LECCIÓN 7  (regresar al índice)

SALMOS DE CONTRICIÓN

TAREA:

  1. Estudiar Salmos 6, 38, 51
  2. Estudiar esta lección y completar todos los puntos en el “Manual de Trabajo”, lección 7, páginas 23 al 27.
    Una de las características sobresalientes del salmista David era su humildad.  Siempre se acercaba al Señor con un espíritu contrito, reconociendo su debilidad y necesidad.  Los “Salmos de Contrición”, en su mayoría fueron escritos por David.  En ellos podemos ver algo del carácter de ese gran hombre que era “conforme al corazón de Jehová”.

SALMO 6

    Este salmo es el primero de los “Salmos de Contrición”.  Está lleno de pesar, y de seguro, este pesar es porque el salmista está consciente del pecado en su vida.
 
    El salmo se divide en cuatro estrofas; la primera y la última de tres versículos, y la segunda y la tercera de dos versículos.  Podemos dar un título a cada estrofa y así formular un bosquejo.  Vemos al salmista:

  1. Pidiendo Misericordia, v. 1-3
  2. Pidiendo Salvación, v. 4, 5
  3. Describiendo su Situación, v. 6, 7.
  4. Proclamando Victoria, v. 8-10.
SALMO 38
 
    Este es el tercer salmo de contrición, y de todos es el salmo que demuestra más profundamente las señas de un corazón y espíritu postrados bajo la carga de iniquidad.  La mente del escritor está perturbada al pensar que ha desagradado a Dios, y por lo tanto está en peligro de la ira de Dios.  Su cuerpo está sufriendo enfermedades graves y se siente como que su corazón le está fallando.  Sobre todo, él siente que todo esto es un resultado de su pecado.  Pero a pesar de todo, no está completamente desesperado, porque mantiene su fe y esperanza en Dios.  Confiesa su pecado y en el último versículo dice que el Señor es “mi salvación”.
 
    El Salmo 38 se divide en tres partes; cada división empezando con una súplica al Señor, seguida por una descripción de sus sufrimientos.  La última sección principia y termina con una plegaria a Jehová.  Vemos un cuadro de los sufrimientos que causa el pecado, y a la vez, el único remedio.
  1. Sufrimientos mentales y físicos, v. 1-8.
    1. Temor de más ira de Dios, v. 1..
    2. El pecado una carga insoportable, v. 4.
    3. El pecado debilita, v. 6, 8.
  2. Castigos por los hombres, v. 9-14.
    1. Sus amigos lo abandonan, v. 11.
    2. Sus enemigos buscan su vida, v. 12.
    3. Su culpa le impone silencio, v. 13, 14.
  3. Esperanza en Dios, v. 15-22.
    1. Confía en una respuesta de Dios, v. 15, 16.
    2. Confiesa sus pecados a Dios, v. 18.
    3. Confirma la salvación de Dios, v. 22.
SALMO 51

    El título de este salmo describe claramente las circunstancias que dieron lugar a este salmo.  David había cometido el gran pecado de su vida, y Dios le había enviado un mensaje por medio del profeta Natán (1°. Samuel 12).  Cuando Natán le dijo:  “Tú eres aquel hombre”, David se humilló y se arrepintió con las palabras de este salmo.
 
    Aquí hallamos una de las oraciones más sinceras en toda la Biblia, y a la vez, una oración que nos enseña cómo el caído puede hallar restauración y renovación de vida en el Señor.

    El salmo se divide en cuatro estrofas:

  1. Pidiendo perdón, v. 1-4.
    1. Por los méritos de Dios, v. 1.
    2. Con humildad, v. 1, 2.
    3. Reconociendo su pecado v. 3.
    4. Su pecado es contra Dios, v. 4.
  2. Pidiendo Pureza, v. 5-12
    1. Reconoce su pecado innato, v. 5.
    2. Reconoce la santidad de Dios, v. 6
    3. Pide pureza perfecta, v. 7, 10
    4. Pide restauración de gozo, v. 12
  3. Haciendo Promesas, v. 13-17
    1. De testimonio, v. 13
    2. De canto, v. 14
    3. De alabanza, v. 15
    4. De sacrificio, v. 16, 17
  4. Intercediendo por el Pueblo, v. 18, 19
    1. Benevolencia, v. 18
    2. Ensanchamiento, v. 18
    3. Sacrificio, v. 19
    En la primera estrofa el salmista se lanza sobre la misericordia de Dios, pidiéndole perdón por el gran pecado que ha cometido.  En la segunda estrofa, él pide que el Señor haga una obra más profunda, tratando con el pecado innato que le causó su caída.  La tercera estrofa habla de las cosas que el salmista promete hacer, una vez sea renovado y restaurado en su relación con Dios.  En la última estrofa, el salmista ora por Sion, no queriendo que la nación sufriera a causa del pecado de él.
 

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