LECCIÓN No 9 (regresar
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LECCIÓN 9: “OS PROFETIZAN FALSAMENTE EN MI NOMBRE” Jeremías 29:21
PROFECÍAS LEGÍTIMAS Y PROFECÍAS FALSAS
Propósito de la lección: Advertir que
así como en los días de
Jeremías hubo falsos profetas,
así dijo Jesús que los habría
en los días anteriores a Su retorno.
Capítulos para preparar la lección: Jer. Caps. 21, 27 y 28.
Lectura antes de comenzar la clase: Salmo 53.
Versículo para enfatizar y recordar: “Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes
y ocultas que tú no conoces.” Jer. 33:3.
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A. El rey envía a dos siervos a consultar a Jeremías. Jer. 21.
El rey Sedequías envió a Pasur y a Sofonías a preguntar
al profeta qué les pasaría a los judíos; si talvez Dios
tendría misericordia y alejaría a Nabucodonosor. Jeremías
respondió que las armas de Judá serían inútiles
contra el enemigo, y que los caldeos los reunirían en medio de la
ciudad y allí Dios los castigaría con gran enojo. Habría
pestilencia en hombres y animales; Sedequías sería entregado
a los babilonios, juntamente con sus siervos, el pueblo y los sobrevivientes
de la guerra y el hambre, los cuales no serían perdonados. Jerusalén
sería quemada, y quienes se entregaran antes a los sitiadores vivirían.
Dios le pide de nuevo a la casa real hacer justicia y librar a los oprimidos
para evitar Su ira.
B. La señal de los yugos. Jer. 27.
Desde los días de Joacim, Dios había mandado a Jeremías
que fabricara yugos y sus correspondientes correas de cuero, y que los pusiera
sobre su cuello. Debía también enviar un yugo y sus coyundas
a cada uno de los reyes de Edom, Moab, Amón, Tiro y Sidón,
por medio de los mensajeros que ellos enviaban ante el rey Sedequías
a Judá. El yugo iría acompañado del mensaje de que Dios
era el Creador de la tierra, de los hombres y de las bestias, y que con Su
poder y autoridad repartió la tierra a quienes Él quiso. Ahora
había dado poder a Nabucodonosor, su siervo, sobre aquella tierra
y aun sobre sus bestias. Todas las naciones le servirían a él,
a su hijo y a su nieto, hasta que Babilonia a su vez fuera también
sometida a la servidumbre de otras naciones y reyes (Persia, Macedonia, Roma,
etc.). A quienes no se sometieran al yugo del rey de Babilonia, Dios
los castigaría a espada, hambre y peste, hasta exterminarlos. Por
tanto, no debían creerle a los profetas que decían que
no habrían de servir al rey de aquella nación, y que pronto
regresarían los utensilios del Templo, pues no estaban profetizando
la verdad.
C. Hananías profetiza falsamente. Jer. 28.
En el año cuarto de Sedequías, Hananías de Gabaón
habló a Jeremías en el Templo delante de los sacerdotes y el
pueblo, diciendo que Dios había quebrado el yugo de Babilonia y que
en dos años haría volver los utensilios del Templo a Jerusalén;
que haría volver a Jeconías y a todos los deportados. A esto
respondió Jeremías: “!Amén. Así lo haga Jehová!
Confirme Jehová tus palabras...” Sin embargo, le dijo que todos
los profetas anteriores habían predicho guerras, aflicción
y pestilencia contra las naciones. Si ahora, cuando él anunciaba paz
tal predicción se cumplía, sería señal de que
era un verdadero profeta enviado por Dios. Ésa era la prueba del profeta
genuino: que su profecía se cumpliera al pie de la letra, según
lo establecía Deut. 18:22: “Si el profeta habla en nombre de
Jehová, y no se cumple ni acontece lo que dijo, esa palabra no es
de Jehová. Por presunción habló el tal profeta; no tengas
temor de él.”
Hananías quitó entonces el yugo que llevaba Jeremías
y lo quebró diciendo que así sería roto el yugo de Nabucodonosor
y Babilonia en dos años. Jeremías lo dejó, pero luego
Dios lo mandó a decirle a Hananías que había quebrado
yugos de madera, pero en vez de eso Dios había preparado yugos de
hierro para ponerlos sobre aquellas naciones para servir a Nabucodonosor.
Jeremías le dijo a Hananías que había hecho que el pueblo
confiara en la mentira, pues Dios no lo había enviado, y, por tanto,
moriría en el curso de ese año. Así fue. Falleció
dos meses después.
D. Profecías por doquier. ¿Falsas o verdaderas? Mat 24:11
Los cristianos creemos que en la Palabra de Dios, las Sagradas Escrituras,
se nos ha revelado todo lo necesario para ser salvos y vivir la viva cristiana
en este mundo. El canon bíblico, o conjunto de los 66 libros inspirados,
se cerró con el capítulo 22 del Apocalipsis, donde se nos exhorta
a no quitar ni agregar nada al texto de las Escrituras.
La palabra profecía tiene dos acepciones: a) proclamar la palabra
que Dios ha revelado; y b) predecir o pronosticar el futuro. El primer significado
sigue practicándose cuando los predicadores entregan el mensaje de
Dios desde el púlpito, la clase, la exhortación pública
o en privado, y en otras instancias en que deba exponer la Palabra de Dios.
En cuanto al segundo significado, creemos que se nos ha dicho todo lo que
debemos saber acerca del futuro del pueblo de Dios y del mundo no creyente.
Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento, contienen gran cantidad de profecías
ya cumplidas y muchas que todavía deben por cumplirse, lo cual seguirá
comprobando ante los incrédulos la inspiración de las Escrituras.
Sin embargo, está muy de moda en las iglesias de hoy dar profecías
para la iglesia, a las personas individuales y aun para las ciudades, y el
mundo. En muchas de éstas se citan porciones bíblicas, y son
exhortaciones dirigidas a individuos o a toda la iglesia, muy similares a
lo que se hace en una predicación. En otras ocasiones se hacen predicciones
o pronósticos sobre hechos futuros, que muchas veces caen dentro del
campo de la adivinación, pues no tienen que ver nada con la obra y
la gloria de Dios, sino con asuntos personales; o son sólo pensamientos
o deseos del supuesto profeta. Son muchas las profecías que han probado
ser falsas, porque su cumplimiento no vino. Otras pueden haber caído
en la coincidencia y parecen haberse cumplido. Hasta se ridiculizan las supuestas
profecías sobre noviazgos que no se realizaron, sobre elecciones políticas
que no se ganaron, matrimonios que debían disolverse, etc.
Sin querer ser dogmáticos, podemos afirmar que las predicciones ya
no se dan. Todo el futuro de la humanidad está revelado, esperando
sólo su cumplimiento. Si hubiere acaso aún alguna profecía,
dentro de la soberanía divina, ésta nunca va a contradecir
nada del contexto de la Biblia, ni lo ya revelado en ella. Sería talvez
una nueva advertencia sobre algún juicio a determinada nación,
ciudad o persona, pero en tal caso su contenido estaría ya en las
Escrituras. En cuanto a la salvación del hombre y la vida cristiana,
todo está dicho desde los días de Jesús, quien también
nos advirtió que muchos que profetizarían en Su nombre, serían
rechazados:
Mat. 7:22, “Muchos me dirán en aquel día: ‘Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios,
y en tu nombre hicimos muchos milagros?’. Entonces les declararé:
‘Nunca os conocí. ¡Apartaos de mí, hacedores de maldad!’
”
Su venida estará precedida de falsos profetas:
Mat. 24:24, “porque se levantarán falsos cristos y falsos profetas”
A los que pretenden tener nuevas revelaciones es bueno recordarles que las
Sagradas Escrituras, con sus 66 libros, pueden hacer al cristiano cabalmente
equipado, enteramente capacitado para toda labor que la vida cristiana le
demande realizar:
II Tim. 3:16-17 “Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil
para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en
justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado
para toda buena obra.
El conocimiento de Cristo y Su Palabra son suficientes para enseñarnos
en todo lo necesario. No es necesaria ninguna nueva revelación:
II Pe. 1:3, “Todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad
nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel
que nos llamó por su gloria y excelencia.”
Preguntas para discusión en clase:
1. ¿Alguna vez escuchó usted una profecía que no se
cumplió? ¿De qué se trataba?
2. ¿Qué asunto básico relacionado con la salvación
y la vida cristiana no se halla en la Biblia?
3. ¿En qué forma ha sufrido usted oposición por la causa de Jesucristo?