Juan el Bautista es el Elías profético a
que se refiere Malaquías 4:5: “He aquí, yo os envío
el profeta Elías antes que venga el día de Jehová, grande
y terrible”. Jesús mismo declaró que Él era, cuando
dijo: “Y si queréis recibirlo, Él es aquel Elías que
había de venir” (Mateo 11:14). Esto no significa que haya reencarnación
de los espíritus, sino que Juan, aun siendo otra persona, ejerció
su ministerio actuando en la misma forma como “el espíritu y poder”
de Elías (Lucas 1:17), o sea, realizando similares funciones y ejerciendo
similar autoridad como aquel gran profeta. Juan no era Elías
en persona, tal como vemos en Juan 1:21. No debemos olvidar que la
palabra “espíritu” en los originales significa varias cosas diferentes,
como “viento”, “modo de pensar”, “naturaleza material”, etc.; de modo que
se podía decir que venía con el “espíritu” de Elías,
sin necesidad de ser Elías personalmente.
I. EL HERALDO DE DIOS (Mateo 3:1-6)
Heraldo significa “mensajero”. Juan el Bautista fue el mensajero de
Dios para anunciar a Jesús. Se crió frente al Monte Nebo,
desde donde Moisés había visto la Tierra Prometida, y comenzó
su ministerio como en el año 26 d. C., predicando en el desierto de
Judea junto al río Jordán.
El mensaje esencial de Juan era el arrepentimiento. El vino bautizando con
agua con un propósito bien definido, para que Jesús fuera manifestado
ante los hombres (Juan 1:31); y a todos los que querían ser bautizados
por él, les exigía que se arrepintieran. Sus palabras eran:
“Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mateo
3:2). El ministerio de Juan había sido profetizado en Isaías
40:3, anunciando que prepararía la senda del Señor.
Juan estaba vestido de la manera más sencilla posible, con pelos de
camello y ceñido de cuero sobre la espalda. Su apariencia era
rústica, pero su mensaje era eficaz, tal como sucede con todos los
santos: alejados de toda extravagancia mundana, pero con un mensaje poderoso
de Dios. Su alimento eran las langostas (llamadas también saltamontes
o chapulines), las cuales se comían secas y tostadas. Algunos afirman
que su sabor es parecido al del camaroncillo. Otra posibilidad es que
comiera langostas de mar (que son como enormes camarones) deshidratadas o
secas. Quien escribe estas líneas opina que Juan realmente comía
chapulines con miel. Lo importante es que su alimento no era el motivo
de su atractivo, ni lo eran sus costumbres, sino su valiente y poderoso mensaje.
No obstante, salían a él gentes de toda Jerusalén, Judea
y los demás lugares cercanos al Jordán, y eran bautizados por
Juan confesando sus pecados.
PREGUNTAS PARA MEDITAR
1. ¿Quién fue Elías, y en qué
se parece a Juan el Bautista?
2. ¿Por qué exigía Juan que se arrepintieran
las personas que querían bautizarse?
3. ¿Qué importancia tiene el hecho de que
Juan se presentara de una manera rústica?
II. UN MENSAJE A LOS HIPÓCRITAS (Mateo 3:7-9).
¿Qué significa ser hipócrita? Hipócritas
son aquellos creyentes miembros de la Iglesia, que toman parte en ella como
fieles cristianos, pero que en sus vidas diarias, privadas o públicas,
no obedecen al Señor en todas Sus enseñanzas. Ellos sólo
aparentan o afirman ser hijos de Dios.
Una cosa se puede notar a través de todo el Nuevo Testamento, que
se ofrece el mensaje de arrepentimiento y salvación a los pecadores
que son víctimas del mal. Pero cuando se trata de los hipócritas,
que conocen lo bueno y no lo hacen, o también, que conocen lo malo
y lo hacen, a éstos se les habla con dureza. Tanto Juan como
Jesús, los tratan de “generación de víboras”, “sepulcros
blanqueados”, y otras expresiones semejantes. La razón de esto
es porque esas personas tienen suficiente conocimiento de las cosas de Dios,
ya que hasta activan en la iglesia, pero no se miden para destruir las buenas
costumbres, y atrevidamente atentan contra lo recto para adaptar las iglesias
a sus propios deseos pecaminosos. Es precisamente contra éstos
que dice la Biblia que vendrá la ira de Dios. Dios puede levantarle
hijos a Abraham aun de entre las piedras, pero no de entre los hipócritas,
porque no es la pretensión la que nos hace hijos de Dios, sino la
obediencia, humildad y amor. Dios exhorta a los hipócritas a
que produzcan frutos dignos de su pretendida experiencia de arrepentimiento,
en vez de llegar a fingir en la Iglesia. Hacer frutos dignos de arrepentimiento
significa vivir dignamente, de tal manera que se pueda ver que en verdad
nos hemos arrepentido de los caminos del mundo e hipocresía que conducen
a la condenación.
PREGUNTAS PARA DISCUTIR
1. ¿Por qué Dios habla siempre con ternura
al pecador, y no así al hipócrita? ¿Por qué
Dios trata con paciencia y amor al pecador? ¿Por qué
razón el hombre puede llegar a actuar hipócritamente?
2. ¿Quiénes son los hijos de Abraham en nuestros
días, de acuerdo con Gálatas 3:7?
3. ¿Por qué es indispensable hacer frutos
dignos de arrepentimiento para tomar parte en la Iglesia?
III. RESULTADOS DE LA DESOBEDIENCIA (Mateo 3:10-12)
El hacha sólo sirve para cortar árboles y rajar leña
para echarla en el fuego. Cuando Cristo vino al mundo, el hacha estaba
puerta a la raíz de los árboles, porque éstos no habían
querido dar frutos. El hacha representa los juicios de Dios, y el árbol
es Su pueblo. Dios había dado infinidad de oportunidades a Su
pueblo, y todas habían sido rechazadas. Últimamente muchas
iglesias se han convertido en centros de hipocresía. Por eso
se da en la Biblia el mensaje del hacha. Dios pone hacha a la iglesia
que no le sirve, sino que se adapta a los valores de la sociedad mundana
y a los valores de este mundo. Dios puede hacer brotar nuevos hijos a Abraham,
hijos que sí lleven fruto. “Árbol que no da buen fruto
es cortado y echado en el fuego” (v.10).
¿Cuál es la condición de usted y de su iglesia?
No olvide que el hacha está puesta a la raíz.
Ante una situación de religiosidad e hipocresía, Juan el Bautista
hizo referencia a una de las más grandes promesas de Dios para nosotros,
en el versículo 11. El bautismo de Juan había sido con
agua para arrepentimiento, pero el bautismo que administraría Jesús
sería superior, pues Él bautizaría con el Espíritu
Santo, listo a quemar con fuego todas las impurezas mundanas de la carne.
De esa manera, no sólo se lograría el arrepentimiento y perdón,
pero también una purificación completa. “El bautismo
que corresponde a esto ahora nos salva (no quitando las inmundicias del cuerpo,
sino como la aspiración de una buena conciencia hacia Dios) mediante
la resurrección”(I Pedro 3:21). Si los escribas y fariseos estaban
dispuestos a esa nueva experiencia espiritual, entonces Juan también
estaba listo para administrarles aquel rito. De lo contrario, Dios
estaba listo a aplicar el procedimiento para limpiar maíz, frijol,
trigo y otros cereales y granos: El “aventador” está listo para lanzar
al aire el grano, y que el viento sople y separe toda la paja que sólo
sirve para ser echada al fuego que nunca se apaga.
PREGUNTAS PARA DISCUTIR
1. ¿Por qué los hipócritas son comparados
con árboles que no dan frutos?
2. ¿Por qué Juan bautizaba con agua, si Jesús
ya no administraría ese bautismo, sino el bautismo con el Espíritu
Santo? Lea Juan 1:31.
3. ¿Se encuentra usted entre el trigo de Dios, o
entre la paja que arrebata el viento para ser echada en el infierno?
PARA MEDITAR
1. La generación de víboras no se encuentra
entre los incrédulos, sino entre los creyentes. ¡Tenga
mucho cuidado de no ser envenenado por las víboras!
2. Todos somos llamados a hacer “frutos dignos de arrepentimiento”,
pero nunca a hacer frutos que merezcan arrepentimiento.
3. ¿Está el hacha de Dios a la raíz
del árbol de su vida?