LECCIÓN No 7 (regresar
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LECCIÓN 7: “TUVIERON POR FIRME EL MANDAMIENTO QUE LES DIO SU PADRE.” Jeremías 35:16
LA ENSEÑANZA EFECTIVA DE LOS PADRES
Propósito de la lección: a) Mostrar cómo el rey Joacim agregó a la rebeldía de su pueblo,
al quemar el rollo con la Palabra de Dios revelada a Jeremías.
b) Mostrar cómo la enseñanza firme y acertada de un padre era
recordada aun después de muchas generaciones.
Capítulos para preparar la lección: Jeremías caps. 35, 36 y 45.
Para estudiarlos en orden cronológico,
los capítulos para esta
lección se estudiarán así: 36, 45 y 35.
Lectura antes de comenzar la clase: Salmo 1.
Versículo para enfatizar y recordar: “Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos,
sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor.” Ef.
6:4.
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A. La necedad del rey Joacim. Jer. 36:1-26.
En el año cuarto del reinado de Joacim, Dios mandó a Jeremías
que tomara un rollo y escribiera en él todas las profecías
contra Israel y Judá, y contra las demás naciones, desde los
días de Josías hasta entonces. Dios daría una nueva
oportunidad a Su pueblo: “Quizá oiga la casa de Judá todo el
mal que pienso hacerles y se arrepienta cada uno de su mal camino, y yo perdonaré
la maldad y su pecado,” v. 3.
Jeremías
llamó a Baruc, su escriba, y le dictó todas las profecías
que Dios le había dado. Ya que a él le estaba prohibido entrar
en el Templo, Jeremías envió a su ayudante a leer el libro
a las gentes, quienes habían acudido de Jerusalén y de las
ciudades de Judá para participar en el día de ayuno. Al verse
en aprietos, por el acoso de los babilonios y por la sequía, los judíos
buscaron a Dios, por lo menos de forma, para ayunar y rogarle que los librara.
Dios esperaba que oyendo de nuevo Su exhortación, talvez podrían
considerar sus malos caminos y arrepentirse.
Baruc
leyó el libro desde un aposento en alto a todos los que asistían
al templo. Cuando Micaías oyó toda la lectura, fue a la casa
que el rey utilizaba durante el invierno y allí contó a los
príncipes lo sucedido. Los príncipes mandaron traer a Baruc
para que les leyera a ellos también el rollo y, cuando ellos lo oyeron,
se dijeron uno al otro asustados que debían informarlo al rey.
Al preguntarle a Baruc cómo había obtenido las palabras de
la boca de Jeremías, éste respondió que las había
escrito mientras el profeta mismo se las dictaba. Los príncipes aconsejaron
a Baruc que él y Jeremías se escondieran donde nadie lo supiera.
Los príncipes
entraron donde estaba el rey y le informaron acerca de todo el asunto. El
rey mandó traer el rollo y pidió que le fuera leído.
Era invierno y el rey tenía un brasero cerca para calentarse. Cuando
el siervo ya había leído algunas porciones, el rey tomó
el rollo, lo rasgó con un cuchillo y lo lanzó al brasero. Al
ver lo que hacía el rey, los presentes ni mostraron temor ni rasgaron
sus ropas en señal de duelo; aunque tres de los príncipes le
rogaron al rey que no quemara el rollo, él no quiso oír. Aún
más, el rey envió hombres para apresar a Jeremías y
a Baruc su escriba, pero éstos no los hallaron porque “Jehová
los escondió,” v. 26.
B. Jeremías reescribe el contenido del rollo quemado por el rey. Jer. 36:27-32.
Dios mandó
a Jeremías que tomara otro rollo y que escribiera otra vez lo que
contenía el que Joacim había quemado. Luego debía decirle
al rey que él había quemado el rollo porque allí se
profetizaba la venida del rey de Babilonia para destruir su tierra y que
no quedarían en ella ni personas ni animales. Por lo tanto, había
dicho Dios, Joacim no tendría descendiente para que se sentara en
su trono (Su hijo Joaquín ocupó el trono sólo tres meses).
Su cuerpo sería “echado al calor del día y al hielo de la noche,”
v. 30; su maldad sería castigada en él mismo, en su descendencia
y en sus siervos; y sobre Jerusalén y Judá vendría todo
lo anunciado y que ellos no habían querido atender. Baruc reescribió
todo lo que le repitió Jeremías, y “aun fueron añadidas
sobre ellas muchas otras palabras semejantes,” v. 32.
C. Dios le habla a Baruc. Jer. 45:1-6.
Dios le
envió un mensaje a Baruc por boca de Jeremías cuando le dictaba
el primer rollo. Baruc se había lamentado diciendo que Dios le había
añadido tristeza a su dolor; que estaba cansado de gemir y que no
había tenido reposo. Él sabía que al involucrarse con
Jeremías en oponerse al pueblo y al rey, su vida estaría en
constante peligro, y el temor se había apoderado de él.
Dios le dice a Baruc que Él estaba a punto de destruir a los
que había edificado, de arrancar a los que había plantado,
y de arrasar a toda esa tierra. Si Baruc buscaba grandezas y comodidad en
la vida, debía desistir de hacerlo, pues Dios traería mal sobre
toda carne, y no era tiempo para buscar el bienestar porque eran días
malos. Dios no le ofrece a Baruc que escaparía de sufrir, pero sí
le promete que su vida sería preservada en todo lugar a donde tuviera
que ir.
D. La enseñanza acertada de un Padre. Jer. 45:1-19.
Los recabitas eran parte del pueblo israelita. Descendían de Madián,
hijo de Abraham y su segunda esposa, Cetura. Cuando huyó del faraón,
Moisés se había refugiado entre los madianitas y se había
casado allí. Después del éxodo de Egipto, algunos parientes
de su esposa lo habían acompañado un tiempo en el desierto.
Cuando éstos decidieron volver a su tierra, Moisés los invitó
a quedarse con ellos y a servirles como guías en el camino por el
desierto. Les ofreció también que compartirían con ellos
la tierra prometida, Núm. 10:32; Jue. 1:16. Así, al conquistar
Canaán, los recabitas habitaron en el desierto de Neguev y llegaron
a ser parte de Israel.
Varios siglos después, el rey Jehú de Israel, se encontró
con uno de ellos, llamado Jonadab. Después de saludarlo el rey le
dijo: “ ‘¿Es tan recto tu corazón como el mío lo es
con el tuyo?’ ‘Lo es,’ respondió Jonadab,” II Re. 10:15.
Así llegó Jonadab a ser un activo participante en la rebelión
de Jehú contra la familia de Acab y la eliminación de todas
las prácticas del culto a Baal. Jonadab, hijo de Recab, fue
el fundador de la casa de los recabitas y enseñó a sus hijos
a vivir vidas disciplinadas, con pocas posesiones y placeres; a que no bebieran
vino jamás, ni ellos ni sus descendientes; a vivir en tiendas de campaña,
a no edificar casas, ni sembrar sementeras, ni plantar viñas, para
no echar raíces en un lugar fijo y perder su fuerza y valentía.
Debían dedicarse a la vida pastoril; y sus hábitos de vida
austera los ayudarían a vivir muchos días.
Los once años del reinado de Joacim estaban terminando. Dios advirtió
una vez más a Judá que se arrepintiera antes de la culminación
del duro castigo que ya había comenzado. Para ello se valió
de una hermosa ilustración. Primeramente mandó a Jeremías
a la casa de los recabitas para invitarlos a ir a uno de los aposentos del
Templo y allí ofrecerles vino. Cuando el profeta puso delante de ellos
“tazas y copas llenas de vino,” y les pidió que bebieran, la pronta
respuesta de los recabitas fue: “No beberemos vino; porque Jonadab hijo de
Recab nuestro padre nos ordenó diciendo: no beberéis jamás
vino vosotros ni vuestros hijos,” v. 6.
En las primeras incursiones de Nabucodonosor y los sirios, los recabitas
tuvieron que dejar sus tiendas para ir ocultarse en la ciudad amurallada
de Jerusalén. Habían roto una de sus tradiciones que les había
inculcado Jonadab unos tres siglos atrás. Lo habían hecho para
salvar sus vidas, lo cual era justificable. Pero beber vino, eso no lo harían.
Eso tenía que ver con la moral y su vida disciplinada. Mientras
Judá vivía en tiempos de decadencia moral, los recabitas habían
logrado mantener sus hábitos.
Con esta excelente ilustración Dios amonestó nuevamente a Judá
por medio de Jeremías. Así como fue firme la enseñanza
de Jonadab dada muchos años antes, al mandar a sus descendientes no
beber vino, y haber sido obedecido, ¿por qué entonces los hijos
de Judá no habían atendido a la voz suprema de Jehová,
su Creador, Libertador y Redentor? Él les había hablado repetidas
veces por medio de Sus profetas, incluyendo a Jeremías, quienes los
habían exhortado desde muy temprano, con mucha anticipación,
para que se arrepintieran. Dios se queja de nuevo: “Ciertamente los hijos
de Jonadab hijo de Recab tuvieron por firme el mandamiento que les dio su
padre; pero este pueblo no me ha obedecido,” v. 16.
Jeremías dijo a los recabitas, que por haber obedecido a los consejos
y mandatos de Jonadab su padre, Dios haría que no faltara varón
de su linaje para que estuviera en la presencia de Él todos los días.
El quinto mandamiento dice: “Honra a tu padre y a tu madre, para que tus
días se alarguen en la tierra que Jehová, tu Dios, te da,”
Ex. 20:12.
E. ¿Qué dice la Biblia sobre las responsabilidades de los padres hacia los hijos?
No cabe duda de que gran parte de la decadencia moral
actual se debe a que muchos padres han olvidado sus responsabilidades como
educadores, formadores y ejemplos de sus hijos. Incluso en el pueblo cristiano
hay bastante negligencia para asumir esta función con la seriedad
y la preocupación que las siguientes porciones de las Escrituras demandan.
Deut. 4:9-10, “guárdate y guarda tu alma con diligencia, para
que no te olvides de las cosas que tus ojos han visto ni se aparten de tu
corazón todos los días de tu vida; antes bien, las enseñarás
a tus hijos y a los hijos de tus hijos. El día que estuviste delante
de Jehová, tu Dios, en Horeb, cuando Jehová me dijo: ‘Reúneme
el pueblo, para que yo les haga oír mis palabras, las cuales aprenderán
para temerme todos los días que vivan sobre la tierra, y las enseñarán
a sus hijos’ ”.
Deut. 5:8-9: “No harás para ti escultura ni imagen alguna de
cosa que está arriba en los cielos, ni abajo en la tierra, ni en las
aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas ni las servirás,
porque yo soy Jehová, tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad
de los padres sobre los hijos hasta la tercera y la cuarta generación
de los que me aborrecen, y hago misericordia a millares, a los que me aman
y guardan mis mandamientos”.
Deut. 5:29: “¡Ojalá siempre tuvieran tal corazón,
que me temieran y guardaran todos los días todos mis mandamientos,
para que a ellos y a sus hijos les fuera bien para siempre!”.
Deut. 6:6-7: “Estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre
tu corazón. Se las repetirás a tus hijos, y les hablarás
de ellas estando en tu casa y andando por el camino, al acostarte y cuando
te levantes”.
Jos. 24:15: “Si mal os parece servir a Jehová, escogeos hoy
a quién sirváis; si a los dioses a quienes sirvieron vuestros
padres cuando estuvieron al otro lado del río, o a los dioses de los
amorreos en cuya tierra habitáis; pero yo y mi casa serviremos a Jehová”.
Salmos 78:5-7: “Él estableció testimonio en Jacob y
puso ley en Israel, la cual mandó a nuestros padres
que la notificaran a sus hijos; para
que lo sepa la generación venidera, los hijos que
nazcan; y los que se levanten lo cuenten a sus hijos, a fin de que
pongan en Dios su confianza y no se olviden de las obras de Dios; que
guarden sus mandamientos.”
Salmos 127:3-4: “Herencia de Jehová son los hijos;
cosa de estima el fruto del vientre. Como
saetas en manos del valiente, así son los hijos tenidos en la juventud”.
Salmos 128:3: “Tu mujer será como vid que lleva fruto
a los lados de tu casa; tus hijos, como plantas de olivo alrededor de tu
mesa”.
Prov. 13:24: “El que no aplica el castigo aborrece a su hijo; el que lo ama, lo corrige a tiempo”.
Prov. 19:18, “Castiga a tu hijo mientras
haya esperanza, pero no se excite tu
ánimo hasta destruirlo”.
Prov. 20:7: “Camina en su integridad el justo y sus hijos son dichosos
después de él.”
Prov. 22:6: “Instruye al niño en su camino y aun cuando fuere viejo no se apartará de él”.
Proverbios 22:15: “La necedad está ligada al corazón
del muchacho, pero la vara de la corrección la alejará de él”.
Proverbios 29:15: “La vara y la corrección dan sabiduría, pero el muchacho consentido vergüenza a su madre”
Luc. 2:39-42; 51-51: “Después de haber cumplido con todo lo
prescrito en la Ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de
Nazaret. El niño crecía y se fortalecía, se llenaba
de sabiduría y la gracia de Dios era sobre él. Iban sus
padres todos los años a Jerusalén
en la fiesta de la Pascua. Cuando tuvo
doce años, subieron a Jerusalén conforme a la costumbre
de la Fiesta.” “Y descendió con ellos, y volvió a Nazaret,
y estaba sujeto a ellos. Y su madre guardaba todas estas cosas
en su corazón. Y Jesús crecía en sabiduría y
en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres.
I Tim. 3:2-5: “Pero es necesario que el obispo sea irreprochable,
marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto para
enseñar; que no sea dado al vino ni amigo de peleas; que no sea codicioso
de ganancias deshonestas, sino amable, apacible, no avaro; que gobierne bien
su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad (pues
el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará
de la iglesia de Dios?”
I Tim. 3:12: “Los diáconos sean maridos de una sola mujer, y que gobiernen bien a sus hijos y sus casas”.
II Tim. 1:5, “Trayendo a la memoria la fe no fingida que hay en ti,
la cual habitó primero en tu abuela Loida y en tu madre Eunice, y
estoy seguro que en ti también”.
II Tim. 3:14-15, agrega: “Pero persiste tú en lo que has aprendido
y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido y que desde la niñez
has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para
la alvación por la fe que es en Cristo Jesús”.
Preguntas para discusión en clase:
1. ¿En qué aspectos de la vida cristiana ha educado a sus hijos ya?
2. ¿En qué áreas de la vida todavía no ha instruido a sus hijos y nietos?
3. ¿En qué ocasiones aprovecha usted para instruir a su familia?