y con Su poder
es que las Bienaventuranzas se hacen realidades vivientes. Esta es
nuestra posición como principio doctrinal. Nosotros no estamos
hablando de una filosofía política, ni de buenas resoluciones,
ni de un entrenamiento para tener un carácter admirable, Nuestras
convicciones nacen del trabajo del Espíritu Santo en el bautismo de
un corazón limpiado supernatural y milagrosamente por la sangre de
Cristo.
Existe una expresión Cuáquera que dice “Hay algo de Dios
en cada hombre.” El punto de vista de que todos son buenos y sólo
necesitan tener la chispa de bondad avivada se queda corto al pensar en la
necesidad de un nuevo nacimiento espiritual, sin dejar de reconocer la verdad
respecto a lo sagrado de la vida humana en cada individuo. Hay algo
dado en la imagen de Dios que nosotros no nos atrevemos a destruir ni en
nosotros ni en otros. Y destruir a otros o despreciarnos a nosotros
mismos nos impide encontrar a Dios y la llenura de Su plan redentor.
“Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones,” (Colosenses 3: 15). Es
nuestro mas grande privilegio día a día. La belleza de
esta verdad es que Dios está trabajando en nuestros corazones y en
nuestras mentes. ¡Decir que esta doctrina o este énfasis
doctrinal es demasiado para mí, que yo no puedo con él, es
responder correctamente! Es allí cuando rendimos nuestro ser
al Señor para que Él haga en nosotros y con nosotros lo que
Él puede hacer.
“La Paz sea con todos ustedes.”