TAREA:
Vamos a considerar tres salmos muy conocidos que son “Salmos de Meditación”. En estos tres salmos hallaremos varias verdades divinas.
SALMO 1
Es de interés notar que el primer salmo no
tiene título. Los títulos son tan comunes en el primer
libro de salmos (sólo hay cuatro sin título), que cuando
un salmo no tiene título nos llama la atención. La
primera cosa que se sabe es que David no lo escribió, porque 37
de los 41 salmos en el primer libro llevan el título “Salmo de David”,
y suponemos que el que compiló el libro reconoció que este
salmo no era de David. Así que, no sabemos quién escribió
este salmo.
El Salmo 1 sirve como una introducción al
Salterio. Muchos lo han llamado “El Prefacio del Espíritu
Santo”. Es un compendio lacónico sobre el tema principal de la Biblia
—que Dios ha provisto la salvación, y que los que aceptan la salvación
de Dios son justos, y que los que rechazan son pecadores y sufrirán
perdición eterna.
Este salmo se divide en dos secciones, y podemos hacer un bosquejo sencillo:
En este salmo, el salmista David se dedica a meditar en el hombre justo. Piensa, ¿Quién es el justo? Y con esta pregunta en mente, da la contestación en breves palabras.
No sabemos en qué período de la vida de David fue escrito este Salmo, pero se supone que era después de establecerse el tabernáculo sobre el monte Moriah (véase 1°. Crónicas 21:28, 29; 2°. Crónicas 3:1).
El bosquejo de este salmo es interesante:
SALMO 23
Ahora llegamos al salmo más conocido y amado
de todos los salmos. Este salmo es un idilio de gran belleza que
describe la paz y los deleites que habitan con aquél cuya confianza
está totalmente depositada en Dios.
Es muy posible que el salmista era ya anciano al
escribir este salmo, y que reflexionando en los días pasados, recuerda
los muchos incidentes en su vida juvenil cuando cuidaba las ovejas de su
padre. Al meditar en esto, reconoce que Jehová es su pastor,
y que Él le ha pastoreado durante muchos años. Entonces
toma su pluma y escribe: